Jaime estaba preparando a un grupo de niños y niñas para hacer la primera Comunión.
— A ver, ¿dónde nació Jesús?
— En Belén –respondían a coro.
— ¿Dónde murió?
— En Jerusalén.
— Dónde esta enterrado, y esta pregunta quiero que me la contesten uno a uno, pensándola bien.
Unos dijeron que no se acordaban. Otros que en Santiago de Compostela. Un tercero dijo que en Lourdes. Otros aludían a Roma o Jerusalén.
Jaime cogió su abrigo, e hizo ademán de irse.
— Ya hemos acabado.
— ¿Por hoy Jaime?
— Por siempre. Ahora sólo tendremos que comprobar cuál de vosotros tenía razón en lo del lugar en el que se halla enterrado Jesús y bueno a todos nos cambiará la vida.
En esto una vocecita infantil dijo:
— Jaime, Jesús no está enterrado en ningún sitio porque resucitó.
— Así es –respondió Jaime. Y como resucitó, vamos a seguir preparándonos para que podais recibirlo como es debido. Pero mis pequeños si Él estuviese en la tumba. Nada tendría sentido. Lo bueno de las tumbas de los santos y héroes es que están sus cuerpos allí, nos confirman su existencia. Lo bueno de la tumba de Jesús es que Él no está allí, nos confirma su Resurrección y la nuestra.