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Jesús habla sobre la necesidad de velar

Mas en orden al día y a la hora, nadie lo sabe, ni aun los ángeles del cielo, ni el Hijo, sino sólo mi Padre. Velad, pues, sobre vosotros mismos, no suceda que se ofusquen vuestros corazones con la glotonería, y em­briaguez, y los cuidados de esta vida, y os sobrecoja de repente aquel día, que será como un lazo que sorprenderá a todos los que moran sobre la superficie de la tierra. Velad, pues, orando en todo tiempo, a fin de me­recer el evitar todos estos males venideros, y compare­cer ante el Hijo del hombre. Estad, pues alerta, velad y orad, ya que no sabéis cuan­do será el tiempo. A la manera de un hombre que salien­do a un viaje largo dejó su casa, y señaló a cada uno de sus criados lo que debía hacer, y mandó al portero que velase, velad, pues, vosotros, porque no sabéis cuando vendrá el dueño de la casa, si a la tarde o a la mediano­che o al canto del gallo, o al amanecer, no sea que vi­niendo de repente, os encuentre dormidos. En fin, lo que a vosotros os digo, a todos lo digo: Velad. Lo que sucedió en los días de Noé, eso mismo sucederá en la venida del Hijo del hombre. Porque así como en los días anteriores al diluvio proseguían los hombres comiendo y bebiendo, casándose y casando a sus hijos, hasta el día mismo de la entrada de Noé en el área; y no pensaron jamas en el diluvio, hasta que le vieron co­menzado, y los arrebató a todos, así sucederá en la ve­nida del Hijo del hombre. Entonces, de dos hombres que se hallaran juntos en el campo, uno será tomado o libertado, y el otro dejado o abandonado. Estarán dos mujeres moliendo en un mo­lino, y la una será tomada y se salvara, y la otra dejada y perecerá. Velad, pues, vosotros, ya que no sabéis a que hora ha de venir vuestro Señor. Estad ciertos que si un padre de familia supiera a que hora le había de asaltar el ladrón, estaría seguramente en vela y no dejaría robar su casa. Pues así mismo estad vosotros igualmente apercibidos, porque a la hora que menos penséis ha de venir el Hijo del hombre. ¿Quién pensáis que es el siervo fiel y prudente constitui­do por su Señor mayordomo sobre su familia para re­partir a cada uno el alimento a su tiempo? Bienaventurado el siervo, a quien cuando venga su Señor le hallare cumpliendo así con su obligación. En ver­dad os digo que le encomendará el gobierno de toda su hacienda. Pero si este siervo fuere malo, y dijere en su corazón: «Mi amo no viene tan presto; y con esto empezare a maltratar a los otros siervos, y a comer y a beber con los borrachos: vendrá el amo del siervo el día que no espera, y a la hora que menos piensa, le echará y le dará la pena que a los hipócritas o siervos infieles; allí sera el llorar y el crujir de dientes. Mateo 24: 36-51; Marcos 13: 32-37; Lucas 21: 34-38

Los versículos 36-41 de Mateo se refieren a la Segunda Venida, nos dicen algunas verdades de suma importancia.

(i) Nos dicen que el día y la hora de tal acontecimiento no los sabe más que Dios. Está claro, por tanto, que el especular acerca del tiempo de la Segunda Venida no es menos que una blasfemia; porque el que así especula está tratando de hurtarle a Dios secretos que solo Le pertenecen a Él. Nuestro deber es prepararnos y esperar.

(ii) Nos dicen que ese tiempo llegará repentinamente y por sorpresa sobre los que estén inmersos en las cosas -materiales. En la antigua historia del Génesis, Noé se preparó cuando hacía buen tiempo para el Diluvio que había de venir; y cuando vino, él estaba preparado. Pero el resto de la humanidad estaba perdido comiendo y bebiendo y casándose, y fueron sorprendidos totalmente de improviso, y fueron por tanto barridos. Estos versículos son una advertencia para que no estemos tan inmersos en el tiempo que olvidemos la eternidad, .para que nunca permitamos que los intereses del mundo, por muy necesarios que sean, nos distraigan totalmente de recordar que hay Dios, que las consecuencias de la vida y de la muerte están en Sus manos, y que citando nos llegue Su llamada, sea a la mañana o al mediodía o por la tarde, debe hallarnos preparados.

(iii) Nos dicen que la venida de Cristo será un tiempo de separación y de juicio cuándo Él recogerá a los Suyos.

No podemos ver más allá; porque Dios Se ha reservado ese conocimiento en Su sabiduría.

Hay que notar especialmente tres cosas en este pasaje.

(i) A veces se mantiene que cuando Jesús dijo que estas cosas iban a suceder en esta generación, estaba equivocado. Pero Jesús tenía razón, porque esta frase no se refiere a la Segunda Venida. No podía ser así, porque en la frase siguiente dice que no sabe cuándo será ese día. Se refiere a las profecías de Jesús acerca de la caída de Jerusalén y la destrucción del Templo, que se cumplieron ampliamente.

(ii) Jesús dice que no sabe el día ni la hora en que ha de volver. Había cosas que aun Él mismo dejaba en las manos de Dios. No puede haber una advertencia y una reprensión más serias a los que deducen fechas y esquemas acerca de la Segunda Venida. No es menos que blasfemia el que inquiramos acerca de algo que nuestro Señor confesaba ignorar.

(iii) Jesús traza una conclusión práctica: Somos como los que saben que su amo va a volver, pero que no saben cuándo. Vivimos a la sombra de la eternidad. No hay razón para estar en una actitud de expectación nerviosa e histérica. Pero quiere decir que nuestro trabajo ha de irse completando día a día. Quiere decir que debemos vivir de tal manera que no nos importe cuándo venga. Nos encarga la gran tarea de hacer que cada uno de nuestros días sea digno de que Él lo vea, y de estar en todo momento preparados para encontrarnos con Él cara a cara. Toda la vida se convierte en una preparación para encontrarnos con el Rey.

Empezamos su estudio diciendo que este era un capítulo muy difícil, pero que tenía verdades de carácter permanente que comunicarnos. Veámoslas.

(i) Nos dice que sólo el hombre de Dios puede intuir los secretos de la Historia. Jesús vio el destino de Jerusalén aunque otros seguían ciegos. Un verdadero estadista debe ser un hombre de Dios. Para guiar un país, un hombre debe primero ser guiado por Dios. Solamente el que conoce a Dios puede entrar de alguna manera en el plan de Dios.

(ii) Nos dice dos cosas acerca de la doctrina de la Segunda Venida de nuestro Señor Jesucristo.

(a) Nos dice que contiene un hecho que solamente a nuestro riesgo podemos olvidar o dejar de tener en cuenta.

(b) Nos dice que las imágenes en que está revestida son las del tiempo de Jesús, y que especular acerca de ellas es inútil cuando Jesús mismo estaba contento de no saber. Lo único de lo que podemos estar seguros es de que la Historia se dirige a alguna parte; hay una consumación por venir.

(iii) Nos dice que la cosa más necia es olvidar a Dios y estar inmerso en lo mundanal. Es sabio el que nunca se olvida de que debe estar preparado para cuando reciba la señal. Si vive teniéndolo presente, para él el fin no será de terror, sino de gozo eterno.

Aquí hay dos ideas principales:

(i) La de la Segunda Venida de Cristo. Sobre esto ha habido muchas discusiones y especulación; cuándo y cómo será no se nos ha concedido saber. Pero lo más importante es que la Historia se dirige a una culminación. Los estoicos pensaban en la Historia como un movimiento circular. Decían que cada tres mil años el mundo sufría una gran conflagración, y luego empezaba otra vez y la Historia se repetía. Eso quería decir que la Historia no iba a ninguna parte, y que la humanidad no hacía más que darle vueltas a la noria. La concepción cristiana de la Historia es que tiene una meta, y esa meta se alcanzará cuando Jesucristo sea Señor de todo. Eso es todo lo que sabemos y necesitamos saber.

(ii) Se hace hincapié en la necesidad de estar en guardia. El cristiano no debe llegar a creer que se encuentra en una situación definitiva; sino más bien en un continuo estado de espera. Cierto novelista tiene en uno de sus libros un personaje que no se rebaja a hacer ciertas cosas. «Yo sé -dice- que algún día sucederá algo importante en mi vida, y quiero estar preparada para recibirlo.» Debemos vivir constantemente a la sombra de la eternidad, en la seguridad de que nos estamos preparando para aparecer ante Dios. No puede haber nada más interesante para un cristiano. (iii) Jesús pasaba el día en el templo entre la gente, y la noche bajo las estrellas con Dios. Recibía la fuerza para encontrarse con las multitudes en aquellos momentos de soledad con Dios. Podía enfrentarse con los hombres porque venía de la presencia de Dios.

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