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Necesitados de orejas. La concesión de orejas en el espectáculo de las corridas de toros es sinónimo de triunfo. Cuantas más pelúas, se dice, mejor. Generalmente, éstas son pedidas para el diestro de turno… pero lo inusual, lo imperdonable es que se pidan para … un subalterno.

Este es el caso de banderillero de Huelva apodado «Redondo». El peón mantenía una relación con una joven un tanto espesa, auditivamente hablando, vamos… una sorda hablando en buen español. Y la joven sorda, enamorada no se perdía ni una sola de las actuaciones de su amado, sin pasar exactamente desapercibida: lo llamaba a gritos, coreaba su nombre y distraía al subalterno a la menor ocasión.

Tuvo «Redondo» una gran actuación en banderillas con un toro, al que el diestro de turno realizó una gran faena. Así, el público, a la muerte del astado, pedía la oreja con insistencia la oreja para el diestro, al tiempo que la novia de «Redondo» exclamaba:

— La oreja pa Redondo, La oreja pa Redondo…

Y un espectador de los que había soportado a la particular Julieta durante todo el espectáculo, le susurró al oído:

— La oreja pa tí, muchacha, que te hace más falta que a Redondo…

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