El hombre es la más elevada de las criaturas.
La mujer el más sublime de los ideales.
Dios hizo para el hombre un trono; para la mujer un altar
El trono exalta, el altar santifica.
El hombre es el cerebro; la mujer el corazón.
El cerebro fabrica la luz, el corazón produce el amor.
La luz fecunda, el amor resucita.
El hombre es un genio; la mujer es un ángel.
El genio es inmensurable, el ángel es indefinible.
Se contempla lo infinito, se admira lo inefable.
La aspiración del hombre es la suprema gloria; la aspiración de la mujer
Es la virtud extrema. La gloria hace lo grande, la virtud hace lo divino.
El hombre tiene la supremacía; la mujer la preferencia
La supremacía significa la fuerza,
La preferencia representa el derecho.
El hombre es fuerte por la razón; la mujer es invencible
Por las lágrimas. La razón convence; las lágrimas conmueven
El hombre es capaz de todos los heroísmos;
La mujer de todos los martirios. El heroísmo ennoblece,
El martirio corrige…
El hombre tiene un fanal. La conciencia;
La mujer tiene una estrella, la esperanza. El fanal guía, La esperanza salva.
En fin; el hombre esta colocado donde termina la tierra
La mujer donde comienza el cielo.
Así pues hay belleza en el matrimonio cuando el hombre no se considera superior a la mujer ni, esta superior al hombre, sino que respetándose mutuamente se complementan y estimulan hacia la meta común: la felicidad.
Y en el hogar, donde la tierra se encuentra con el cielo, el hombre y la mujer pueden encontrarse ante Dios, su hacedor en la plena igualdad para cumplir bajo su advocación los designios divinos para el hogar.