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Romanos 5: Confiando en Dios, resultados de la justificación

(i) Está la idea de la solidaridad. El judío no se consideraba a sí mismo individualmente, sino siempre como parte de una tribu, de una familia o nación, aparte de la cual no tenía una identidad real. Hoy en día también se dice que si se le pregunta a un aborigen australiano cómo se llama, responde con el nombre de su tribu o clan. No piensa en sí mismo como una persona, sino como un miembro de una sociedad. Uno de los ejemplos más claros de esta mentalidad se ve en la venganza de sangre en los pueblos primitivos. Supongamos que uno que es de una tribu mata a otro que es de otra. La de la víctima adquiere la responsabilidad de vengarse de la otra; es la tribu la que ha sufrido un daño, y por tanto es la que debe buscar satisfacción.

En el Antiguo Testamento tenemos un claro ejemplo de esto. Es el caso de Acán que se nos cuenta en Josué 7. En el asedio a Jericó, Acán se quedó con parte del botín, desobedeciendo lo que Dios había mandado, es decir, que todo se destruyera. En la siguiente campaña, estaban cercando a Ha¡, que parecía una empresa mucho más fácil, pero los ataques fracasaron desastrosamente. ¿Por qué? Porque Acán había pecado, ya toda la nación había contraído culpa y fue castigada por Dios. El pecado de Acán no era el de un individuo, sino el de toda la nación. Esta no era una suma de individuos, sino una masa indivisible. Lo que hacía uno de sus miembros lo hacía la nación. Cuando se descubrió el pecado de Acán, no fue ejecutado él solo, sino toda su familia; porque Acán no era un individuo aislado, sino parte de un pueblo del que no se le podía separar.

Así es como Pablo ve a Adán: no como un individuo, sino como el representante de toda la humanidad; y, como tal, su pecado fue el de todos los seres humanos.

Pablo dice que «todos los seres humanos contraemos el pecado de Adán» -literalmente «pecamos en Adán»-. Si hemos de llegar a comprender el pensamiento de Pablo tenemos que saber lo que quiere decir aquí, y que lo dice en serio. A lo largo de la historia del pensamiento cristiano se han hecho esfuerzos para interpretar de diferentes maneras la conexión entre el pecado de Adán y el de la humanidad.

(a) Se ha pensado que este pasaje quiere decir que «todo ser humano es su propio Adán.» Esto quiere decir que, como Adán pecó, todos hemos pecado; pero que entre el pecado de Adán y el de la humanidad no hay ninguna conexión real, más que, como si dijéramos, que el pecado de Adán es típico del de todos los seres humanos.

(b) Existe la que se ha llamado la interpretación legal. Esta supone que Adán era el representante de la humanidad, y que ésta participa de la obra de su representante. Pero un representante ha de ser escogido por las personas a las que representa; y eso no lo podemos decir de Adán.

(c) Existe la interpretación de que, lo que heredamos de Adán es la tendencia al pecado. Eso es cierto, sin duda; pero no es lo que Pablo quiere decir. No encajaría en absoluto en su razonamiento.

(d) A este pasaje hay que darle lo que se ha llamado la interpretación realista, es decir, que, a causa de la solidaridad de la raza humana, toda la humanidad pecó de hecho en Adán. Esto no era ninguna idea rara para un judío, sino lo que creían de hecho los pensadores judíos. El autor de 2 Esdras lo dice con toda claridad: «Una semilla de mal se sembró en el corazón de Adán desde el principio, y ¡cuánta maldad ha producido hasta este tiempo! ¡Y cuánta producirá hasta que llegue el tiempo de la recolección!» (4:30). «Porque el primer Adán, que tenía un corazón malo, transgredió y fue vencido; y no sólo él, sino todos los que descienden de él» (3:21).

(ii) La segunda idea básica está íntimamente relacionada con la primera en el razonamiento de Pablo: La muerte es la consecuencia directa del pecado. Los judíos creían que, si Adán no hubiera pecado, los seres humanos habríamos sido inmortales. Sirac 2:23 dice: «Una mujer fue el origen del pecado, y por medio de ella morimos todos.» El Libro de la Sabiduría dice: «Dios creó al hombre para la inmortalidad, y le hizo a imagen de su propia naturaleza; pero la muerte penetró en el mundo a causa de la envidia del demonio.» En el pensamiento judío, el pecado y la muerte están íntimamente relacionados. A eso es a lo que Pablo está llegando por el complicado y difícil camino de pensamiento de los versículos 12 al 14. Vamos a trazar sus etapas en una serie de ideas.

(a) Adán pecó porque quebrantó el mandamiento directo de Dios de no comer del fruto del árbol prohibido; y porque pecó, murió, aunque había sido creado inmortal.

(b) La Ley no llegó hasta el tiempo de Moisés. Ahora bien: si no hay ley, no puede haber transgresión de la ley; es decir, pecado. Por tanto, los seres humanos que vivieron entre Adán y Moisés cometieron de hecho acciones pecaminosas, pero no se los podía considerar pecadores, porque no existía la Ley.

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