Neh 1:1 Palabras de Nehemías hijo de Hacalías. Aconteció en el mes de Quisleu, en el año veinte, estando yo en Susa, capital del reino,
Quisleu , en el año veinte (de Artajerjes I), sería diciembre del año 446 a.C. El lugar es Susa , antigua capital de invierno de los reyes de Persia, localizada en el área sudoccidental del actual Irán. Daniel estuvo allí durante el reinado de Belsasar. Ester, Mardoqueo y Amán también vivieron allí. Nehemías comparaba mentalmente a Susa con las murallas destruidas de Jerusalén, su ciudad ancestral.
Nehemías no fue el primer cautivo que regresó a Jerusalén. Zorobabel había guiado al primer grupo de regreso en 538 a.C., más de noventa años antes (Esdras 1, 2). Esdras siguió con un segundo grupo en 458 a.C. (Esdras 7), y Nehemías estaba listo para guiar al tercer y más grande grupo de regreso a Jerusalén (445 a.C). Cuando llegó después de un viaje de tres meses, vio el templo terminado y conoció a otros que habían regresado a su tierra natal.
Pero Nehemías encontró también un grupo desorganizado de personas y una ciudad indefensa que no tenía muros que la protegieran. Antes del cautiverio, Israel tenía su propio idioma, su propio rey, su ejército, su identidad. Ya no tenía nada de eso. Lo que más falta les hacía era un líder; no había quién les enseñara por dónde comenzar ni qué dirección tomar cuando intentaron reconstruir su ciudad. Tan pronto como Nehemías llegó, comenzó un programa en cuanto a lo elemental. Ayudó a satisfacer las necesidades físicas al establecer un sistema de gobierno justo y al reconstruir los muros de Jerusalén. También se preocupó por las necesidades espirituales al reconstruir las vidas destruidas. Nehemías es un modelo de liderazgo comprometido que honra a Dios, y su libro contiene muchas lecciones valiosas para nuestros días.
Neh 1:2 que vino Hanani, uno de mis hermanos, con algunos varones de Judá, y les pregunté por los judíos que habían escapado, que habían quedado de la cautividad, y por Jerusalén.
Nehemías estaba preocupado por Jerusalén porque era la ciudad santa de los judíos. Como ciudad capital de los judíos, representaba la identidad nacional judía y se veía bendecida por la presencia especial de Dios en el templo. La historia de los judíos estaba conectada con la ciudad desde los tiempos en que Abraham le dio una ofrenda a Melquisedec, rey de Salem, hasta los días cuando Salomón construyó el glorioso templo y a lo largo de la historia de los reyes. Nehemías amaba a su tierra aun cuando había vivido toda su vida en Babilonia. Quería regresar a Jerusalén para reunir a los judíos y retirar la vergüenza de que los muros de Jerusalén estuvieran destruidos. Esto glorificaría a Dios y restauraría la realidad y el poder de la presencia de Dios entre su pueblo.
Neh 1:3 Y me dijeron: El remanente, los que quedaron de la cautividad, allí en la provincia, están en gran mal y afrenta, y el muro de Jerusalén derribado, y sus puertas quemadas a fuego.
Neh 1:4 Cuando oí estas palabras me senté y lloré, e hice duelo por algunos días, y ayuné y oré delante del Dios de los cielos.
Su preocupación por Jerusalén llevó a Nehemías a ayunar y a orar.
Nehemías rompió a llorar cuando escuchó que el muro de Jerusalén seguía en ruinas. ¿Por qué? Los muros significan muy poco en la mayoría de las ciudades de la actualidad, pero en los días de Nehemías eran esenciales. Ofrecían seguridad ante los ataques y simbolizaban poder y paz. Además, Nehemías se lamentaba de que su pueblo, los judíos, hubieran estado paralizados por un edicto previo que les había impedido reconstruir los muros.
Nehemías estaba muy afligido por la condición de Jerusalén, pero no lo dejó así. Después de su pena inicial, volcó su corazón en Dios y buscó la forma de mejorar la situación. Recurrió a todos sus recursos de conocimiento, experiencia y organización para determinar qué se debía hacer. Cuando le lleguen noticias trágicas, ore primero. Luego busque la forma de actuar más allá de la pena y tomar medidas específicas que ayuden a los que lo necesitan.
Neh 1:5 Y dije: Te ruego, oh Jehová, Dios de los cielos, fuerte, grande y temible, que guarda el pacto y la misericordia a los que le aman y guardan sus mandamientos;
Una acción enérgica de intercesión se basa en la conciencia de la presencia de Dios, quien actúa de acuerdo a lo que ha prometido cuando confesamos nuestro pecado con verdadero remordimiento y dependemos completamente de su misericordia.