Se cuenta la historia de un hombre ciego que acostumbraba a llevar consigo un farolillo siempre que salía a la calle de noche.
Alguien le preguntó por qué razón usaba un farolillo, cuando no podía ver, a lo que el ciego contestó: «Para evitar que otros tropiecen conmigo.» Era una idea inteligente.
El nunca tropezaba con otros, al menos intencionalmente, pero tampoco quería que los otros tropezaran con él.
Esta debiera ser una preocupación para cada cristiano. Debemos vigilar que nadie tropiece a causa de nosotros. De esto habla Jesús en Mateo 17:24—27.