Fue el Agente por medio de Quien se hicieron todas las cosas; y no hay ni una sola que exista en el mundo que haya llegado a ser aparte de Él.
Puede que nos parezca extraño que Juan haga tanto hincapié en la manera que se creó el mundo; y puede que también nos lo parezca el que conecte tan definidamente a Jesús con la obra de la creación. Pero tenía que hacerlo a causa de ciertas tendencias que había en el pensamiento de su tiempo.
En los días de Juan había una herejía que se llamaba el gnosticismo. Su característica era que se trataba de un enfoque intelectual y filosófico al Cristianismo. A los gnósticos no les era suficiente con las creencias sencillas de cualquier cristiano corriente. Trataban de construir un sistema filosófico del Cristianismo. Tenían problemas con la existencia del pecado y el mal y el dolor y el sufrimiento del mundo, así que diseñaron una teoría para explicarlo. Esa teoría era como sigue.
En el principio existían dos realidades: la una era Dios, y la otra la materia. La materia había existido siempre, y fue la materia prima de la que se construyó el universo. Los gnósticos insistían en que esa materia era defectuosa e imperfecta. Podríamos decir que el mundo se inició mal desde el principio.
Estaba hecho de unos materiales que ya contenían el germen de la corrupción. Los gnósticos llegaban más lejos. Dios, decían, era espíritu puro, y como tal no podía tocar la materia, y menos aún una materia imperfecta. Por tanto, era imposible que Dios llevara a cabo la obra de la creación por Sí mismo.
Lo que hizo fue producir una serie de emanaciones, cada una de las cuales estaba más lejos de Dios que las anteriores; y, cuanto más se alejaban de Dios, menos le conocían. Hacia la mitad de camino de la serie de emanaciones había una que no sabía nada en absoluto de Dios. A partir de ésa, las emanaciones empezaban a ser, no sólo ignorantes, sino hostiles a Dios. Por último había una emanación que estaba tan lejos de Dios que le ignoraba totalmente y le era totalmente hostil, y ésa fue el poder que creó el mundo; porque ya estaba tan lejos de Dios que podía tocar esta materia defectuosa y mala. El dios creador estaba totalmente distanciado y enemistado con el Dios real.
Los gnósticos dieron otro paso más: identificaron al dios creador con el Dios del Antiguo Testamento; y sostuvieron que el Dios del Antiguo Testamento era completamente distinto y distante del Dios y Padre de Jesucristo, del que era enemigo.
En los tiempos de Juan se había extendido mucho esta clase de creencia. La gente creía que el mundo era malo, y que lo había creado un dios malo. Para combatir esta creencia, Juan establece aquí dos verdades cristianas básicas. De hecho, la relación de Jesús con la creación es algo que se repite en el Nuevo Testamento precisamente por este trasfondo intelectual que divorciaba a Dios y al mundo en que vivimos. En Colosenses 1:16, Pablo escribe: «Porque en Él fueron creadas todas las cosas, en el Cielo y en la Tierra… todas fueron creadas por Él y para Él.» En 1 Corintios 8: 6 escribe del Señor Jesucristo «por medio del Cual son todas las cosas.» El autor de Hebreos habla de Uno que era el Hijo, «por medio de Quien Dios hizo el universo» (1:2). Juan y los otros autores del Nuevo Testamento que escribieron estas cosas estaban subrayando dos grandes verdades.
(i) El Cristianismo siempre ha creído en lo que se llama la creación partiendo de la nada. No creemos que en Su creación del mundo Dios tuviera que usar una materia ajena y mala. No creemos que el mundo empezara ya con un defecto de fabricación, ni que tuviera su origen en Dios y en algo más. Nuestra fe es que detrás de todo está Dios, y sólo Él.
(ii) El Cristianismo siempre ha creído que este mundo es de Dios. Lejos de estar tan desconectado del mundo que no puede tener nada que ver con él, Dios está íntimamente comprometido con el mundo. Los gnósticos trataban de echarle la culpa al creador del mal que hay en el mundo. El Cristianismo cree que lo que no está como es debido en el mundo se debe al pecado humano. Pero, aunque el pecado ha causado destrozos en el mundo y le ha impedido llegar a ser lo que hubiera podido ser, no debemos nunca despreciar el mundo, porque es esencialmente de Dios. Si creemos esto, nos da un nuevo sentido del valor del mundo y de nuestra responsabilidad hacia él.
Se cuenta de una niña de los suburbios de una gran ciudad, que la llevaron a pasar un día en el campo. Cuando vio las margaritas en el bosque, preguntó: «¿Cree usted que a Dios le importará que coja unas pocas de Sus flores?» Este es el mundo de Dios; por eso, nada en él está fuera de su control; y por eso, debemos usar todas las cosas dándonos cuenta de que pertenecen a Dios. El cristiano no le hace de menos al mundo creyendo que el que lo hizo era un dios ignorante y hostil, sino que lo glorifica recordando que Dios está en todas partes, detrás de todo y en todo. Cree que el Cristo que recrea el mundo fue el colaborador de Dios cuando, el mundo fue creado al principio y que, en la obra de la redención, Dios está tratando de recuperar algo que fue siempre Suyo.