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Jesús previene acerca de divisiones futuras

Fuego vine a echar en la tierra; ¿y qué quiero, si ya se ha encendido? De un bautismo tengo que ser bautizado; y ¡cómo me angustio hasta que se cumpla! ¿Pensáis que he venido para dar paz en la tierra? Os digo: No, sino disensión. Porque de aquí en adelante, cinco en una familia estarán divididos, tres contra dos, y dos contra tres. Estará dividido el padre contra el hijo, y el hijo contra el padre; la madre contra la hija, y la hija contra la madre; la suegra contra su nuera, y la nuera contra su suegra. Lucas 12: 49-53

La venida de la espada

A los que estaban empezando a ver en Jesús al Mesías, el Ungido de Dios, estas palabras tienen que haberles producido una terrible conmoción. Esperaban un Mesías que fuera un rey conquistador, y una era mesiánica que fuera la edad de oro.

(i) En el pensamiento judío el fuego suele ser un símbolo del juicio. Así es que Jesús veía la venida de su Reino como un tiempo de juicio. Los judíos estaban convencidos de que Dios juzgaría a los demás pueblos con una medida, y a ellos con otra; que, por el mero hecho de ser judíos, ya tenían garantizada la absolución. Pero, por mucho que nos esforcemos en ignorar el elemento de juicio del mensaje de Jesús, ahí sigue firmemente establecido.

(ii) La versión Reina-Valera y otras muchas traducen el versículo 50: « De un bautismo tengo que ser bautizado.» El verbo griego baptizein quiere decir sumergir, y en la voz pasiva ser sumergido. A menudo se usa metafóricamente. Por ejemplo: se usa de un barco que se hunde bajo las olas; se puede usar refiriéndose a un hombre que « se sumerge» en la bebida y está borracho; o acerca de un estudiante que «se sumerge» en el estudio, o que « naufraga» en un examen. Pero principalmente se usa acerca de una persona sumergida en alguna experiencia tenebrosa y terrible; como dice el salmista: « Todas tus ondas y tus olas han pasado sobre mí» (Salmo 42:7).

En este sentido habla aquí Jesús. «Tengo que pasar una experiencia terrible, y la vida está llena de tensión hasta que la pase y salga triunfante de ella.» La cruz siempre estaba presente en su pensamiento. ¡Qué diferente de la idea judía del Mesías! Jesús no vino al mando de ejércitos vengadores con banderas desplegadas, sino para dar su vida en rescate por muchos (Mateo 20:28, y Marcos 10:45).

(iii) Su venida era inevitable que trajera división; y así sucedió. Esa fue una de las razones por las que los romanos odiaron el cristianismo: dividía las familias. Una y otra vez una persona tenía que decidir si amaba más a su familia que a Cristo. La esencia del Evangelio está en que la lealtad a Cristo tiene prioridad sobre todas las demás de la Tierra. Todos tenemos que estar dispuestos a darlo todo por perdido por el excelente conocimiento de Jesucristo (Filipenses 3:8).

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