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Jesús condena a los líderes religiosos

Pero ¡ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas, que cerráis el reino de los cielos a los hombres; porque ni vosotros entráis ni dejáis entrar a los que entrarían! ¡Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas, que devoráis las casas de las viudas, con el pretexto de hacer largas oraciones; por eso recibiréis sentencia mucho más rigurosa! ¡Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas, porque andáis girando por mar y tierra a trueque de convertir un gentil; y después de convertido, le hacéis con vuestro ejemplo y doctrina digno del infierno dos veces más que vosotros! ¡Ay de vosotros, guías o conductores ciegos, que decís: Jurar por el templo, no es nada, no obliga; mas quien jura por el oro del templo está obligado! ¡Necios y ciegos! ¿Qué vale más, el oro, o el templo que santifica al oro? Y si alguno, decís, jura por el altar, no importa; mas quien jurare por la ofrenda puesta sobre él, se hace deudor. ¡Ciegos! ¿Qué vale más, la ofrenda, o el altar que santifica la ofrenda? Cualquiera, pues, que jura por el altar, jura por él, y por todas las cosas que se ponen sobre él. Y quien jura por el templo, jura por él, y por aquel Señor que le habita. Y el que jura por el cielo, jura por el trono de Dios, y por aquel que está en él sentado. ¡Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas, que pagáis diezmo hasta de la hierbabuena y del anís y del comino y habéis abandonado las cosas más esenciales de la ley: La justicia, la misericordia y la buena fe! Estas debierais observar, sin omitir aquéllas. ¡Oh guías ciegos! que coláis cuando bebéis por si hay un mosquito, y os tragáis un camello. ¡Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas, que limpiáis por fuera la copa y el plato, y por dentro, en el corazón, estáis llenos de rapacidad e inmundicia! ¡Fariseo ciego!, limpia primero por dentro la copa y el plato, si quieres que lo de fuera sea limpio. ¡Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas, porque sois semejantes a los sepulcros blanqueados, los cuales por afuera parecen hermosos a los hombres, mas por dentro están llenos de huesos de muertos, y de todo género de podredumbre! Así también vosotros en el exterior os mostráis justos a los hombres; mas en el interior estáis llenos de hipocresía y de iniquidad. ¡Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas, que edificáis los sepulcros de los profetas, y adornáis los monumentos de los justos, y decís: Si hubiéramos vivido en tiempo de vuestros padres, no hubiéramos sido sus cómplices en la muerte de los profetas; con lo que dais testimonio contra vosotros mismos de que sois hijos de los que mataron a los profetas. Acabad, pues, de llenar la medida de vuestros padres. ¡Serpientes, raza de víboras! ¿Cómo será posible que evitéis el ser condenados al fuego del infierno? Porque he aquí que yo voy a enviaros profetas, y sabios, y escribas, y de ellos degollaréis a unos, crucificaréis a otros, a otros azotaréis en vuestras sinagogas, y los andaréis persiguiendo de ciudad en ciudad, para que recaiga sobre vosotros toda la sangre inocente derramada sobre la tierra, desde la sangre del justo Abel hasta la sangre de Zacarías, hijo de Baraquías, a quien matasteis entre el templo y el altar. En verdad os digo, que todas estas cosas vendrán a caer sobre la generación presente. Mateo 23: 13-36

Cerrando la puerta a otros

Los versículos 13 al 26 forman la denuncia más terrible y explícita que encontramos en el Nuevo Testamento. Como Plummer escribía, « estos ayes son como un trueno por su incontestable severidad, y como un relámpago por su exposición indiscriminada… Iluminan al mismo tiempo que hieren.»

Aquí Jesús dirige una serie de siete ayes contra los escribas y fariseos hipócritas. La versión Reina-Valera empieza cada uno de ellos con la exclamación «¡ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas!» La palabra griega para ay es uai. Es difícil de traducir, porque incluye no solo ira sino también lástima. Hay aquí justa indignación; pero es la indignación del corazón de amor, quebrantado por la ceguera testaruda de las personas. Hay aquí, no solamente un aire de denuncia manifiesta; también hay una atmósfera de tragedia lamentable. La palabra hipócrita sale aquí una y otra vez. La palabra griega hypokrités quería decir en un principio uno que contesta; y luego llegó a usarse especialmente para designar al que tomaba parte en un diálogo en la escena; es la palabra griega normal para actor. De ahí pasó a significar un actor en el peor sentido de .la palabra, un farsante, uno que representa un papel, que se pone una máscara, para ocultar sus verdaderas intenciones, que representa un personaje ficticio mientras interiormente sus pensamientos y sentimientos son muy diferentes. Para Jesús; los escribas y fariseos eran hombres que estaban representando un papel. Lo que quería decir era que su idea de la religión consistía en gestos externos, ponerse filacterias y flecos elaborados, la meticulosa representación de reglas y normas de la Ley. Pero en el corazón no tenían más que amargura y envidia y orgullo y arrogancia. Para Jesús, estos escribas y fariseos eran hombres que, bajo una máscara de piedad elaborada, ocultaban corazones en los que dominaban sentimientos y emociones que nada agradaban a Dios.

Y esa acusación sigue aplicándose en mayor o, menor grado a cualquier persona que lleva una vida con la suposición de que la religión consiste en observancias y actos externos.

Hay un supuesto dicho de Jesús que no figura en los evangelios: «La llave del Reino han escondido.» Su condenación de aquellos escribas y fariseos era porque, no solo no entraban en el Reino ellos mismos, sino porque le cerraban la puerta en la cara a los que procuraban entrar. ¿Qué quería decir Jesús con esta acusación?

Ya hemos visto (Mateo 6:10) que la mejor manera de entender el Reino es como una sociedad en la Tierra en la que la voluntad de Dios se hace tan perfectamente como en el Cielo: Ser un ciudadano del Reino del Cielo, y hacer la voluntad de Dios, son una y la misma cosa. Los fariseos creían que hacer la voluntad de Dios era observar sus millares de reglas y normas insignificantes; y nada podía estar más lejos de ese Reino cuyo componente.:básico es el amor. Cuando la gente trataba de encontrar la manera de entrar en el Reino del Cielo, los fariseos les presentaban estas reglas y normas, lo que equivalía realmente a cerrarles la puerta en la cara.

Los fariseos preferían sus ideas de la religión a la de Dios. Habían olvidado la verdad fundamental de que, si uno quiere enseñar a otros, debe primero escuchar a Dios. El peligro más grave que acecha a cualquier maestro o predicador es el de elevar sus propios prejuicios a la categoría de principios universales, y sustituir la verdad de Dios por sus propias ideas. Cuando hace eso, ya no es un guía, sino una barrera que impide la entrada al Reino; porque descarriado él, descarría también a otros.

Misioneros del mal

– ¡Pobres de vosotros, escribas y fariseos farsantes! Porque peináis tierra y mar para hacer un prosélito, -y cuando lo conseguís le hacéis un hijo del infierno el doble que vosotros.

Una extraña característica del mundo antiguo era la atracción y la repulsa que el judaísmo ejercía al mismo tiempo sobre diversas personas. No había pueblo que fuera más odiado que los judíos. Su exclusivismo y su aislamiento y su desprecio de las otras naciones le granjeaban la hostilidad general. De hecho, se creía que una parte fundamental de su religión era un juramento de no ayudar jamás a ningún gentil en ninguna necesidad, ni siquiera diciéndole cómo ir a un sitio cuando lo preguntaba. Su observancia del sábado les granjeó una reputación de perezosos; su repulsa de la carne de cerdo les ganó burlas, hasta el punto del rumor de que adoraban a un cerdo como su dios.

El antisemitismo era una fuerza real y universal en el mundo antiguo.

Y sin embargo, ejercían atracción. La creencia en un solo Dios llegó como una cosa maravillosa a un mundo que creía en una multitud de dioses. La pureza ética judía y sus niveles de moralidad ejercían fascinación en un mundo sumergido en la inmoralidad, especialmente entre las mujeres. El resultado fue que muchos fueron atraídos al judaísmo.

Su atracción se notaba a dos niveles. Estaban los que llamaban temerosos de Dios. Estos aceptaban la doctrina de un solo Dios; aceptaban la ley moral judía; pero no tomaban parte en la ley ceremonial, ni se circuncidaban. Existía un gran número de tales personas, y se las podía encontrar escuchando y participando en el culto de cualquier sinagoga, y fueron los que produjeron a Pablo sus principales frutos en el campo de la evangelización. Eran, por ejemplo, los devotos griegos de Tesalónica (Hechos 17:4).

Era la invalidad de los fariseos el hacer que los temerosos de Dios llegaran a ser prosélitos. La palabra prosélito es la transcripción castellana de la palabra griega prosélytos, que quiere decir uno que se ha acercado. El prosélito era el convertido total, que había aceptado la ley ceremonial y la circuncisión, y que se había hecho judío en el sentido más pleno. Como sucede a menudo, «los más convertidos eran los más pervertidos.» Un convertido se vuelve a menudo el devoto más fanático de su nueva religión; y muchos de estos prosélitos eran más fanáticos de la ley judía que los judíos tradicionales.

Jesús acusaba a los fariseos de ser misioneros del mal. Era verdad que muy pocos llegaban a ser prosélitos; pero los que llegaban, llegaban hasta el final. El pecado de los fariseos era que no trataban realmente de conducir a las personas a Dios, sino al fariseísmo. Uno de los más graves peligros que corre cualquier misionero es el de tratar de convertir a la gente a una secta más bien que a una religión, y el tener más interés en traer gente a una iglesia que a Jesucristo.

Premanand tiene algunas cosas que decir acerca de este sectarismo que tantas veces desfigura al Cristianismo: «Yo hablo como cristiano. Dios es mi Padre, la Iglesia es mi madre. Me llamo cristiano; católico es mi apellido. Católico porque pertenezco a nada menos que la Iglesia Universal.

¿Necesitamos entonces otros nombres? ¿Por qué añadir anglicano, episcopal, protestante, presbiteriano, metodista, congregacionalista, bautista, etc., etc.? Estos términos son divisorios, sectarios, estrechos. Le encogen a uno el alma.»

No era a Dios a quien los fariseos trataban de llevar a otros; era a su propia secta del fariseísmo.

Ese era de hecho su pecado. ¿Y no es ese pecado el que todavía sigue infectando el mundo cuando se sigue insistiendo en ciertos círculos en que una persona debe salirse de una iglesia y hacerse miembro de otra antes de poder acercarse a la Mesa del Señor? La mayor de todas las herejías es la convicción pecadora de que una iglesia tiene el monopolio de Dios o se Su verdad, y que una iglesia es la única puerta de entrada al Reino de Dios.

El arte de la evasión

– ¡Pobres de vosotros, guías ciegos!, que decía: «Si se jura por el templo, no tiene importancia; pero si se jura por el oro del templo, se está obligado a cumplirlo. »
¡Necios y ciegos! ¿Qué es más importante, el oro o el templo que santifica el oro? Vosotros decís: «Si se jura por el altar, no tiene importancia; pero si se jura por la ofrenda que hay sobre él, se está obligado a cumplir el juramento.» ¡Ciegos! ¿Qué es más importante, la ofrenda o el altar que santifica la ofrenda? El que jura por el altar, jura por el altar y por todo lo que haya sobre él; el que jura por el templo, jura por el templo y por el Que lo habita. Y el que jura por el Cielo, jura por el trono de Dios y por el Que Se sienta sobre él.

Ya hemos visto que en materia de juramentos los legalistas judíos eran unos artistas de la evasión (Mateo 5:33-37). El principio general de la evasión funcionaba de la manera siguiente. Para los judíos un juramento era absolutamente vinculante según las palabras que se usaran.

Generalmente hablando, un juramento vinculante era aquel en el que se empleaba el nombre de Dios expresa y voluntariamente. Tal juramento había de guardarse cualquiera que fuera su costo.

Cualquier otro juramento se podía quebrantar legítimamente. Si se usaba expresamente el nombre de Dios, entonces Dios era parte en la transacción, y el no cumplirlo era no sólo faltar a la palabra con los hombres, sino también insultar a Dios.

El arte de la evasión había alcanzado una gran perfección. Es muy probable que en este pasaje Jesús esté presentando una caricatura de los métodos legalistas judíos. Está diciendo: « Vosotros habéis convertido la evasión, en un arte tan sofisticado que es posible considerar un juramento por el templo como no vinculante, mientras que por el oro del templo si lo sería; y un juramento por el altar como no vinculantes, mientras que por la ofrenda que está sobre el altar sí lo sería.» Esto ha de considerarse más como una reductio ad absurdum de los métodos judíos que como una descripción literal.

La idea tras el pasaje es la siguiente. Todo el tema de tratar los juramentos de esta manera, toda la concepción de una técnica de evasión se basa fundamentalmente en el engaño. Una persona cristiana no hará nunca una promesa con la intención de incumplirla; ni se reservará una serie de evasiones que pueda usar si le resulta difícil mantener su promesa.

No tenemos por qué condenar el arte de evasión de los fariseos con una conciencia de superioridad. Todavía no ha terminado el tiempo en que una persona busque evadir alguna obligación basándose en la aplicación de tecnicismos o referencias a la letra pequeña del contrato para evitar hacer lo que el espíritu de la ley exige que se haga.

Para Jesús, el principio de obligatoriedad era doble. Dios escucha cada palabra que decimos, y Dios ve todas las intenciones del corazón. En consecuencia, el arte bello de la evasión es algo totalmente ajeno a -un cristiano. La técnica de la evasión puede que armonice por las prácticas astutas del mundo, pero nunca col la clara honradez de la mente cristiana.

El sentido perdido de la proporción

– ¡Pobres de vosotros, escribas y fariseos farsantes! Porque vosotros diezmáis la menta y el anís y el comino, y pasáis de los asuntos. más importantes de la Ley: la justicia y la misericordia y la fidelidad. Estas son las casas que deberíais poner por obra; sin olvidar las otras. ¡Guías ciegos, que coláis el mosquito y os tragáis el camello!

El diezmo era una parte importante de las leyes judías. « Indefectiblemente diezmarás todo el producto -del grano que rinda tu campo todo el año» (Deuteronomio 14:22). «El diezmo de la tierra, tanto de la simiente de la tierra corno del fruto de los árboles, es del Señor; es cosa dedicada al Señor» (Levítico 27:30). Este diezmo se dedicaba especialmente al sostenimiento de los levitas, cuya misión consistía en hacer todo el trabajo material del templo. Las cosas que habían de diezmarse estaban especificadas en la ley: «Todo lo que es comestible, y se conserva, y se alimenta del suelo, está sujeto al diezmo.» Se establecía: «Del anís, uno debe diezmar las semillas, las hojas y los tallos.» Así que estaba establecido que todos debían apartar el diezmo de todos los productos de su tierra y de su trabajo para Dios.

El sentido de lo que Jesús dijo es el siguiente. Se aceptaba universalmente que los diezmos de las principales cosechas se debían dar; pero la menta y el anís y el comino eran hierbas del huerto que no se cultivaban en cantidad; cada campesino tendría unas pocas matas de cada. Las tres se usaban como condimentos, y el anís y el comino se usaban también en medicina. El diezmarlas suponía diezmar una parte infinitesimal de la cosecha, puede que nada más que el producto de una planta. Solo los que fueran superlativamente meticulosos diezmarían las plantas aisladas de la huerta.

Así eran precisamente los fariseos. Eran tan absolutamente meticulosos acerca del diezmo que diezmaban hasta un manojo de menta. Y sin embargo estos mismos hombres culpables de injusticia, podían ser duros y arrogantes y crueles, olvidando las demandas de la misericordia; podían hacer juramentos y, promesas con 1a intención de no cumplirlos, olvidando la fidelidad. En otras palabras: muchos de ellos observaban las minucias de la ley, y olvidaban las cosas verdaderamente importantes.

Ese espíritu no ha muerto; no morirá hasta que Cristo gobierne en los corazones. Hay muchos hombres que van bien vestidas a la iglesia, que echan religiosamente ala colecta; adoptan las posturas debidas en las diferentes partes del culto; no faltan nunca ala comunión, y sin embargo -no cumplen- en su trabajo; y tienen mal genio, y son tacaños con su dinero las mujeres que siempre están ocupadas en buenas obras- y que forman parte de muchos comités, pero cuyos hijos están solos y tristes por la noche en casa. No hay nada más fácil que cumplir todo lo externo de la religión, y sin embargo ser completamente irreligioso.

No hay nada que haga más falta que un sentido de proporción que nos salve de confundir las prácticas religiosas con la verdadera devoción.

Jesús usa una ilustración graciosa en el versículo 24. Como dice una nota de la versión Reina-Valera›95, de los animales mencionados en la ley mosaica como inmundos el mosquito era el más pequeño (Levítico 11:20-23) y el camello el más grande (Levítico 11:4). Para evitar el riesgo de tragarse algo inmundo, las bebidas se colaban con una gasa de muselina para que no pasaran posibles impurezas. Esta es una ilustración que debe de haber provocado la risa: un hombre colaba cuidadosamente el vino para no tragarse ningún mosquito, y sin embargo se trababa un ello como quien no quiere la cosa. Es la caricatura de una persona que ha perdido todo sentido de proporción.

La limpieza verdadera

– ¡Pobres de vosotros, escribas y fariseos farsantes!, que limpiáis lo de fuera -del .vaso y del plato, pero por dentro. estáis llenos de rapacidad y codicia. ¡Fariseo ciego! Limpia primero lo de dentro del vaso y del plato, para que también lo de fuera esté limpios La idea de la suciedad surge continuamente en la ley judía. Pero hay que tener presente que no se trata aquí .de la suciedad material. Una vasija sucia no quería decir que no estuviera limpia. .en el sentido que le daríamos nosotros. El que una persona estuviera ceremonialmente sucia o inmunda quería decir que no podía entrar en el templo ni en la sinagoga. Quedaba excluida del culto de Dios.

Uno estaba ‹sucio› inmundo, si tocaba un cuerpo muerto, o entraba en contacto con un gentil. Una mujer estaba sucia o inmunda si tenía una hemorragia, aunque esta hemorragia fuera perfectamente normal y saludable. Si una persona que estuviera en estado inmundicia tocaba cualquier vasija, esta quedaba inmunda; y así sucesivamente: cualquier otra persona que tocara y usara aquella vasija contraía su impureza. Era, por tanto; de importancia suprema el tener los cacharros limpios; y las leyes de la limpieza eran tremendamente, complicadas. Podemos citar solo algunos ejemplos típicos: Un cacharro .de arcilla que fuera hueco se ensuciaba sólo por dentro y no por fuera; y no se podía limpiar nada más que rompiéndolo. Los siguientes no podían ensuciarse de ninguna manera: un plato llano sin reborde, un recogedor de carbón abierto, una parrilla de hierro con agujeros para tostar el trigo. Por otra parte, un plato con reborde, o una vasija de arcilla para especias, o un escritorio podían estar en estado de inmundicia; de los recipientes hechos de cuero, hueso, madera y cristal, los planos no se contaminaban; los profundos, sí. Si se rompían, ya no contaminaban.

Cualquier recipiente de metal que fuera al mismo tiempo liso y hueco, podía contaminarse; pero una puerta, un picaporte; una cerradura, una bisagra, una aldaba, no podían estar contaminadas. Si una cosa estaba hecha de madera y metal, entonces la madera podía estar inmunda, pero el metal no.

Estas distinciones nos parecen fantásticas; y sin embargo eran las que los fariseos observaban meticulosamente.

La comida o la bebida dentro de un recipiente podía haberse obtenido engañando o extorsionando o robando; podía excitar al lujo o a la glotonería, pero eso no importaba, siempre que el recipiente estuviera ceremonialmente limpio (Números 19:16). Aquí tenemos otro ejemplo de los distingos sobre fruslerías, cuando se pasaba de las cosas realmente importantes.

Aunque todo este asunto nos pueda parecer grotesco, toda, vía se -da. Se puede dividir una congregación por el color de una alfombra, o por el paño del púlpito, o por la forma o-el metal de las copas que se usan en la Comunión. Lo último que parece que aprendemos en materias de religión es el relativo valor de las cosas. Y la tragedia es que es a menudo el darle demasiada importancia a cosas que no la tienen lo que destruye la paz.

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