Miguel de Cervantes, el célebre autor del libro Don Quijote de la Mancha, regresaba a España, después de cumplido su servicio militar en Italia, cuando el barco en que él navegaba fue atacado y apresado por barcos piratas que lo llevaron prisionero a Argel en el norte de África. Allí estuvo por un tiempo en la condición de esclavo.
Los piratas supusieron que Cervantes era un personaje importante por las cartas de recomendación que llevaba en su poder. En consecuencia, pidieron una buena suma por su rescate a los familiares en España. Estos tuvieron que vender propiedades y joyas para poder pagar el rescate y liberar a Miguel de la condición de esclavitud en que estaba sumido. Por fin, pudieron pagar y Miguel de Cervantes quedó libre y pudo regresar a su patria.
Nosotros también éramos esclavos del pecado y Cristo Jesús pagó por nosotros, rescatándonos de nuestra condición de esclavos del pecado -1 Pedro 1:18, 19; Mateo 20:28; 1 Timoteo 2:6.