Dicen que Dios, Nuestro Señor, una vez salió con sus ayudantes, como les dicen en el campo a los Apóstoles y volvió a la tierra. Quería ver como andaba aquello que Él había sabido dejar por acá.
Iban por esos campos de Dios. Eran los tiempo de inundaciones. De repente se encontraron con un pobre agricultor, en esta zona hay muchos y el cuento esta dedicado a ellos. Un agricultor, vamos a ser sinceros, medio renegado.
Resulta que se le había empantanado el carro en medio de un lodazal grande, de cuatro pares, le dicen acá. Estaba el vasco con el barro hasta la cintura, cinchando la rueda. Bajaba y volvía a subir a los santos y a los no tan santos, y decía muchas barbaridades.
Entonces Pedro miró al Señor y le dijo: «Señor, castíguelo!!», «¿Cómo?» le preguntó el Señor, «Pedro, tanto tiempo de cristianismo y todavía no aprendiste hermano? ¿Cómo voy a castigar al pobre hombre? Vayan todos a ayudarle a sacar el carro». «Pero ¿no escuchó lo que dijo?» «Qué importa lo que dijo! Lo importante es lo que hace! Vayan, vayan ayúdenlo».
Fue Pedro con todos los apóstoles y les fue fácil sacar el carro. El hombre parece que no agradeció mucho. Subió al carro y se fue.
Siguieron andando y por ahí, otro lodazal grande como el anterior y esta vez otro agricultor que se había atascado. El agricultor, mas prolijito, estaba arriba del carro también empantanado hasta el eje. Pero, desde arriba del carro, el hombrecito se había puesto de rodillas y rezaba y oraba con mucha humildad: «Señor Dios, Tú que eres bueno, ayúdame, sácame de esta realidad. Mándame a tus apóstoles y a los ángeles a que me ayuden y me saquen el carro de acá, y siguió orando y rezando así.» Pedro preguntó al Señor:» ¿Vamos a ayudarle?», «No» dijo el Señor. «No le ayuden nada». «¿Cómo?» dijo Pedro. «Te digo que no hay que ayudarle, vamos, sigamos». Y siguieron y lo dejaron en el barro.
Claro, Pedro se sentía con autoridad en la Iglesia, pero tenía que hacerle caso al Señor. Por ahí, cuando estaban medio alejados, Pedro dijo: «Discúlpenos Señor, no es que yo lo quiera corregir, pero no entiendo qué es lo que pasó».
«¿Cómo que no entiendes qué es lo que pasó?».
«Sí, al otro que era un renegado, que estaba tratando de sacar el carro, nos mandó que lo ayudáramos, y a este que puso toda la confianza en nosotros y nos oraba, rezaba y alababa, a él no pudimos ayudarlo».
«Justamente», dijo el Señor «el otro hacía todo lo que podía y por eso merecía ser ayudado. Este otro era un cómodo, quería que nosotros le solucionáramos todo. No señor. Que se baje y que se embarre. Entonces le vamos a ayudar».
A Dios rogando, pero también dando. Yo creo que tenemos, hermanos, que hacer en la vida como si todo dependiera de nosotros, sabiendo que en definitiva todo depende de Dios. Todo depende si llueve o si no llueve. Eso lo manda Dios. Hagamos como si todo dependiera de nosotros, pero sabiendo que todo depende de Dios.
A Dios rogando y con el mazo dando…