Este capítulo contiene un resumen de las acciones de Dios desde el éxodo hasta la llegada de Israel a los campos de Moab. Es seguido por una nueva reafirmación del significado del pacto entre el pueblo escogido y su Dios, y nuevas advertencias sobre las consecuencias que enfrentarían en Canaán aquellos cuyo corazón se aparte hoy de Jehová nuestro Dios
Deu 29:1 Estas son las palabras del pacto que Jehová mandó a Moisés que celebrase con los hijos de Israel en la tierra de Moab, además del pacto que concertó con ellos en Horeb.
La ceremonia de renovación del pacto en Moab reiteró el significado de la celebrada antes en Horeb.
En el monte Sinaí, cuarenta años antes, Dios e Israel hicieron un pacto. Aun cuando el pacto constaba de varias partes (léanse los libros de Exodo, Levítico y Números), su propósito podía resumirse en una sola frase: Dios prometió que bendeciría a los israelitas al hacerlos una nación a través de la cual el resto del mundo podría conocer a Dios. Los israelitas prometieron amar y obedecer a Dios para poder recibir las bendiciones físicas y espirituales. Aquí Moisés repasa este pacto. Dios todavía estaba sosteniendo su parte del trato (y siempre lo haría), pero los israelitas eran negligentes con su parte. Moisés volvió a pronunciar el pacto para advertir al pueblo que experimentarían una disciplina severa si no mantenían su parte del acuerdo.
Deu 29:2 Moisés, pues, llamó a todo Israel, y les dijo: Vosotros habéis visto todo lo que Jehová ha hecho delante de vuestros ojos en la tierra de Egipto a Faraón y a todos sus siervos, y a toda su tierra,
Deu 29:3 las grandes pruebas que vieron vuestros ojos, las señales y las grandes maravillas.
Deu 29:4 Pero hasta hoy Jehová no os ha dado corazón para entender, ni ojos para ver, ni oídos para oír.
Deu 29:5 Y yo os he traído cuarenta años en el desierto; vuestros vestidos no se han envejecido sobre vosotros, ni vuestro calzado se ha envejecido sobre vuestro pie.
De la misma manera que el pueblo de Israel no notó el cuidado que les dispensaba Dios a lo largo de su travesía, en ocasiones nosotros no notamos todas las maneras que tiene Dios de cuidarnos: que todas nuestras necesidades diarias han sido suplidas y que hemos sido bien alimentados y vestidos. Peor aun, erróneamente nos atribuimos el crédito de ser buenos proveedores en lugar de reconocer la mano de Dios en el proceso.
Deu 29:6 No habéis comido pan, ni bebisteis vino ni sidra; para que supierais que yo soy Jehová vuestro Dios.
Deu 29:7 Y llegasteis a este lugar, y salieron Sehón rey de Hesbón(A) y Og rey de Basán(B) delante de nosotros para pelear, y los derrotamos;
Deu 29:8 y tomamos su tierra, y la dimos por heredad a Rubén y a Gad y a la media tribu de Manasés.(C)
Una vez más, recuerda el legislador deuteronomista los sucesos acaecidos desde la salida de Egipto, en los que se manifestó la providencia particularísima de Yahvé, para volver de nuevo al tema de las amenazas y promesas implicadas en la alianza que los israelitas han hecho con Yahvé. Pero los israelitas no han comprendido el alcance de esta intervención milagrosa de Dios. Yahvé no les ha dado un corazón que entienda; es decir, no han sido dignos de conocer el alcance de la especialísima providencia divina sobre ellos. Son de dura cerviz, y, como tales, incapaces de captar los designios superiores divinos. En el lenguaje bíblico se atribuye todo directamente a Dios, prescindiendo de las causas segundas, y así Yahvé es el que endurece el corazón del faraón. En nuestro caso, la cerrazón de inteligencia (corazón en el lenguaje bíblico) es atribuida directamente a Dios, cuando en realidad es debida a la mala disposición de los israelitas, que merecen les niegue Dios la inteligencia de los hechos conforme al módulo de sus salvadores designios.
La Providencia divina se ha manifestado particularmente en la vida azarosa del desierto. A pesar de todas las necesidades, no les ha faltado lo necesario para calzar y vestir (vuestros vestidos no se han envejecido); ni la comida, a pesar de que han carecido del pan y del vino. Yahvé los ha proveído de lo necesario, enviándoles el maná y las codornices en los momentos críticos. La época del desierto es la infancia de Israel como nación, y Yahvé le ha cuidado como a un niño pequeño que aún no puede valerse; por eso vivía sólo de la providencia divina. Los profetas consideran esta época como la ideal, desde el punto de vista religioso, en la historia del pueblo elegido. El deuteronomista recuerda también las victorias de Israel sobre los reyes de Transjordania, debidas, sobre todo, a la asistencia de Yahvé.
Deu 29:9 Guardaréis, pues, las palabras de este pacto, y las pondréis por obra, para que prosperéis en todo lo que hiciereis.
¿Cuál es la mejor manera de prosperar en la vida? Para los israelitas, su primer paso era guardar su parte del pacto. Debían amar a Dios de todo su corazón, de toda su alma y con todas sus fuerzas. Nosotros, también, hemos de buscar primeramente el Reino de Dios y su justicia; entonces vendrá el verdadero éxito en la vida como bendición proveniente de la mano de Dios.