Por entonces estaban allí unos que le contaron a Jesús la matanza que había ordenado Pilato de ciertos galileos, cuya sangre se mezcló con la de los sacrificios que habían ido a ofrecer. Jesús les dijo:
-¿Creéis que a esos galileos les pasó todo aquello porque eran más pecadores que el resto de los galileos? Pues Yo os digo que no. Más aún: os advierto que si no cambiáis de vida, todos vais a sucumbir lo mismo que ellos. ¿O creéis que la torre de Siloé les cayó encima a aquellos dieciocho, y los mató, porque habían acumulado más culpas que todos los demás habitantes de Jerusalén? Pues Yo os digo que no; y os lo advierto: si no cambiáis de vida, todos vais a sucumbir exactamente igual.
Aquí se hace referencia a dos desastres de los que no tenemos otra información, así es que no podemos más que hacer conjeturas.
En primer lugar, el asunto de los galileos a los que asesinó Pilato en medio de sus sacrificios. Como ya hemos visto, los galileos eran bastante propensos a meterse en líos políticos, porque se inflamaban fácilmente. Por aquel tiempo Pilato había tenido serios problemas. Había decidido que Jerusalén necesitaba renovar y mejorar su provisión de agua. Propuso financiar la construcción con parte del dinero del templo. Era una buena causa, y el gasto estaba más que justificado. Pero ante la mera sugerencia de que se usara el dinero del templo, los judíos se rebelaron. Cuando empezaron a reunirse multitudes, Pilato ordenó a sus soldados que se mezclaran con la gente llevando mantos por encima de su uniforme militar para disimularlo. Se les dijo que llevaran porras en vez de espadas. A la señal convenida tenían que caer sobre la multitud y dispersarla. Así se hizo; pero los soldados aplicaron más violencia de la convenida y conveniente, y murió bastante gente. Es casi seguro que habría galileos mezclados en el asunto. Sabemos que Pilato y Herodes estaban enemistados, y sólo se reconciliaron cuando Pilato le mandó a Jesús a Herodes para que le juzgara (Luk_23:6-12 ). Puede que fuera este incidente de aquí el que produjo la enemistad.
En cuanto a los dieciocho que murieron cuando se les cayó encima la torre de Siloé, todavía sabemos menos. La versión Reina-Valera les aplica la palabra culpables, y la palabra original quiere decir literalmente deudores, que, como era corriente en hebreo y aparece en la Oración Dominical, quería decir lo mismo. Pero es posible que ahí esté la clave. Se ha sugerido que eran hombres que habían aceptado trabajar para Pilato en aquel odiado acueducto; y en ese caso, el dinero que ganaban pertenecía a Dios y había que devolvérselo, porque se le había robado; y puede que se hubiera corrido la voz entre la gente de que se les había caído encima la torre porque se habían prestado a hacer un trabajo que Dios no aprobaba.
Pero hay más que un problema histórico en este pasaje. Los judíos consideraban que el pecado y el sufrimiento estaban inseparablemente unidos. Hacía mucho, Elifaz le había dicho a Job: «Recapacita ahora: ¿qué inocente se ha perdido jamás?» (Job_4:7 ). Esa era una doctrina demoledora y cruel, como Job sabía muy bien; y Jesús la negó rotundamente en el plano individual. Como todos sabemos muy bien, son a menudo los más buenos los que tienen que sufrir más.
Pero Jesús siguió diciendo que, si los que le estaban escuchando no se arrepentían, también perecerían. ¿Qué quería decir? Una cosa está fuera de toda duda, y es que Jesús previó y predijo la destrucción de Jerusalén, que sucedió el año 70 d C. (cp. Luk_21:21-24 ). Jesús sabía muy bien que si los judíos seguían con sus intrigas, revoluciones, conspiraciones y ambiciones políticas, sencillamente iban a cometer un suicidio nacional; Jesús sabía que, a fin de cuentas, Roma iba a intervenir y acabar con la nación; y eso fue lo que sucedió. Así que lo que Jesús quería decir era que si la nación judía seguía buscando un reino terrenal y rechazando el Reino de Dios sólo podía tener un fin.
Si lo tomamos así, nos deja, a primera vista, en una situación paradójica: no podemos decir que el sufrimiento del individuo sea la consecuencia inevitable del pecado, pero sí podemos decir que el pecado y el desastre nacionales están íntimamente relacionados. La nación que escoge el mal camino acabará sufriendo por ello. Pero el caso del individuo es muy diferente. No es una unidad aislada, sino unida con otros en la solidaridad de la vida. A menudo puede que uno objete, hasta enérgicamente, al curso que está tomando su nación; pero, cuando llegan las consecuencias de esa decisión nacional, no puede escapar a ellas. El individuo se ve involucrado a menudo en una situación de la que no es personalmente responsable, y si sufre no es por su culpa; pero la nación es una unidad, y escoge su propia política y cosecha su fruto. Siempre es peligroso atribuir el sufrimiento humano al pecado humano; pero es indudable que la nación que se rebela contra Dios va camino del desastre.
EL EVANGELIO DE LA NUEVA OPORTUNIDAD Y LA AMENAZA DE LA ÚLTIMA OPORTUNIDAD
Lucas 13:6-9
Jesús les contó una parábola:
-Érase un hombre que tenía una higuera en medio de la viña; y venía a ver si daba fruto, pero nada. Así es que le dijo al viñador: «Llevo tres años viniendo a recoger el fruto de esta higuera, y no da ni un higo; así que, córtala, porque no hace más que esquilmar la tierra de alrededor.» Pero el viñador le contestó: « Señor, déjala todavía este año, para que yo la cave y abone bien; y si después da fruto, bien; y si no, la cortas.»