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Jeremías 33: Promesas de Restauración.

Jeremías 33:1  Vino la palabra del Señor a Jeremías por segunda vez, mientras él estaba aún detenido en el patio de la guardia, diciendo:

Dios restauraría Jerusalén, no porque el pueblo clamara, sino porque era parte de su plan final. El desastre de Babilonia no cambió los propósitos que  Dios tenía para su pueblo. Si bien destruirían a Jerusalén, sería restaurada (después de los setenta años de cautiverio y al final de los tiempos cuando el Mesías venga a gobernar). A la justicia de  Dios siempre la acompaña su misericordia.

Jeremías 33:2  Así dice el Señor que hizo la tierra, el Señor que la formó para establecerla; el Señor es su nombre:

Jeremías 33:3  «Clama a mí, y yo te responderé y te revelaré cosas grandes e inaccesibles, que tú no conoces.»

Clama, qara: Llamar a alguien, exclamar, dirigirse a alguien, gritar, proclamar o desahogarse. Qara a menudo describe el gritar para llamar la atención de alguien, o invocar al Señor, o a su santo nombre. Algunas veces qara significa «nombrar algo», es decir, llamarlo por su nombre, como hizo  Dios cuando llamó a la luz día y a las tinieblas noche. De forma similar, qara implica el darle nombre a lugares, días de fiesta o niños; por ejemplo, Lea alabó al Señor por el nacimiento de su hijo y le dio el nombre de Judá. Qara aparece más de 700 veces en las Escrituras.

La revelación divina y la guerra espiritual, la guerra de la fe.  Dios prometió a Jeremías que, si le llamaba, no sólo le contestaría, sino que le revelaría «cosas grandes y ocultas», que no podrían conocerse de otra manera. La palabra «ocultas», del hebreo batsar, se traduciría mejor como: «aislado» o «inaccesible». Se sugiere que  Dios daría a Jeremías «intuición reveladora», al revelar cosas que de otra manera permanecerían aisladas o inaccesibles. Tal «intuición reveladora» siempre ha sido esencial para el claro entendimiento de una victoriosa guerra espiritual. Uno no puede orar efectivamente sin cierta intuición en cuanto a cómo orar, y tampoco sin saber lo que  Dios verdaderamente anhela que busquemos en la oración

Dios le aseguró a Jeremías que solo tenía que clamar a  Dios y que El contestaría.  Dios está listo para contestar nuestras oraciones, pero debemos pedir su ayuda. Con seguridad uede ocuparse de nuestras necesidades sin que se lo pidamos. Pero cuando lo hacemos, reconocemos que solo El es  Dios y que no podemos lograr con nuestras fuerzas todo lo que está en su dominio hacer. Cuando pedimos, debemos humillarnos, echar a un lado nuestra preocupación y obstinación, y determinarnos a obedecerle.

Babilonia ataca Juda :   Sedequías provocó la ira de Babilonia al aliarse con Egipto y no rendirse como  Dios le ordenó a través de Jeremías. Nabucodonosor atacó Judá por tercera y última vez, moviéndose en forma sistemática hasta que cayeron todas sus ciudades. Jerusalén resistió el sitio durante varios meses, pero la quemaron según lo predijo Jeremías

La firme promesa de  Dios es que si clamamos a él, nos revelará cosas grandes y ocultas que no conocemos.

Jeremías 33:4  Porque así dice el Señor,  Dios de Israel, acerca de las casas de esta ciudad y acerca de las casas de los reyes de Judá que han sido derribadas para hacer defensas contra los terraplenes de asalto y contra la espada:

Las casas del pueblo y los reyes se demolían frecuentemente para reforzar los muros de la ciudad o para facilitar el movimiento de las tropas en el perímetro urbano.

Jeremías 33:5  «Mientras ellos vienen a pelear contra los caldeos y a llenarlas con los cadáveres de los hombres que herí en mi ira y en mi furor, pues yo había escondido mi rostro de esta ciudad a causa de toda su maldad,

Jeremías 33:6  he aquí, yo le traeré salud y sanidad; los sanaré y les revelaré abundancia de paz y de verdad.

Tras el castigo y el arrepentimiento vendrá la sanidad, los cautivos retornarán, serán limpiados de pecado, y la ciudad será a su  Dios por nombre de gozo , de alabanza y de gloria , entre todas las naciones de la tierra .

Jeremías 33:7  «Restauraré el bienestar de Judá y el bienestar de Israel y los reedificaré como eran al principio.

Jeremías 33:8  «Los limpiaré de toda la maldad que cometieron contra mí, y perdonaré todas las iniquidades con que pecaron contra mí y con las que se rebelaron contra mí.

Jeremías 33:9  «Y la ciudad  será para mí un nombre de gozo, de alabanza y de gloria ante todas las naciones de la tierra, que oirán de todo el bien que yo le hago, y temerán y temblarán a causa de todo el bien y de toda la paz que yo le doy.»

Jeremías 33:10  Así dice el Señor: «En este lugar, del cual decís vosotros: ‹Es una desolación, sin hombres y sin animales›, en las ciudades de Judá y en las calles de Jerusalén que están desoladas, sin hombres, sin habitantes y sin animales, se oirá de nuevo

Jeremías 33:11  voz de gozo y voz de alegría, la voz del novio y la voz de la novia, la voz de los que dicen: ‹Dad gracias al Señor de los ejércitos, porque el Señor es bueno, porque para siempre es su misericordia›; y de los que traen ofrenda de acción de gracias a la casa del Señor. Porque restauraré el bienestar de esta  tierra como fueron al principio»–dice el Señor.

El reverso de anteriores declaraciones de juicio

Jeremías 33:12  Así dice el Señor de los ejércitos: «En este lugar desolado, sin hombres y sin animales, y en todas sus ciudades, habrá de nuevo morada de pastores que hagan descansar sus rebaños.

Jeremías 33:13  «En las ciudades de la región montañosa, en las ciudades de la llanura, en las ciudades del Neguev, en la tierra de Benjamín, en los alrededores de Jerusalén y en las ciudades de Judá, volverán a pasar las ovejas bajo las manos del que las cuenta»–declara el Señor.

Jeremías 33:14  «He aquí, vienen días»–declara el Señor–»en que cumpliré la buena palabra que he hablado a la casa de Israel y a la casa de Judá.

Las palabras se repiten con poca variación, y se amplían para incluir también el pacto con Leví. Al salir a relucir ese tema,  Dios reafirma la vigencia de su pacto con David y Leví.

Jeremías 33:15  «En aquellos días y en aquel tiempo haré brotar de David un Renuevo justo, y El hará juicio y justicia en la tierra.

Jeremías 33:16  «En aquellos días estará a salvo Judá, y Jerusalén morará segura, y este es el nombre con el cual será llamada: el Señor, justicia nuestra.»

Estos versículos se refieren tanto a la primera venida como a la segunda venida de Cristo. En su primera venida establecería su Reino en los corazones de los creyentes. En la segunda ejecutará justicia y rectitud en toda la tierra. Cristo es «el Renuevo de justicia» que brotará de David, el hombre conforme al corazón de  Dios.

Jeremías 33:17  Porque así dice el Señor: «Nunca le faltará a David quien se siente sobre el trono de la casa de Israel;

No faltará a David varón : Indica que la dinastía de David no caducará. Aunque no siempre haya alguien reinando sobre el trono de Judá, su línea se mantendrá y finalmente establecerá un reinado eterno. El ángel Gabriel le reveló a María que en Jesús se cumplía este pacto

Jeremías 33:18  y a los sacerdotes levitas nunca les faltará quien en presencia mía ofrezca holocausto, queme ofrendas de cereal y prepare sacrificios todos los días.»

Cuando Cristo cumpla con el rol de Rey, también cumplirá con el rol de Sacerdote, manteniendo una relación constante con  Dios e intercediendo por su pueblo. Este versículo no quiere decir que los sacerdotes actuales vayan a realizar sacrificios, debido a que ya no serán necesarios. Ahora que Cristo es nuestro Sumo Sacerdote, todos los creyentes somos sacerdotes de  Dios y podemos ir a El en forma personal.

Jeremías 33:19  Y vino palabra del Señor a Jeremías, diciendo:

Jeremías 33:20  Así dice el Señor: «Si pudierais romper mi pacto con el día y mi pacto con la noche, de modo que el día y la noche no vinieran a su tiempo,

Jeremías 33:21  entonces también se podría romper mi pacto con mi siervo David, y él no tendría hijo para reinar sobre su trono con los sacerdotes levitas, mis ministros.

Jeremías 33:22  «Como no se puede contar el ejército del cielo, ni se puede medir la arena del mar, así multiplicaré la descendencia de mi siervo David y de los levitas que me sirven.»

Jeremías 33:23  Y vino palabra del Señor a Jeremías, diciendo:

Jeremías 33:24  ¿No has observado lo que este pueblo ha hablado, diciendo: «Las dos familias que el Señor escogió, las ha desechado»? Desprecian a mi pueblo, ya no son una nación ante sus ojos.

Jeremías 33:25  Así dice el Señor: «Si no permanece mi pacto con el día y con la noche, y si no he establecido las leyes del cielo y de la tierra,

Jeremías 33:26  entonces desecharé la descendencia de Jacob y de mi siervo David, para no tomar de su descendencia quien gobierne sobre la descendencia de Abraham, de Isaac y de Jacob. Pero yo restauraré su bienestar y tendré de ellos misericordia.»

Promesas de Restauración

El contenido de este capítulo parece ser una continuación del oráculo anterior, ya que gira en torno a la restauración maravillosa de Jerusalén desolada. La revelación tuvo lugar en el atrio de la guardia, como la anterior. El capítulo se divide en dos partes netas:

a) restauración de Judá
b) porvenir de la dinastía davídica y del sacerdocio levítico.

Esta segunda parte falta en el texto griego, y es muy similar a 31:34-40. Parece, pues, una aplicación a Jerusalén, por un redactor posterior, de lo que en 23:6 se había vaticinado de Israel en general.

Parece que este vaticinio tuvo lugar, como el anterior, cuando el asedio de Jerusalén era intenso y se preveía el fatal desenlace. La redacción debe de ser de Baruc, secretario del profeta; por eso en el versículo 1 habla cíe éste en tercera persona: Jeremías estaba preso en el atrio de la guardia. La frase por segunda vez supone la revelación Deuteronomio 32:16ss. El ambiente histórico es el mismo. El oráculo ahora recibido se asienta en la veracidad de Yahvé, que ha hecho la tierra, la ha formado y afirmado. Es la fórmula tradicional para recalcar enfáticamente la certeza de lo que se anuncia *. Lo mismo se ha de decir de la expresión Yahvé es su nombre. El te-tragrammaton del  Dios libertador del Sinaí era la garantía de su poder para cumplir nuevas maravillas. También ahora quiere comunicar cosas grandes y ocultas, el vaticinio que sigue en torno a la restauración de Judá. Yahvé mismo está ansioso de comunicarlas para confortarle a él y a sus oyentes; por eso le invita a que le pregunte sobre las mismas.  Dios quiere contraponer la situación trágica y desesperada actual y el futuro esplendoroso que espera a la ciudad derruida. Ahora las casas y los palacios están destruidos, y con sus ruinas sirven de baluartes  para rechazar a los caldeos, y todo esto por especial permisión divina: llenándose de cadáveres de hombres que yo herí en mi indignación. Los invasores caldeos no son sino instrumentos de su justicia vengadora y purificadera, Yahvé se ha desentendido temporalmente de Jerusalén, ocultando su rostro por sus maldades. Pero estas ruinas no son definitivas, ya que después llegará la hora de la reconstrucción. El castigo hará que se purifiquen y hagan penitencia, con lo que Yahvé les perdonará todas sus transgresiones, quedando limpios para constituir una nueva teocracia, que será causa de renombre, alabanza (para Yahvé) entre todos los pueblos de la tierra. Como el castigo infligido a Judá había sido objeto de burla y consternación entre los paganos, así su restauración la hará objeto de bendición y admiración de los mismos.

Continúa el pensamiento de restauración de la sección anterior, concretando particularidades de la restauración. Con la venida de los desterrados renacerá la vida y alegría en los lugares que ahora son desiertos, sin hombres ni bestias. Se reanudará el culto sincero en el templo y se oirán los alegres cantos nupciales. El grito de alabanza del versículo 11 es una fórmula litúrgica corriente en los Salmos.

Además surgirá de nuevo la vida pastoril, abundando por doquier el ganado, que pasará bajo la mano del que lo cuenta; alusión a la costumbre del pastor, que diariamente cuenta sus ovejas para ver si falta alguna.

Esta sección tiene el aire de una compilación de textos en torno a dos ideas fundamentales: la reconstrucción y permanencia de la dinastía davídica y del sacerdocio levítico. Parece que un redactor posterior al exilio recogió de la tradición hebrea, y sobre todo del mismo Jeremías, fragmentos en los que se hablaba de la resurrección de las dos instituciones fundamentales de la teocracia israelita. Después del destierro, los israelitas no tuvieron rey hasta la época asmonea, y el mismo sacerdocio levítico no parecía tener el ascendiente e importancia que había tenido antes del destierro. Los fieles yahvistas estaban inquietos y ansiosos porque no llegaba la hora de la plena restauración de las instituciones fundamentales de su pueblo. El redactor recoge fragmentos proféticos diversos para probar que la promesa de Yahvé sobre la perennidad de la dinastía davídica y sobre la permanencia del sacerdocio levítico estaba en pie y que había de cumplirse algún día. Por eso, esta profecía parece insertada en el llamado “libro de consolación” de Jeremías.

En efecto, Yahvé hará surgir de la dinastía davídica un retoño que obrará en todo conforme a su justicia, haciendo prosperar a su reino, de forma que podrá llevar bien el nombre simbólico de Yahvé, nuestra justicia, porque en todas las manifestaciones de la vida social de la nueva teocracia prevalecerá el sentido de equidad, basada en los derechos de Yahvé. La buena palabra o venturosa promesa es la misma Deuteronomio 29:10, relativa a la restauración mesiánica, y se refiere a toda la descendencia de Jacob: la casa de Israel y la casa de Judá, como en 23:6. Pero después la profecía se orienta de modo particular a la suerte de Judá y Jerusalén, trasladando la promesa Deuteronomio 23:6 al reino del sur, como primer plano. La expresión en esos días suscitaré, es típica para designar los tiempos mesiánicos, anhelados de todos, y por eso son los días por excelencia, sin más determinación. La expresión es, pues, solemne y enfática en boca de los profetas, que quieren llamar la atención sobre la gran realidad de los tiempos objeto de todas las esperanzas.

El renuevo de justicia es paralelo al renuevo justo Deuteronomio 23:5, del que parece ser una simple variante. El sentido es el mismo. La mente del profeta se proyecta directamente sobre un personaje ideal de la dinastía davídica, al que llama renuevo, dependiendo literariamente quizá de Isaías 11:1, donde se habla del “renuevo de la casa de Jesé,” la casa de David. Se le llama de justicia porque implantará un reinado de equidad: hará derecho y justicia en la tierra. De ahí que se le podrá dar el nombre simbólico de Yahvé, nuestra justicia. Como en Isaías 7:14, Emmanuel es el nombre del Mesías, en cuanto que simboliza la protección de Yahvé sobre su pueblo, aquí es llamado Sidquenu (“Yahvé es nuestra justicia”), en cuanto que inaugurará un reinado de plena justicia.

A continuación se anuncia la permanencia de la dinastía davídica como garantía de que aparecerá un día el renuevo de justicia . Y asociada a esta profecía está la relativa a la permanencia de la casta sacerdotal. La dinastía davídica cesó de reinar sobre Judá en el 586, cuendo fue tomada Jerusalén por los caldeos. Su último rey, Sedecías, fue llevado en cautividad a Babilonia. Después del exilio, el jefe de los primeros repatriados fue Zorobabel, de la familia davídica; pero no tuvo nunca el título de rey, sino que era como un gobernador dependiente de la satrapía persa. El sacerdocio levítico, en cambio, tuvo gran auge después de la cautividad, precisamente porque no había rey que les hiciera contrapeso. Bajo los Macabeos y Asmoneos (s.II a.C.) se unieron los dos poderes. La dinastía davídica, como institución de gobierno temporal, de hecho desapareció de la historia hebrea, y el sacerdocio levítico se extinguió con la destrucción de Jerusalén por Tito en el año 70 d. G. ¿Cómo se cumplió, pues, la profecía de la permanencia de la dinastía davídica y del sacerdocio levítico ? De nuevo aquí tenemos que hablar del empalme del Israel histórico con el “Israel de  Dios.” La grandeza de la dinastía davídica se salvó, y se sublimó en la persona de su máximo representante, el Mesías-Jesucristo. Descendiente de la casa de David 13, inauguró un nuevo reino, del que la historia de Israel había sido una preparación. Cristo es realmente rey, pero en un plano muy superior, no soñado por el mismo Jeremías. Su reino es realmente de justicia, y por eso con todo derecho puede llamarse Jesús-Mesías: Yahvé es nuestra justicia (Sidquenu), como también Emmanuel (“ Dios con nosotros”), nombres todos descriptivos y aproximativos de su excelsa misión. Como siempre, los profetas intuyen horizontes altísimos para su tiempo, pero muy inferiores a la realidad del A.T. Nunca los profetas pudieron comprender la grandeza espiritual de la futura Iglesia fundada por Cristo, aun en su primer estadio de militante.

La cuestión de la continuidad del sacerdocio levítico habrá que resolverla también en un plan análogo. El sacerdocio del A.T. fue sustituido y sublimado por el instituido por Cristo. Pero lo mismo que los sacrificios cruentos del A.T. en el templo de Jerusalén eran tipo y preparación del gran sacrificio eucarístico de la cruz, así también el sacerdocio del A.T. fue la preparación del sacerdocio. Malaquías habla de otro sacrificio universal que sustituirá al de Jerusalén. Aquí el profeta también parece tener intuición sobrenatural sobre una etapa más gran Diosa del sacerdocio, de la que el levítico es una sombra y preparación. Esta perennidad de la realeza davídica y del sacerdocio levítico es proclamada enfáticamente a continuación. Como existe una ley o pacto constante que dirige el curso del día y de la noche y los movimientos de las milicias celestes o estrellas, así existe un pacto de parte de Yahvé que asegura la permanencia de la dinastía davídica y del sacerdocio levítico. Así sale al paso del escepticismo de sus contemporáneos respecto del destino de su pueblo. La catástrofe les había hecho pensar que Yahvé se había arrepentido de la elección de Israel y de Judá y que los había desechado definitivamente: Las dos familias que eligió Yahvé las ha repudiado. En la mente de todos estaba el recuerdo de la catástrofe de Samaría, rendida a las tropas asirías de Sargón II en el 721 a.C., y la deportación en masa de sus habitantes, los cuales, después de más de un siglo, no tenían esperanza de retornar a su hogar patrio. Esta misma suerte espera a Jerusalén y Judá, a las que desprecian por no ser ya nación. Creen los contemporáneos de Jeremías que el pueblo judío, como colectividad nacional política, ha desaparecido para siempre. Pero Yahvé niega que los haya repudiado definitivamente, y lo afirma con carácter de juramento. Tan seguro está de ello como que ha hecho pacto con el día y la noche. Y cita a los grandes antepasados: Abraham, Isaac y Jacob, para recordarles las promesas gran Diosas a ellos hechas. Yahvé se ha empeñado por ellas a mantener la estirpe de Jacob; por eso, después de la catástrofe purificadera, hará volver a los cautivos, teniendo piedad de ellos. Es una nueva promesa de consolación.

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