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2 Timoteo 1: Gloria y privilegio de un apóstol

Glauco comprendió; el oráculo le estaba diciendo que si quería un provecho momentáneo podía negar el depósito; pero tal negación traería consigo una pérdida eterna. Le pidió al oráculo que perdonara su pregunta; pero la respuesta era que el haber tentado al dios era tan malo como haber realizado la acción. Envío por los hijos del hombre de Mileto y les devolvió el dinero. Heródoto prosigue: « Glauco hasta el presente no tiene ni un solo descendiente; ni se le reconoce ninguna familia; ha sido quitadas raíz y rama de Esparta. Es una buena cosa por tanto, cuando un depósito se le ha confiado a uno, que ni siquiera se le pase por el pensamiento el dudar de devolverlo.» Para los griegos un parathéké era absolutamente sagrado.

Pablo dice que él le ha confiado un depósito a Dios. Quiere decir que le ha confiado tanto su trabajo como su vida. Podría parecer que él había sido retirado a mitad de la carrera; el que terminara como un criminal en una cárcel romana podría parecer el final de toda su obra. Pero él había sembrado la semilla y predicado el Evangelio, y dejaba el resultado en las manos de Dios. Pablo le había confiado a Dios su vida; y estaba seguro de que estaba a salvo tanto en la vida como en la muerte. ¿Por qué estaba tan seguro? Porque conocía a Aquel en Quien había creído. Siempre debemos recordar que Pablo no dice que sabía lo que había creído. No había llegado a un credo o a una teología por un conocimiento intelectual, sino llegó a un conocimiento personal de Dios. Conocía a Dios personal e íntimamente; sabía cómo era en Su amor y en Su poder; y para Pablo era inconcebible el que Dios le pudiera fallar. Si hemos trabajado honradamente y hecho las cosas lo mejor posible, podemos dejarle el resultado a Dios, por muy escaso que nos parezca ese trabajo. Con Él, en éste o en cualquier otro mundo la vida está a salvo, porque nada nos puede separar del amor de Dios en Jesucristo nuestro Señor.

Depósito humano y divino

Pero el tema del depósito tiene otro lado; hay otro parathéké. Pablo exhorta a Timoteo que salvaguarde y mantenga inviolado el depósito que Dios le ha confiado. No somos nosotros los únicos que ponemos nuestra confianza; Él también pone Su confianza en nosotros. La idea de que Dios depende de los hombres no está nunca lejos del pensamiento del Nuevo Testamento. Cuando Dios quiere que se haga algo tiene que encontrar la persona que lo haga. Si quiere que se enseñe a un niño, que se dé un mensaje, que se predique un sermón, que se encuentre a un perdido, que se consuele a un afligido, que se sane a un enfermo, tiene que encontrar algún instrumento para hacer Su trabajo.

El depósito que Dios le había confiado en particular a Timoteo era la supervisión y la edificación de la Iglesia. Si Timoteo había de cumplir de veras esa encomienda, tenía que hacer ciertas cosas.

(i) Tenía que retener el esquema de las palabras vivificadoras. Es decir, tenía que comprobar que la fe cristiana se mantenía en toda su pureza, y que no se les permitía la entrada en ella a ideas falsas y engañosas. Eso no es decir que en la Iglesia Cristiana no debe haber un pensanúento renovado y un desarrollo de la doctrina y de la fe; pero sí quiere decir que hay ciertas grandes verdades que se deben preservar siempre intactas. La verdad cristiana que debe permanecer inalterable es la que está compendiada en el credo de la Iglesia Original: «Jesucristo es Señor» (Filipenses 2:11). Una teología que trate de desplazar a Cristo del lugar supremo o despojarle del lugar único en el esquema de la revelación y de la salvación es necesariamente equivocada. La Iglesia Cristiana debe estar siempre reformateando su fe, pero la fe que se expresa de nuevo debe ser la fe en Cristo.

(ii) No debía nunca flojear en la fe. La fe contiene aquí dos ideas en su corazón.

(a) Contiene la idea de fidelidad. El dirigente cristiano debe ser para siempre leal y verdadero para con Jesucristo. No debe nunca avergonzarse de mostrar Cúyo es y a Quién sirve. La fidelidad es la virtud más antigua y más esencial del mundo.

(b) Pero la fe también contiene la idea de esperanza. El cristiano no debe perder nunca su confianza en Dios; no debe desesperar nunca. No debe haber ningún pesimismo ni acerca de sí mismo ni acerca del mundo en el corazón del cristiano. Como escribió A. H. Clough: No digas que la lucha no valía la pena, que el esfuerzo y las llagas se aplicaron en vano; que el contrario no ceja ni retrocede nunca, y que todas las cosas son lo mismo que siempre. Si la ilusión se engaña, el miedo es mentiroso; ¿no ocultará esa nube de humo en lontananza a los tuyos, que alcanzan al enemigo que huye, y que solo tú faltas por poseer la victoria? Mientras las olas rompen cansadas en la arena sin parecer ganar ni una sola pulgada, allá atrás la marea entre rocas y riscos avanza silenciosa entrando incontenible. No solo las ventanas de Oriente lentamente adivinan la luz conforme el Sol se eleva; sino, ¡mirad!, a Occidente las lomas ya saltan jubilosas reflejando su luz.

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