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Jeremías 35: Fidelidad de los Recabitas y Desobediencia de los Judíos.

El jefe de los recabitas parece ser un tal Jazanías, hijo de Jeremías, para nosotros desconocido. El nombre de Jeremías era común entonces, pues aparece en una de las ostracas de Lakis. Jeremías los introduce en la cámara de los hijos de Janán, hombre de Dios; la indicación debía de ser clara para los contemporáneos del redactor, pero nosotros no conocemos a ese personaje Janán; pero, al aplicársele el denominativo de hombre de Dios, bien podemos presumir que se trataba de un fiel profeta yahvista que estaba en buenas relaciones con Jeremías, el profeta de Yahvé por excelencia de la época. En ese caso, la expresión hijos de Janán bien pudiera aludir a los discípulos del profeta, que tenían sus reuniones para sus instrucciones disciplinares en una de las cámaras del templo, a las que tenía fácil acceso Jeremías por su amistad con el hombre de Dios, Janán. La cámara de los príncipes, o dignatarios en general, debía de ser el lugar de consejo de los magnates de Jerusalén. Debajo de la de Mahasías: sabemos que los departamentos que rodeaban el templo estaban distribuidos en tres pisos. Guardia de la puerta, el tercer cargo en la dirección del templo.

Jeremías les invita a beber vino, según indicación divina, para probar su virtud, y ellos lo rechazan abiertamente, como contrario a las prescripciones recibidas de Jonadab, hijo de Recab, nuestro padre. El sentido de padre aquí es el de progenitor y organizador de la vida del clan de los recabitas. Les prohibió todo lo que pudiera recordar la vida sedentaria de agricultores: no construyáis casas. ni plantéis viñas. El ideal para ellos era vivir errantes en tiendas, como medio de conseguir la bendición divina. Para ellos, la vida nómada era el mejor medio de mantenerse fieles a Dios y así merecer sus bendiciones. Debían de estar constantemente cambiando de lugar y pasando por las diferentes tierras de Canaán como peregrinos o huéspedes. Si ahora viven en Jerusalén, es excepcionalmen-te, obligados por las incursiones del ejército babilónico, o de las bandas de Aram o Siria, Moab y Ammón, que efectivamente desolaron Palestina hacia el año 602 a.C., aprovechándose de la invasión de Nabucodonosor.

El profeta había convocado a los recabitas a la cámara del templo por orden de Yahvé, sin saber el sentido de ello, y, cuando se hallaba reunido con los fieles descendientes de Recab, recibe una comunicación divina explicando lo acaecido. Todo ha sido ejecutado para dar una reprensión al pueblo judío, infiel a los mandatos divinos. El profeta contrasta la conducta de los recabitas con la de sus compatriotas. Aquéllos obedecen ciegamente a un precepto humano dado sólo en una ocasión, mientras que los israelitas desobedecen a un precepto divino que reiteradamente les ha sido propuesto. Por eso, el castigo es inevitable; pero, a pesar de la catástrofe que se avecina, los hijos de Recab se salvarán y estarán siempre ante la presencia de Yahvé, gozarán de su protección. No sabemos más de la suerte de este clan ejemplar después del exilio, pero en la historia santa quedó como modelo de fidelidad a Yahvé.

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