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Jesús llora por Jerusalén

Aquel mismo día vinieron unos fariseos a decirle: -¡Sal huyendo de aquí, que Herodes te quiere matar! – Id a decirle a ese zorro de mi parte – les respondió Jesús- : Toma nota de que estoy echando a los demonios y curando a los enfermos hoy y mañana, hasta que acabe mi labor pasado mañana. Así es que hoy y mañana y pasado tengo que seguir adelante, porque un profeta no puede morir fuera de Jerusalén. ¡Ay, Jerusalén, Jerusalén, que matas a los profetas y apedreas a los enviados de Dios! ¡Cuántas veces quise reunir a tus hijos como reúne la gallina a sus polluelos debajo de las alas, pero tú no me dejaste! Daos cuenta de que vuestra morada se va a quedar desierta. Os aseguro que ya no me veréis más hasta que llegue el momento en que digáis: «¡Bendito el que viene en nombre del Señor!» Lucas 13:31-35

Valor y ternura

Este es uno de los pasajes más interesantes del evangelio de Lucas por lo que nos permite saber del trasfondo de la vida de Jesús.

(i) A primera vista parece que nos da información sorprendente acerca de algunos fariseos que no eran hostiles a Jesús. Aquí aparecen unos que le advierten del peligro y le aconsejan que se ponga a salvo. Es verdad que los evangelios nos dan una imagen unilateral de los fariseos. Los mismos judíos sabían que había buenos y malos fariseos. Los dividían en siete categorías:

(a) Los fariseos del hombro. Llevaban sus buenas obras al hombro y las hacían para que los vieran.

(b) Los fariseos de espera-un-poco. Siempre podían encontrar una razón para dejar una buena acción para mañana.

(c) Los fariseos con cardenales. Ningún rabino judío debía dejarse ver hablando con una mujer en la calle, aunque fuera su mujer, o su madre, o su hermana. Pero algunos fariseos llegaban más lejos: ni siquiera miraban a una mujer en la calle, y hasta andaban con los ojos cerrados para no verlas. Así es que se iban dando trompazos con las esquinas, y luego exhibían los cardenales como señales de piedad extraordinaria.

(d) Los fariseos de la joroba. Andaban doblados con una falsa y rastrera humildad.

(e) Los fariseos de la contabilidad. Siempre estaban apuntando sus buenas obras, como llevando la cuenta de Debe y Haber con Dios.

(f) Los fariseos tímidos y temerosos. Siempre estaban obsesionados con la ira de Dios. Su religión los perseguía más que los ayudaba.

(g) Los fariseos que amaban a Dios. Seguían el ejemplo de Abraham y vivían la fe y el amor. Tal vez había seis fariseos malos por cada uno bueno; pero este pasaje nos hace ver que también había fariseos que admiraban y respetaban a Jesús.

(ii) Este pasaje nos muestra a Jesús hablando del rey de Galilea Herodes Antipas, que quería poner fin a su carrera. Para los judíos, el zorro representaba tres cosas: se le consideraba el más astuto de los animales; el más destructivo; el símbolo de la bajeza y de la insignificancia.

Hacía falta valor para llamar zorro al Rey. El reformador inglés Latimer estaba predicando una vez en la Abadía de Westminster, y Enrique VIII estaba presente. En el púlpito, se decía: «¡Latimer, Latimer, Latimer: Cuidado con lo que dices! ¡El Rey de Inglaterra está aquí!» Pero inmediatamente se dijo: « ¡Latimer, Latimer, Latimer: Cuidado con lo que dices! ¡El Rey de Reyes está aquí!» Por su fidelidad al Rey de Reyes murió en la hoguera en el reinado de María Estuardo. Jesús recibía órdenes de Dios, y no estaba dispuesto a abreviar su misión un día para agradar a ningún rey humano.

(iii) El llanto por Jerusalén es de suma importancia, porque es otro de los pasajes que nos hacen ver lo poco que sabemos de la vida de Jesús. Está claro que no habría hablado así si no hubiera ofrecido su amor a Jerusalén más de una vez; pero los primeros tres evangelios no nos hablan de tales visitas. Una vez más comprobamos que los evangelios no nos dan más que un boceto de la vida de Jesús.

Nada duele tanto como ir a alguien para ofrecerle amor y que le reciba a uno con burla y desprecio. No hay mayor tragedia en la vida que darle a alguien el corazón sólo para que se lo destroce a uno. Eso es lo que le sucedió a Jesús con Jerusalén; pero Él sigue viniendo a los hombres, y le siguen rechazando. ¿Qué se puede esperar si se rechaza el amor de Dios, si se desprecia una Salvación tan grande y tan costosa?

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