Después, cuando Jesús se quedó solo, los discípulos y los que estaban cerca de él se le acercaron y le preguntaron qué quería decir aquella parábola; porqué hablaba a la gente por medio de parábolas. Jesús les contestó: «A ustedes, Dios les da a conocer los secretos del reino de los cielos; pero a ellos no. A los que están afuera se les dice todo por medio de parábolas para que por más que miren, no vean, y por más que oigan, no entiendan, para que no se vuelvan a Dios, y él no los perdone. Pues al que tiene, se le dará más, y tendrá bastante; pero al que no tiene, hasta lo poco que tiene se le quitará. Por eso les hablo por medio de parábolas; porque ellos miran, pero no ven; escuchan, pero no oyen ni entienden. Así, en el caso de ellos se cumple lo que dijo el profeta Isaías: ‹Por más que escuchen, no entenderán, por más que miren, no verán. Pues la mente de este pueblo está entorpecida, tienen tapados los oídos y han cerrado sus ojos, para no ver ni oír, para no entender ni volverse a mí, para que yo no los sane. «Pero dichosos ustedes, porque tienen ojos que ven y oídos que oyen. Les aseguro que muchos profetas y personas justas quisieron ver esto que ustedes ven, y no lo vieron; quisieron oír esto que ustedes oyen, y no lo oyeron. Les dijo: «¿No entienden ustedes esta parábola? ¿Cómo, pues, entenderán todas las demás? «Escuchen, pues, lo que quiere decir la parábola del sembrador: La semilla representa el mensaje de Dios; el que siembra la semilla representa al que anuncia el mensaje. Los que oyen el mensaje del reino y no lo entienden, son como la semilla que cayó en el camino; viene el maligno y les quita el mensaje sembrado en su corazón. Otros son como la semilla sembrada entre las piedras. La semilla que cayó entre las piedras representa a los que oyen el mensaje y lo reciben con gusto, pero como no tienen suficiente raíz, no se mantienen firmes; cuando por causa del mensaje sufren pruebas o persecución, fallan y pierden la fe. La semilla sembrada entre espinos representa a los que oyen el mensaje, pero los negocios de esta vida les preocupan demasiado y el amor por las riquezas los engaña y quisieran poseer todas las cosas, y los placeres de la vida, de modo que no llegan a dar fruto. Todo esto entra en ellos, ahoga el mensaje y no lo deja dar fruto en ellos. Pero la semilla sembrada en buena tierra representa a las personas que con corazón bueno y dispuesto escuchan y hacen caso del mensaje y, permaneciendo firmes oyen el mensaje y lo aceptan y lo entienden y dan una buena cosecha, como las espigas que dieron cien, sesenta o treinta granos por semilla. También les dijo: «Nadie enciende una lámpara para después taparla con algo oponerla debajo de la cama, sino que la pone en alto, para que tengan luz los que entran. ¿Acaso se trae una lámpara para ponerla bajo un cajón o debajo de la cama? No, una lámpara se pone en alto, para que alumbre. De la misma manera, no hay nada escondido que no llegue a descubrirse, ni nada secreto que no llegue a ponerse en claro. Los que tienen oídos, oigan. También les dijo: «Fíjense en lo que oyen. Con la misma medida con que ustedes den a otros, Dios les dará a ustedes; y les dará todavía más. Pues al que tiene, se le dará más; pero al que no tiene, hasta lo poco que tiene se le quitará.» Mateo 13: 10-23; Marcos 4: 10-25; Lucas 8: 9-18
Este es un capítulo muy importante en el esquema del evangelio.
(i) Muestra el gran cambio en el ministerio de Jesús. Al principio de Su ministerio Le encontramos enseñando en las sinagogas; pero ahora Le encontramos enseñando a la orilla del mar. El cambio es muy significativo. No es que ya se Le hubieran cerrado definitivamente las puertas de la sinagoga, pero se Le estaban cerrando. Todavía Le recibía con gusto en la sinagoga la gente corriente; pero los responsables oficiales de la ortodoxia judía se Le oponían abiertamente. Cuando entraba en una sinagoga ahora, no sería para encontrar sólo una multitud deseosa de escuchar; también sería para encontrar una compañía de espías escribas y fariseos y ancianos que sobrepasaban y filtraban cada una de Sus palabras y observaban cada acción Suya para tener algo de que acusarle.
Una de las tragedias supremas es que a Jesús se le expulsó de la iglesia de Su tiempo; pero eso no le podía detener de hacer Su invitación a las personas; porque cuando se le cerraron las puertas de la sinagoga, Se dirigió al templa del aire libre y enseñó a la gente por las calles- de las aldeas y por las carreteras, a la orilla del lago y en sus propios hogares. La persona que tiene un mensaje auténtico que transmitir, y un auténtico deseo de transmitirlo, siempre encontrará o creará las oportunidades.
(ii) Lo verdaderamente interesante de este capítulo es que en él vemos a Jesús empezando a usar a tope Su método característico de enseñanza por parábolas. Hasta este momento había tenido una manera de enseñar que incorporaba parábolas en cierne. El símil de la sal y de la luz (5:13-16), la alusión a las aves y a los lirios (6:26-30), la historia del constructor prudente y del imprudente (7:24-27), la ilustración de la ropa y de los odres de vino (9:16s), el cuadro de los chiquillos jugando en la plaza (11:16s) son parábolas en embrión. Son enseñanza gráfica.
Es en este capítulo donde encontramos el uso que Jesús hacía de las parábolas plenamente desarrollado y con toda su vivacidad. Como ha dicho alguien, entre otras muchas cosas que se podrían decir de Él, no cabe duda que era un maestro en el arte de la narración breve.» Antes de empezar a estudiar cada una de estas parábolas en detalle, preguntémonos por qué usó Jesús este método, y cuáles son las ventajas didácticas que ofrece.
(a) La parábola siempre hace concreta la verdad. Hay muy pocas personas que pueden captar y entender las ideas abstractas; casi todos pensamos en imágenes. Podríamos pasar mucho tiempo tratando de decir con palabras lo que es la belleza, y puede que no consiguiéramos hacérselo entender a nuestra audiencia; pero si podemos señalar algo o a alguien y decir: «¡Mirad qué belleza!», no hará falta más explicación. Podríamos pasarnos mucho tiempo tratando de definir la bondad, y al final no habría una idea más clara de ella en las mentes de nuestros oyentes; pero todo el mundo reconoce a una buena persona y una buena obra cuando las ve. Para comprenderse, toda palabra se tiene que hacer carne, tiene que personificarse; y la primera gran cualidad de la parábola es que presenta la verdad en una escena que puede ver y entender todo el mundo.
(b) Se ha dicho que toda gran enseñanza empieza en el aquí y ahora para llegar al allí y entonces. Si uno quiere enseñar acerca de cosas que su audiencia no entiende, debe empezar por cosas que sí entiende. La parábola empieza con materiales que entiende todo el mundo porque forman parte de su vida y experiencia, y de allí pasa a cosas que no entiende y le abre los ojos a cosas que no ha conseguido ver. La parábola abre la mente y los ojos de la persona empezando por donde está y conduciéndola adonde debería estar.
(c) La gran virtud pedagógica de la parábola es que despierta interés. La manera más segura de despertar el interés de la gente es contarle cuentos. La parábola pone la verdad en forma de cuento; la definición más sencilla de la parábola es cuna historia terrenal con una enseñanza celestial.» La gente no escuchará, ni se captará su atención, a menos que esté interesada; a la gente sencilla se le despierta y retiene el interés con historietas, y eso es lo que es una parábola.
(d) La parábola tiene la gran virtud de capacitar e impulsar a la persona a descubrir la verdad por sí misma. No piensa por nadie; dice: «Aquí tienes una historieta. ¿Qué te parece? ¿Qué verdad contiene? ¿Qué quiere decir para ti? Piénsatelo.» Hay algunas cosas que no se le pueden decir a nadie; cada cual tiene que descubrirlas por sí mismo. Walter Pater dijo una vez que a una persona no se le puede decir la verdad; lo único que se puede hacer es ponerla en una posición en que la pueda descubrir por sí misma. A menos que
descubramos la verdad por nosotros mismos, será algo de segunda mano y que siga fuera de nosotros; y además, si no descubrimos la verdad por nosotros mismos, lo más seguro es que pronto se nos olvidará. La parábola, como obliga a cada uno a pensárselo por sí y a sacar sus propias conclusiones, de una vez para siempre hace que la verdad sea algo real y la fija en la memoria.
(e) La otra cara de esto es que la parábola esconde la verdad de los que son demasiado perezosos para pensar, o están demasiado cegados por prejuicios para ver. Deja la responsabilidad clara y justamente al individuo. Le revela la verdad al que desea la verdad, y se la oculta al que no quiere verla.
(f) Hay algo más que se debe recordar. La parábola, tal como la usaba Jesús, era hablada; no leída. Tenía que hacer un impacto inmediato, no tras largo estudio con diccionarios y comentarios.
Hacía brillar la verdad como el relámpago ilumina repentinamente la noche oscura. En nuestro estudio de las parábolas, esto quiere decir dos cosas para nosotros. La primera, quiere decir que debemos reunir toda la información que podamos acerca de la vida en Palestina en aquel tiempo -especialmente en aquellos detalles en que fuera muy diferente de la nuestra actualmente en España, al otro lado del Mediterráneo, o donde estemos- para que la
parábola nos impacte como a los que la escucharon por primera vez. Tenemos que pensar y estudiar y figurarnos que somos los que estaban escuchando a Jesús.
La segunda, quiere decir que una parábola, hablando en general, tendrá sólo una lección. Una parábola no es una alegoría; esta es una historia en la que todos los detalles encierran un significado; una alegoría tiene que leerse y estudiarse; pero una parábola se escucha. Debemos tener cuidado para no hacer de las parábolas alegorías, y recordar que estaban diseñadas para hacer que una verdad impactante se le iluminara a cada uno en cuanto la oyera.
Aquí tenemos un cuadro que cualquiera entendería en Palestina. Aquí vemos claramente a Jesús usando el aquí y ahora para llegar al allí y entonces. Lo que es probable que estuviera sucediendo es que, cuando Jesús estaba usando la barca como púlpito, en uno de los campos cerca de la orilla había un sembrador sembrando en aquel momento; y Jesús tomó a aquel sembrador, al que todos podían ver, como texto de predicación, y empezó: «¡Fijaos en ese sembrador que está sembrando la semilla en ese campo!» Jesús empezó por algo que en aquel preciso momento todos podían ver, para abrir sus mentes a la verdad que todavía no habían visto.
En Palestina tenían dos maneras de hacer la siembra. El sembrador podía ir lanzando la semilla mientras andaba arriba y abajo por su campo. Si soplaba el viento, se llevaría parte de la semilla a toda clase de sitios, y a veces hasta fuera del campo. La segunda manera era más perezosa, pero de uso corriente. Consistía en ponerle encima a un burro un saco de semilla, cortarle o abrirle un agujero y hacer que el animal recorriera el campo mientras la semilla iba cayendo. En este caso, también algunas semillas caerían en sitios menos preparados o cerca del sendero cuando se
acercara por allí el animal o lo cruzara.
En Palestina los campos eran largos y estrechos, y estaban separados solo por los senderos, por los que podía pasar todo el mundo, lo que quiere decir que estaban endurecidos por el constante paso de gente y animales. Eso era lo que quería decir Jesús al hablar del borde del sendero. La semilla que cayera allí -y era normal que cayera alguna, de cualquier forma que se sembrara- no tenía más posibilidad de penetrar en la tierra que si hubiera caído en la carretera.
Lo que traducimos como el terreno pedregoso no es que estuviera lleno de piedras, sino algo corriente en Palestina: había una capa poco profunda de tierra sobre grandes lanchas de roca caliza. A lo mejor no había más que unos pocos centímetros de tierra encima de la roca. En tal caso, la semilla germinaría más pronto que en terreno más profundo, porque la tierra se calentaría antes cuando saliera el sol; pero cuando las raíces tiraran para abajo buscando nutrientes y humedad, se encontrarían con la roca, y el sol se encargaría de agostar la poca vida que tuviera.
El terreno espinoso engañaba. Cuando se estaba sembrando, parecería bastante limpio. Es fácil hacer que un terreno parezca limpio simplemente labrándolo; pero si siguen por debajo las raíces fibrosas de la grama, de las ortigas y de las zarzas, entre otras plantas parásitas perennes, se apoderarán del terreno disponible a la primera oportunidad. Cualquier labrador sabe que las malas yerbas crecen más deprisa y más fuertes que ninguna planta cultivada. El resultado fue que la buena semilla y las malas que estaban latentes crecieron juntas; pero los hierbajos eran tan fuertes que estrangularon las buenas plantas.
El buen terreno era profundo y suave y limpio; la semilla podía introducirse; podía encontrar alimento; podía crecer sin impedimento; y produjo una cosecha abundante.
Este pasaje siempre ha sido uno de los más difíciles de los evangelios. La versión Reina-Valera habla del misterio del Reino de Dios. Esta palabra misterio tiene un sentido técnico en griego; no quiere decir algo que es muy complicado y misterioso en el sentido normal de la palabra; quiere decir algo que es ininteligible para la persona que no ha sido iniciada en su significado, pero que está perfectamente claro para la persona que ha sido debidamente iniciada.
En los tiempos del Nuevo Testamento, en el mundo pagano, una de las grandes ofertas de la religión popular era lo que se llamaban Religiones misteriosas o de Misterio. Estas religiones prometían la comunión con un cierto dios, y hasta la identificación con él, mediante la cual desaparecían todos los terrores de la vida y de la muerte. Casi todas estas religiones misteriosas estaban basadas en la historia de algún dios que había sufrido, muerto y resucitado; casi todas ellas se presentaban como una representación de pasión.
Uno de los misterios más famosos era el que se llamaba el Misterio de Isis. Osiris era un rey sabio y bondadoso. Set, su malvado hermano, le odiaba, y con setenta y dos conspiradores le persuadió a que asistiera a un banquete. Allí le indujo a meterse en un ataúd artificioso que tenía sus mismas medidas. Cuando estaba dentro, se cerró la tapa, y echaron el ataúd al Nilo. Isis, su fiel esposa, después de una prolongada y dolorosa búsqueda, encontró el ataúd y se lo llevó en duelo a casa.
Cuando ella estaba ausente, llegó otra vez el malvado Set, robó el cuerpo, lo cortó en catorce trozos y los desperdigó por todo Egipto. Una vez más, Isis inició su pesada y triste búsqueda. Acabó por encontrar todos los trozos, y con sus poderes mágicos los unió y le devolvió la vida a Osiris; y desde aquel momento él se convirtió en el rey inmortal de los vivos y los muertos.
Lo que sucedía era lo siguiente. El candidato pasaba por una larga preparación de purificación y de ayuno y de ascetismo y de instrucción en cuanto al sentido interior de la historia. Entonces se representaba el drama, con su dolor y su angustia y su muerte y su resurrección y su triunfo final como un drama de la pasión. La música y el incienso y la iluminación y la espléndida liturgia se usaban para crear una atmósfera tensa.
Conforme se iba representando el drama, el adorador se sentía uno con el dios tanto en sus sufrimientos como en su triunfo.
Pasaba por la muerte y entraba en la inmortalidad en unión con el dios. Lo importante es que para una persona no iniciada todo aquello no tendría ningún sentido; pero para el iniciado estaba henchido del sentido que se le había enseñado a ver.
Ese es el significado técnico de esta palabra mystérion. Cuando el Nuevo Testamento habla del misterio del Reino, no quiere decir que el Reino sea remoto y abstruso y difícil de comprender; lo que sí quiere decir es que es totalmente ininteligible para la persona que no le haya entregado su corazón a Jesús, y que solamente la persona que ha recibido a Jesús como Maestro y Señor puede entender lo que significa el Reino de Dios.
La dificultad real de este pasaje se encuentra en lo que viene a continuación. Si lo tomamos en el sentido que parece tener, dice que Jesús enseñaba por parábolas a propósito para ocultarles el significado a los hombres y las mujeres corrientes. Cualquiera que fuera el sentido original del pasaje, no puede haber querido decir eso, porque si algo está tan claro como el agua es que Jesús usaba las parábolas, no para tapar el significado y ocultar la verdad, sino para permitirle a Su audiencia recibirlo y entenderlo.
¿Entonces, cómo llegó este pasaje a su forma actual? Es una cita de Isaías 6:9s. Desde hace mucho tiempo viene causando problemas a los intérpretes. Se habían pasado más de doscientos años preocupándose antes de que Jesús hiciera uso de él. El texto hebreo dice, como traduce la Reina-Valera,95: Y dijo: «Anda, y dile a este pueblo: Oíd bien, y no entenddis; ved por cierto, pero no comprendáis». Embota el corazón de este pueblo, endurece sus oídos y ciega sus ojos, para que no vea con sus ojos ni oiga con sus oídos ni su corazón entienda, ni se convierta y haya para él sanidad.
A primera vista parece que Dios le está diciendo a Isaías que tiene que seguir un camino diseñado a propósito para hacer que el pueblo no entienda. En el siglo ffl a.C. se tradujeron las Escrituras hebreas al griego, y la versión griega, llamada la Septuaginta, llegó a ser uno de los libros que ejercieron mayor influencia en el mundo, porque llevó el Antiguo Testamento a dondequiera que se hablaba el griego. Los traductores de la Septuaginta estaban alucinados con este pasaje, y lo tradujeron dándole otro sentido: y Él dijo: «Ve y dile a este pueblo: «De hecho oiréis, pero no entenderéis; y en cuanto a ver, veréis, pero no percibiréis. «Porque el corazón de este pueblo se ha embotado, y con sus oídos oyen pesadamente, y han cerrado los ojos, no sea que alguna vez vieran con sus ojos y oyeran con sus oídos y comprendieran con su corazón y fueran convertidos y Yo los sanara. » La versión griega no dice que Dios tuviera la intención de que el pueblo fuera tan torpe que no entendiera; dice que ellos se habían vuelto tan torpes que no podían entender -lo que es una cosa muy diferente. La explicación es que no hay nadie que pueda traducir o expresar por escrito un tono de voz. Cuando hablaba Isaías, hablaba medio en ironía y medio en desesperación, pero con un amor total. Él estaba pensando: «Dios me envió a llevarle Su verdad a este pueblo; y a pesar de todo el bien que les estoy haciendo, parece que les he sido enviado para cerrarles la mente al mensaje. Podría estar hablando a un muro de piedra. Se.. paría pensar que Dios les había cerrado la mente a Su mensaje.» Así es como usaba sus palabras Jesús. Su intención era que iluminaran ias mentes para comprender la verdad de Dios. Pero en muchos ojos Él veía una torpe incomprensión. Veía tantas personas cegadas por los prejuicios, ensordecidas por sus propios deseos, demasiado perezosas para pensar. Se volvió a Sus discípulos y les dijo: «¿Os acordáis de lo que dijo una vez Isaías? Dijo que cuando él llegada con el mensaje de Dios al pueblo de Dios en su tiempo, la gente era tan torpe para entenderlo que se hubiera pensado que Dios les había cerrado la mente en lugar de abrírsela; así Me siento Yo hoy.»
Cuando Jesús dijo aquello, no lo dijo con ira o irritación o amargura o desesperación; lo decía con el anhelo ardiente de un amor frustrado, con el dolor punzante de un Hombre que quería hacer un regalo estupendo, pero que Su pueblo era ciego y no quería aceptar.
Si leemos esto, no escuchando un tono de amargura sino de amor anhelante y dolido, nos sonará diferente. Nos enseñará, no que Dios cegó a la gente aposta y le ocultó Su verdad, sino que los hombres eran tan torpes de entendimiento, que parecía que no tenía sentido ni siquiera para Dios el tratar de penetrar el telón de acero de su incomprensión perezosa. ¡Que Dios nos libre de escuchar Su Palabra así!
(i) Había un suelo duro al borde del camino. La semilla podría ser que cayera en esta clase de suelo por dos razones. Los campos de Palestina tenían la forma de tiras largas y estrechas. Estas tiras estaban divididas por senderillos de tierra que permitían el paso. El resultado era que se habían puesto duros de tanto pasar la gente por allí. Cuando el sembrador echaba la semilla, una parte era inevitable que cayera allí; y no tenía posibilidad de crecer.
Pero había otra manera de sembrar. Algunas veces se ponía un saco de semilla en un burro, se le abría un agujerito en el extremo del saco, y cuando el animal iba arriba y abajo la semilla se iba cayendo. Inevitablemente, cuando el burro llegaba cerca del camino del campo, algo de la semilla caía en el camino; y no se podía evitar que los pájaros vinieran y se la comieran.
Hay algunas personasen cuyos corazones no puede penetrar la verdad cristiana. Esto es debido a la falta de interés del oyente; y esa falta de interés es debida a la incapacidad de darse cuentode lo importante que es la decisión cristiana. El Evangelio no consigue hacer un impacto en tales personas, no porque sean hostiles, sino porque son indiferentes. Creen que es irrelevante para la vida, y que se pueden pasar sin él perfectamente.
Eso podría ser verdad si la vida fuera siempre un camino fácil en el que no hubiera ni tensiones ni lágrimas; pero de hecho le viene a toda persona un tiempo cuando necesita un poder que no tiene. La tragedia es que muchos se dan cuenta de esto demasiado tarde.
(ii) Había un terreno rocoso. No es que estuviera lleno de piedras; era más bien una capita de tierra que cubría una lancha de roca caliza. Gran parte de Galilea era así. En muchos terrenos se podía ver aflorar la roca. La semilla que caía allí germinaba pronto; pero, como el suelo era tan superficial y contenía tan pocos nutrientes y humedad, el calor del sol pronto secaba las plantitas que brotaban.
Siempre es más fácil empezar una cosa que acabarla. Cierto famoso evangelista decía: «Hemos aprendido que requiere algo así como el cinco por cierto del esfuerzo el ganar a una persona para Cristo, y el noventa y cinco por ciento el mantenerle en Cristo hasta que alcanza la madurez.»
Muchas personas empiezan la vida cristiana para quedarse poco después en la cuneta. Hay dos problemas que causan este colapso. Uno es el no conseguir pensar la cosa del todo y a fondo, no llegar a darse cuenta de lo que quiere decir y de lo que cuesta, antes de empezar. El otro es el hecho de que hay miles de personas que se sienten atraídas por el Cristianismo, pero que nunca penetra más allá de la superficie de sus vidas. Es un hecho que el Evangelio es una cuestión de todo o nada. Uno está a salvo solamente cuando se ha entregado totalmente a Cristo.
Efímera es la vida y sus placeres, los goces huyen, la ilusión fenece; mas quien está a Tu lado no perece, y nada teme, porque espera en Ti.
(iii) Había un terreno que estaba lleno de espinos. Los campesinos palestinos eran perezosos. Cortaban lo que sobresalía de las malas plantas; a veces hasta quemaban lo de fuera, y el campo puede que pareciera limpio; pero las raíces seguían allí por debajo de la superficie; y a su debido tiempo brotaban con toda su fuerza. Y crecían con tal rapidez y virulencia que ahogaban la vida de la buena semilla.
Es fácil llenar la vida con tantos intereses que no queda tiempo para Cristo. Como dijo un poeta, los cuidados de la vida pueden ser como el polvo que atasca hasta tal punto que «nos olvidamos porque nos vemos obligados, no porque queremos.» Cuanto más complicada se hace la vida más necesario es tener las prioridades en su sitio; porque hay muchas cosas que tratan de desplazar a Cristo del lugar supremo que Le corresponde.
(iv) Había un terreno bueno, limpio y profundo en el que la semilla germinaba y llevaba fruto. Si hemos de beneficiarnos del mensaje cristiano, la parábola nos dice que debemos hacer tres cosas.
(a) Debemos oírla, y no podemos oírla si no escuchamos. Es característico de muchos de nosotros que estamos tan ocupados hablando, que no tenemos tiempo para oír; tan ocupados discutiendo, que no tenemos tiempo para escuchar; tan ocupados exponiendo nuestras propias opiniones, que no tenemos tiempo para prestar atención a las opiniones de Cristo; tan ajetreados, que no tenemos tiempo para la calma esencial.
(b) Hemos de recibirla. Cuando oímos el mensaje cristiano debemos realmente darle entrada en nuestra vida. La mente humana es una máquina extraña y peligrosa. Estamos hechos de tal manera, en la sabia providencia de la creación, que siempre que un cuerpo extraño amenaza con metérsenos en un ojo, se nos cierra automáticamente. Esa es una acción instintiva, refleja. Siempre qus,la mente oye algo que no quiere oír, automáticamente le cierra la puerta. Hay veces que la verdad puede hacer daño; pero otras hay que aceptar una medicina que no nos gu4la o un tratamiento desagradable para conservar la salud. El cerrar la mente a la verdad que no queremos oír puede que sea escoger un camino que conduce al fracaso y a la tragedia.
(c) Hemos de ponerla en acción. El producto en la parábola era del treinta, sesenta o ciento por uno, lo cual era verdaderamente provechoso; pero el suelo volcánico de Galilea era famoso por sus cosechas. La verdad cristiana siempre debe manifestarse en acción. En último análisis, el cristiano recibe el desafío, no a especular, sino a actuar.
Todo esto es el significado de esta parábola cuando nos sentamos a estudiarla tranquilamente. Pero es totalmente imposible el que todo eso surja instantáneamente en la mente humana cuando se oye por primera vez. Entonces, ¿cuál sería la única cosa que le sugeriría a la multitud que la oía por primera vez junto al mar de Galilea? Sin duda esta: Que, aunque parte de la semilla nunca crezca, el hecho es que al final se recoge una cosecha espléndida.
Esta es la parábola que acaba con la desesperación. Puede que parezca que mucho de nuestro esfuerzo no produce resultados; puede que parezca que una gran parte de nuestra labor se pierde. Ese sería el sentir de los discípulos cuando veían a Jesús desterrado de la sinagoga y tenido por sospechoso. En muchos lugares, Su mensaje parecía haber fracasado, y estaban desanimados y deprimidos. Pero esta parábola les decía, y nos dice a nosotros: «¡Paciencia! Haz tu labor. Siembra la semilla. Déjale a Dios el resto. La cosecha es segura.»
Este era uno de los dichos de Jesús: «¿Verdad que no se trae una lámpara para meterla debajo de un cajón de medir o debajo de la cama? ¿Es que no se trae más bien para ponerla en el candelero?» Los versículos 21-25 son interesantes porque muestran los problemas con los que se enfrentaban los evangelistas. Estos versículos contienen cuatro dichos diferentes de Jesús. En el versículo 21 tenemos el dicho acerca de la lámpara; en el 22 hay un dicho sobre revelar cosas secretas; en el 24 hay un dicho que establece que recibiremos conforme a la medida que hayamos usado para dar, y en el 25 está el dicho acerca de que al que tiene se le dará todavía más. En Marcos, estos versículos vienen seguidos uno detrás de otro; pero el versículo 21 aparece en Mateo 5:15; el 22, en Mateo 10:26; el 24, en Mateo 7:2; y el 25, en Mateo 13:12, y también en Mateo 25:29. Los cuatro versículos consecutivos de Marcos están desperdigados por todo: Mateo. Aquí surge una cuestión práctica para nuestro estudio. No debemos tratar de encontrar ninguna conexión entre estos versículos. Está claro que no tienen ninguna relación entre sí, así es que vamos a tomarlos uno por uno.
¿Cómo fue eso de que Marcos pusiera estos dichos de Jesús uno detrás de otro y Mateo los desperdigara por todo su evangelio? La razón es bien sencilla. Jesús tenía un dominio único del lenguaje. Podía decir las cosas más pintorescas y las cosas más jugosas. Podía decir las cosas de tal manera que se grabaran en la memoria y se resistieran a ser olvidadas. Además, Él tiene que haber dicho muchas de estas cosas más de una vez. Iba pasando de un lugar a otro y de una audiencia a otra, y tiene que haber repetido mucho de Su enseñanza por dondequiera que iba. En consecuencia, la gente recordaba las cosas que había dicho Jesús -las decía de tal manera que no se podían olvidar-, pero olvidaba la ocasión en que las había dicho. El resultado fue que hubo muchos de los dichos de Jesús que se quedaron, como si dijéramos, «huérfanos». Un dicho echaba raíces en la memoria de las personas y era recordado para siempre, pero el contexto y la ocasión se olvidaban. Así es que tenemos que tomar estos dichos gráficos y examinarlos independientemente.
El primero era que no se enciende una lámpara y se pone debajo de.,an cajón de medir, que sería como ponerle una caja encima, ni se pone debajo de la cama. La lámpara está para que se ponga a la vista y para que se vea. De este dicho podemos aprender dos cosas.
(i) La verdad es para que se vea. No está para que se la oculte. Puede que haya veces cuando sea peligroso decir la verdad; cuando sea la manera más rápida de atraerse la persecución y los problemas. Pero la persona veraz, y el verdadero cristiano, estarán de parte de la verdad frente a todo.
Cuando Lutero decidió adoptar su postura frente a la Iglesia Católica Romana, en primer lugar atacó las indulgencias. Las indulgencias eran para todos los efectos remisiones de pecados que uno podía comprar de un sacerdote por un precio. Lutero trazó noventa y cinco tesis contra las indulgencias. ¿Y qué hizo con aquellas noventa y cinco tesis? Había una iglesia en Wittenberg que se llamaba la Iglesia de Todos los Santos. Estaba íntimamente relacionada con la universidad donde Lutero era profesor. Los anuncios de la universidad se solían poner en las puertas de aquella iglesia, entre ellos los de los debates académicos. No había otro tablón de anuncios en la ciudad. En aquella puerta fijó Lutero sus tesis. ¿Cuándo? El día que iba a aquella iglesia más gente, que era el día de Todos los Santos, el 1 de noviembre. Resultaba ser el aniversario de aquella iglesia, y había varios oficios religiosos a los que acudía mucha gente. Fue en la víspera del día de Todos los Santos cuando Lutero clavó sus noventa y cinco tesis en la puerta de la iglesia. Si hubiera sido un hombre cauteloso, en primer lugar no habría escrito sus noventa y cinco tesis. Si hubiera sido un hombre preocupado por su propia seguridad, nunca las habría clavado a la puerta de la iglesia. Y, si tenía
que clavarlas allí, cualquier idea de seguridad propia le habría aconsejado no escoger el día de Todos los Santos para hacer su declaración. Pero Lutero tenía el sentimiento de que había descubierto la verdad; y lo único que le interesaba era exponerla y ofrecer su vida por ella.
En cualquier circunstancia de la vida hay veces que sabemos perfectamente lo que exige la verdad, lo que se debe hacer y lo que un cristiano tiene obligación de hacer. En cualquier nivel de vida hay veces que dejamos de actuar como debiéramos porque sería arriesgar nuestra popularidad, y aun cosas peores.
Deberíamos recordar que la lámpara de la verdad se ha de poner bien alta y no ocultarse por los intereses de una seguridad cobarde.
(ii) Nuestro Cristianismo se ha de ver. En la Iglesia Primitiva, algunas veces el mostrarse cristiano suponía la muerte. El imperio romano era tan extenso como el mundo civilizado. Para conseguir alguna clase de unidad vinculante en aquel vasto imperio se inició el culto al emperador. El emperador era la personificación del estado, y se le daba culto como a un dios. Ciertos días señalados se exigía que cada ciudadano fuera e hiciera un sacrificio a la deidad del emperador. Era realmente una prueba de lealtad política. Después le daban a uno un certificado en el que se decía que había cumplido con aquel deber, y entonces podía ir a dar culto al dios que quisiera.
Se conservan muchos de aquellos certificados. Decían lo que sigue: A los que están a cargo de los sacrificios de Inareus Akeus del pueblo de Theoxenis, juntamente con sus hijos Ajax y Hera, que viven en el pueblo de Theadelpheia. Nosotros sacrificamos regularmente a los dioses; y ahora en tu presencia, como está mandado, hemos
sacrificado y derramado nuestra libación y probado las ofrendas, y te pedimos que nos des el certificado correspondiente. Que te vaya bien.
Y aquí seguía la atestación: Nosotros, Serenas y Hermás, damos fe de que habéis sacrificado. Todo lo que un cristiano tenía que hacer era prestarse a cumplir aquel acto formal, recibir el certificado, y ya estaba a salvo. Y el hecho de la Historia es que miles de cristianos murieron antes que hacerlo. Podían haber ocultado el hecho de que eran cristianos con la mayor facilidad; podían haber seguido siendo cristianos privadamente sin ninguna dificultad. Pero para ellos su Cristianismo era algo de lo que tenían que dar fe y testificar en presencia del mundo. Estaban orgullosos de que todos supieran lo que eran. A los tales les debemos que el Cristianismo haya llegado hasta nosotros.
A menudo es más fácil no decir que pertenecemos a Cristo y a Su Iglesia; pero nuestro Cristianismo debe ser siempre como la lámpara que todos pueden ver.
Jesús estaba completamente convencido de que la verdad no se puede mantener siempre escondida. Este dicho se aplica en dos direcciones.
(i) Se aplica a la verdad misma. Hay algo en la verdad que es indestructible. La gente puede que se niegue a arrostrarla; puede que trate de eliminarla; puede que hasta intente borrarla; puede que se niegue a aceptarla, pero «grande es la verdad, y al final prevalecerá.»
A principios del siglo XVI, un astrónomo llamado Copérnico hizo el descubrimiento de que la Tierra no es el centro del universo; que de hecho se mueve alrededor del Sol y no el Sol alrededor de la Tierra. Era un hombre prudente, y mantuvo secreto su descubrimiento durante treinta años. Pero en 1543, cuando ya tenía sobre sí el aliento de la muerte, persuadió a un impresor aterrado a que imprimiera su gran obra Las órbitas de los cuerpos celestes. Copérnico murió poco después; pero otros heredaron la tempestad.
A principios del siglo XVII, Galileo aceptó la teoría de Copérnico y lo afirmó públicamente. En 1616 le citó la Inquisición a Roma, y condenó su teoría. Se pronunció el veredicto: «La primera proposición de que el Sol es el centro, y no gira alrededor de la Tierra, es necia, absurda, falsa en teología y herética, porque contradice la Sagrada Escritura… La segunda proposición, que la Tierra no es el centro sino que gira alrededor del Sol, es absurda, falsa en filosofía, y desde un punto de vista teológico por lo menos, opuesta a la verdadera fe.» Galileo cedió. Prefirió someterse a morir; y durante años guardó silencio.
Un nuevo papa ascendió a la Santa Sede, y Galileo pensó que Urbano VIII era un hombre con amplia simpatía y más cultura que su predecesor; así es que, una vez más, salió al exterior con su teoría. Estaba equivocado en su esperanza. Esta vez tuvo que firmar una recantación o sufrir tortura.
Firmó: «Yo, Galileo, estando en mi septuagésimo años, estando prisionero y de rodillas, y en presencia de vuestras eminencias, teniendo ante mis ojos el Santo Evangelio, sobre el que pongo mi mano, abjuro, maldigo y detesto el error y la herejía del movimiento de la Tierra.» Su recantación le salvó de la muerte, pero no de la cárcel; y al final se le negó el derecho a ser enterrado en el panteón familiar.
No fue sólo la Iglesia Católica Romana la que trató de suprimir la verdad. Lutero escribió: «La gente ha prestado oído a un aprendiz de astrónomo -quería decir Copérnico-, que se empeñó en demostrar que la Tierra se mueve, y no los cielos o el firmamento, el Sol y la Luna… Este necio quería desbaratar toda la ciencia de la astronomía; pero la Sagrada Escritura no nos dice que Josué mandó pararse a la Tierra, sino que mandó pararse al Sol.»
Pero el tiempo sigue su marcha. Se puede amenazar con torturar a una persona. Para descubrir la verdad se la puede llamar estúpida y tratar de echarla del tribunal con burlas; pero eso no altera la verdad. «No está en vuestro poder -dijo el reformador escocés Andrew Melville- ahorcar o desterrar la verdad.» La verdad se puede atacar, aplazar, ocultar o insultar; pero con el tiempo prevalece. Uno tiene que tener cuidado, no sea que esté luchando contra la verdad.
(ii) Se aplica a nosotros y a nuestra propia vida y conducta. Cuando uno hace una cosa mala, lo que quiere es que no se descubra. Eso es lo que hicieron Adán y Eva cuando desobedecieron el mandamiento de Dios (Génesis 3: 8). Pero la verdad se las arregla para salir a la luz. En último análisis nadie puede ocultarse la verdad a sí mismo; y el que trata de mantener algo secreto no puede ser nunca feliz. La tela de araña del engaño no es nunca un escondite de confianza. Y, cuando se llega al final de la cosa, nadie puede guardarle secretos a Dios. A fin de cuentas es literalmente cierto que no hay nada que no se haya de revelar en la presencia de Dios. Cuando tenemos presente esto, estamos abocados a desear por encima de todo que nuestra vida sea tal que todo el mundo la pueda contemplar, y que Dios le pueda pasar revista sin que nos consuma la vergüenza.
Este fue otro de los dichos de Jesús: «¡Atención a lo que estáis oyendo! Lo que recibís depende de lo que dais. Será lo que deis lo que se os devuelva con creces.» En la vida siempre se nivelan las cosas. Lo que obtenga una persona estará determinado por lo que dé.
(i) Esto es verdad del estudio. Cuanto más estudio se esté preparado a dedicarle a un asunto, tanto más se sacará de él. En la antigua nación de los partos no se le daba nunca de comer a los jóvenes hasta que la habían sudado. Tenían que trabajar antes que comer. Así son todos los temas de estudio: dan placer y satisfacción en proporción al esfuerzo que se les aplique.
Así sucede especialmente con el estudio de la Biblia. Puede que a veces pensemos que hay ciertas partes de la Biblia que no nos dicen nada; pero si las estudiamos a menudo e intensamente llegan a ser las que nos dan una cosecha más abundante. Un estudio superficial de un asunto ni siquiera nos despertará interés; mientras que un estudio realmente intensivo nos dejará encantados y satisfechos.
(ii) Es verdad del culto. Cuanto más llevemos al culto de la casa de Dios, tanto más recibiremos en él. Cuando vamos al culto en la iglesia, hay tres actitudes equivocadas que debemos evitar.
(a) Podemos ir sólo para recibir. Si vamos de esa manera, lo más probable es que critiquemos al organista, y al coro, y le encontremos faltas a la predicación y a todo lo demás. Juzgaremos todo el culto como si fuera un espectáculo programado para entretenernos. Debemos ir preparados a dar; debemos recordar que el culto es un acto corporativo, y que cada uno de nosotros tiene que contribuir con algo. Si preguntamos, no: «¿Qué puedo yo sacar de este culto?» sino: «¿Qué puedo yo contribuir a este culto?», sacaremos mucho más de él que si hubiéramos venido simplemente para recibir.
(b) Podemos ir sin ilusión. Sólo por costumbre o por rutina. Puede que sea simplemente una parte del programa de la semana. Pero, después de todo, vamos a tener un encuentro con Dios, y en tales circunstancias pueden suceder cosas realmente maravillosas.
(c) Podemos ir sin prepararnos. Es fácil ir al culto de la casa de Dios sin ninguna preparación de mente o de corazón simplemente porque tenemos que darnos prisa para llegar a tiempo. Pero sería muy diferente,si,.antes de ir, pasáramos algún tiempo tranquilos en oración. Como los rabinos judíos decían a sus discípulos: «Oran mejor juntos los que antes han orado a solas.»
(iii) Es verdad de las relaciones personales. Una de los grandes principios de la vida es que vemos nuestro reflejo en otras personas. Si estamos enfadados y cabreados y de mal genio, probablemente los demás nos resultarán igualmente desagradables. Si somos criticones y no hacemos más que encontrar faltas, lo más probable es que los demás nos parezcan iguales. Si somos suspicaces y desconfiados, lo más probable es que los demás nos lo parezcan. Si queremos que los demás nos quieran, tenemos que empezar por quererlos. Como decía el sabio, el que quiera tener amigos tiene que empezar por portarse como un amigo (Proverbios 18:24). Era precisamente
porque Jesús creía en las personas por lo que las personas creían en Él.
«Al que ya tenga, se le dará todavía más; y al que no tenga, se le quitará hasta lo que tenga.» Este puede parecer un dicho injusto; pero la vida nos enseña que es inevitable y profundamente cierto.
(i) Es verdad del conocimiento. Cuanto más sabe una persona, tanto más es capaz de conocer. Uno no puede entrar en las riquezas de la literatura griega sin antes haber trillado su camino a través de la gramática griega. Cuando ya tiene la gramática elemental, se le pueda dar más, pero no si no.
Uno no puede disfrutar de lo mejor de la música hasta que aprende algo de la estructura de una sinfonía. Pero, cuando tiene ese conocimiento, se le abren las puertas para que disfrute más y más de las riquezas y bellezas de la música. Es igualmente cierto que a menos que una persona se dedique a la tarea de aumentar sus conocimientos, a fin de cuentas perderá hasta los conocimientos que tenía. Muchas personas, de jóvenes tenían un conocimiento suficiente de un idioma extranjero, o de ciencias naturales o de historia cuando estaban estudiando; pero dejaron de cultivarlo, y han perdido hasta el conocimiento que tenían.
Cuantos más conocimientos tenga una persona, más fácil le será adquirir más. Y si no está dispuesta a aumentarlos, pronto perderá los que tenía. Los maestros judíos tenían un dicho extrañamente expresivo. Decían que el estudiante tenía que ser tratado como un becerro joven: cada día se le debía aumentar la carga un poco. En el conocimiento no nos podemos quedar parados: o estamos ganando o perdiendo todo el tiempo.
(ii) Es verdad del esfuerzo. Cuanta más fuerza física tenga un hombre, tanta más podrá adquirir dentro de los límites de la naturaleza. Cuanto más entrene su cuerpo, tanto más podrá hacer con él.
Por otra parte, si deja que su estructura física se vuelva blanda y perezosa, acabará por perder hasta la forma que tenía. A veces haremos bien en recordar que nuestros cuerpos pertenecen a Dios tanto como nuestras almas. Muchos se han visto imposibilitados de conseguir un trabajo porque se han dejado llegar a una condición física que los incapacita.
(iii) Así sucede con cualquier arte o habilidad. Cuanto más desarrolla una persona la habilidad de sus manos, o de sus ojos, o de su mente, tanto más será capaz de desarrollarla. Si se contenta con ir a la deriva no intentando hacer nada nuevo nunca, no adoptando nunca ninguna nueva técnica, se quedará atascado en un trabajo sin progresar. Si descuida su habilidad particular se encontrará después con que la ha perdido completamente.
(iv) Eso sucede con la capacidad para asumir responsabilidad. Cuanta más responsabilidad asuma una persona, más podrá asumir. Cuantas más decisiones haya estado obligado a hacer, mejor capacitado estará para hacer más. Pero si una persona evita sus resppnsabilidades, si se desmarca de las decisiones y vacila todo el tiempo, a fin de cuentas será una criatura blanducha y sin firmeza, y totalmente incapaz de asumir responsabilidad y tomar ninguna decisión.
Una y otra vez en Sus parábolas, Jesús.deja bien sentado que la recompensa de un trabajo bien hecho es más trabajo para hacer. Es una de las leyes fundamentales de la vida, una ley que es peligroso olvidar, que cuanto más se ha ganado, más se puede ganar; y que, si no se hace ningún esfuerzo, se acaba perdiendo hasta lo que se tuvo.