Un caballo estaba amarrado y vino un demonio y lo soltó, el caballo se metió a la finca de unos campesinos y comenzó a comerse la siembra, el dueño de la finca tomó su rifle y mató al caballo; entonces el dueño del caballo, tomó su rifle y mató al dueño da la finca, la mujer del dueño de la finca, mató al dueño del caballo; entonces el hijo del dueño del caballo mató a la mujer; los vecinos enardecidos mataron al muchacho y quemaron su casa. Entonces fueron y le preguntaron al demonio: ¿por qué hiciste a todo eso a esas personas? El demonio respondió, yo tan sólo solté el caballo.
El diablo hace cosas simples porque sabe que la maldad está en nuestros corazones y solitos hacemos el resto.
Por eso es bueno pensar antes de actuar, no sea que una cosa sin importancia, cause mucho daño.
Las Escrituras nos advierten: “Del corazón salen razonamientos inicuos, asesinatos, adulterios, fornicaciones, hurtos, testimonios falsos, blasfemias”