2 de Samuel 24:1 De nuevo la ira del Señor se encendió contra Israel, e incitó a David contra ellos, diciendo: Ve, haz un censo de Israel y de Judá.
El autor de 1 Crónicas 21 sitúa este acontecimiento al final del reinado de David, durante sus conversaciones finales con Salomón y los preparativos para transferirle el reino.
¿Provocó Dios que David pecara? Dios no provoca a la gente a pecar, pero sí permite que los pecadores revelen la pecaminosidad de sus corazones por medio de sus acciones. Dios presentó a David la oportunidad con el fin de tratar con una desastrosa tendencia nacional, y quería que este deseo se hiciese evidente. 1 de Srónicas 21:1 dice que Satanás incitó a David a que lo hiciese. Los escritores hebreos no siempre diferencian las causas primarias de las secundarias. De modo que si Dios permitió que Satanás tentase a David, para ellos era como si Dios lo hubiese hecho.
2 de Samuel 24:2 Y el rey dijo a Joab, jefe del ejército, que estaba con él: Recorre todas las tribus de Israel, desde Dan hasta Beerseba, y haz un censo del pueblo para que yo sepa el número de la gente.
2 de Samuel 24:3 Pero Joab respondió al rey: Que el Señor tu Dios añada al pueblo cien veces más de lo que son, mientras todavía vean los ojos de mi Señor el rey; pero, ¿por qué se complace mi Señor el rey en esto?
Joab comprendió la verdadera naturaleza de esta orden y el pecado que encerraba. La cuestión para David y para Israel nunca había sido la de cuántos hombres capaces de empuñar las armas se disponía. Su fuerza no residía en el número de guerreros, sino en el hecho de que Señor acompañaba al pueblo en su lucha. Esta orden contrasta con su valiente y ecuánime discurso ante Goliat. «Porque de Jehová es la batalla»
¿Qué había de malo en hacer un censo? Se llevó a cabo un censo en Números para preparar al ejército para conquistar la tierra prometida (Num_1:2; Num_26:2). Un censo sumaba los conscriptos para el ejército. La tierra ahora estaba en paz, así que no había necesidad de alistar las tropas. Israel había extendido sus fronteras y se había convertido en un poder reconocido. El pecado de David estuvo en contar a la gente para así poder vanagloriarse del tamaño de su nación y de su ejército: su poder y su defensa. Al hacer esto, puso su fe en el tamaño de su ejército, y no en la habilidad de Dios para protegerlos sin importar su número. Hasta Joab sabía que llevar a cabo el censo no era correcto, pero David no escuchó su consejo. Pecamos de una manera similar cuando depositamos nuestra seguridad en el dinero, en las posesiones o hasta en el poder de nuestra nación.
Valientes de David
Una de las formas en las que podemos entender el éxito de David es conociendo la clase de hombres que lo siguieron. Durante el tiempo en el que era perseguido por Saúl, David fue construyendo gradualmente una fuerza guerrera de algunos cientos de hombres. Algunos eran parientes, algunos eran parias y otros forajidos. Todos ellos tenían por lo menos una cosa en común: total devoción por David. Sus hazañas los hicieron famosos. En medio de estos hombres había grupos militares selectos como «los tres» y «los treinta». Fueron verdaderos héroes.