Y después dijo a sus discípulos: Por eso os digo a vosotros: No andéis inquietos en orden a vuestra vida, sobre lo que comeréis y en orden a vuestro cuerpo sobre qué vestiréis. Más importa la vida que la comida, y el cuerpo que el vestido. Reparad en los cuervos: ellos no siembran, ni siegan, no tienen despensa, ni granero; sin embargo, Dios los alimenta. Ahora bien, ¿cuánto más valéis vosotros que ellos? ¿Quién de vosotros, por mucho que discurra, puede acrecentar a su estatura un codo? Pues si ni aun para las cosas más pequeñas tenéis poder, ¿a qué fin inquietaros por las demás? Contemplad las azucenas cómo crecen, no trabajan, ni tampoco hilan; no obstante os digo, que ni Salomón con toda su magnificencia estuvo jamás vestido como una de estas flores. Pues si a una hierba que hoy está en el campo, y mañana se echa en el horno, Dios así la viste, ¿cuánto más a vosotros, hombres de poquísima fe? Así que no estéis acongojados cuando buscáis de comer o de beber; ni tengáis suspenso o inquieto vuestro ánimo; las gentes del mundo son los que van afanados tras de esas cosas, bien sabe vuestro Padre que de ellas necesitáis. Por tanto, buscad primero el reino de Dios y su justicia; que todo lo demás se os dará por añadidura. No tenéis vosotros que temer, pequeñito rebaño, porque ha sido el agrado de vuestro Padre daros el reino. Vended, si es necesario, lo que poseéis, y dad limosna. Haceos unas bolsas que no se echen a perder; un tesoro en el cielo que jamás se agota, adonde no llegan los ladrones, ni roe la polilla. Porque donde está vuestro tesoro, allí también estará vuestro corazón. Lucas 12: 22-34
No era extraño en la Palestina de aquel tiempo el llevar los pleitos a los rabinos más respetables; pero Jesús se negó a dejarse involucrar en cuestiones de dinero. Eso sí: aprovechó la ocasión para establecer cuál había de ser la actitud de sus seguidores en relación con las cosas materiales. Jesús tenía algo que decirles tanto a los que tenían abundancia de bienes materiales como a los que no.
(i) Jesús dirigió esta parábola del Rico Insensato a los que tienen muchos bienes de este mundo. Dos cosas resaltan en ese hombre.
(a) Nunca veía más allá de sí mismo. Es la parábola en que aparecen más palabras de la primera persona: yo, me, mí, mi, mío. A un alumno le preguntaron una vez qué clase de palabras eran mío y tuyo, y contestó: «Pronombres agresivos» -en vez de posesivos. El rico insensato era agresivamente egoísta. Si le sobraba algo, no pensaba en dárselo a nadie. Toda su actitud era lo contrario del Evangelio: en vez de negarse a sí mismo se afirmaba agresivamente a sí mismo; en vez de encontrar la felicidad en el dar, la buscaba en el guardar para sí.
El principio de John Wesley era ahorrar todo lo que pudiera, y dar todo lo que pudiera. Cuando estaba en Oxford tenía unos ingresos de 30 libras al año: vivía con 28 y daba las otras 2. Cuando sus ingresos ascendieron a 60 libras, a 90 y a 120 al año, todavía vivía con 28 y daba el resto. El inspector general de la plata le dijo que tenía que pagar un impuesto, y Wesley contestó: « Tengo dos cucharillas de plata en Londres y otras dos en Bristol. Esa es toda la plata que tengo de momento, y no tengo intención de comprar más mientras haya tantas personas a mi alrededor que necesitan pan.» Los romanos tenían el dicho de que el dinero es como el agua del mar: cuanta más se bebe, más sed se tiene. Mientras se tenga la actitud del rico insensato, el deseo es tener más -y eso es lo contrario del Evangelio.
(b) Nunca veía más allá de este mundo. Todos sus planes eran para esta vida. Una vez estaban hablando un joven ambicioso y un hombre mayor que conocía la vida. El joven decía: « Me prepararé para una profesión.» Y el hombre le preguntaba: « ¿Y luego?» «Pondré un negocio.» «¿Y luego?» « Haré una fortuna.» « ¿Y luego?» «Supongo que me iré haciendo viejo, y me retiraré y viviré de las rentas.» « ¿Y luego?» «Bueno, supongo que algún día me tendré que morir.» «¿Y luego?» ¡Inquietante final! El que no quiere acordarse de que hay otra vida está destinado a sufrir la más trágica desilusión.
(ii) Pero Jesús tenía algo que decirles a los que tenían pocos bienes de este mundo. En todo este pasaje, lo que Jesús prohíbe es la ansiedad ola preocupación. Jesús no dijo nunca que tenemos que vivir como unos vagos, o manirrotos, o pródigos. Lo que sí dijo es que tenemos que hacerlo todo lo mejor posible, y dejar el resto a Dios. Los lirios de los que habla Jesús eran las amapolas, que pueblan las laderas de los montes después de los infrecuentes chubascos veraniegos. En un día florecen y mueren. La leña escaseaba en Palestina, y se usaba la hierba y las flores secas para calentar el horno. « Si Dios -dijo Jesús- se cuida de los pájaros y de las flores, ¡cuánto más se cuidará de vosotros!»
Jesús dijo: « Buscad en primer lugar el Reino de Dios.» Ya hemos visto que el Reino de Dios se hace realidad en la Tierra cuando se hace la voluntad de Dios tan perfectamente como en el Cielo; así es que Jesús estaba diciendo: « Aplicad todo vuestro esfuerzo a obedecer a la voluntad de Dios, y contentaos con eso. Mucha gente aplica todos sus esfuerzos a amontonar cosas que por naturaleza no pueden durar. Trabajad por las cosas que duran para siempre, que no tendréis que dejar atrás cuando salgáis de este mundo, sino que podréis llevar con vosotros.»
En Palestina, como en el resto del mundo, la riqueza se veía muchas veces en la manera de vestir; ¡pero la ropa lujosa puede ser presa de las polillas! En cambio, si una persona viste su alma con ropa de honor y pureza y bondad, nada de este mundo la puede estropear. Si buscamos nuestro tesoro en el Cielo, allí se orientarán los anhelos del corazón; y, si en la Tierra, en ella quedará retenido nuestro corazón, y algún día tendremos que decirles adiós; porque, como dice el tenebroso y realista proverbio español, «Una mortaja no tiene bolsillos.»