La mayor riqueza que un hombre puede poseer, la más valiosa por encima de todas las cosas, es la amistad, por lo general no surge de la noche a la mañana. Por ella paseas, a lo largo de tu vida, algunas veces es muy largo y placentero, y otras con trampas que nos hacen caer, produciéndonos heridas dolorosas, cuando esto sucede, es mejor alejarse, no sin antes aprender de esa experiencia y perdonar.
Siembra en ella cariño, alegría, sinceridad, fidelidad y bondad. Camina siempre con la frente en alto, el corazón abierto y el alma presta a perdonar.
Tenemos amigos en las distintas estaciones de nuestra vida. Le damos igualmente diferentes grados de importancia y trascendencia. Nace de inquietudes, pasatiempos o intereses comunes. Algunas tardan años en formarse y otras tan solo con unos minutos. Verás cómo con los años esta amistad se convierte en una eterna hermandad.
Lo que hace mágica la amistad es ese don que tiene para crear esperanza, en medio de la desolación y la capacidad de hacer ver a nuestros amigos sus cualidades, recursos y espiritualidad interior. Los amigos son la luz que día a día iluminan nuestra alma.
Siempre debemos estar agradecidos por su amistad, los de aquí, los de allá, los presentes y los ausentes, los reales y los imaginarios, a aquellos que lo han sido en momentos maravillosos e importantes y a aquellos que diciéndose amigos nos han lastimado. Con todos seguiré caminando esta senda hasta el final.
Dios nos regala al amigo y sea bueno o malo siempre debemos quererle, El nos dice en su palabra «Ama a tu prójimo como a ti mismo». Gracias le doy a Dios por mis buenos amigos y por los que no han sido muy buenos le pido que les bendiga y les ayude a ser mejores personas, estoy segura que así sera.
Dios les bendiga