Hago una pausa para escribir sobre el sacrificio de Jesús. Antes de la Entrada Triunfal a Jerusalén Jesús se encontraba en la fiesta de honor que le rendía la familia de Lázaro y donde María, su hermana en un desprendimiento de amor rompió un envase de alabastro derramando el perfume de nardos más caro en los pies de Jesús.
Jesús conoce que sus días están contados.Tambien entiende que su círculo más íntimo no quiere entender la naturaleza de su Reino.
Jesús entra en Jerusalén como un símbolo de realeza mesiánica y de su misión pacífica. No fue una entrada en carro blindado, en un corcel de paso fino o en una carroza. Quería dejar claro que su Reino es diferente a los reinos tiránicos de este mundo. Envía a dos de sus discípulos y les pide le traigan un pollino de barro o asno (como señala Zacarias en 9:9), era un animal que nadie había montado separado para su propósito para que se cumpliera la profecía. Los caballos estaban reservados para los nobles y gerreros. Jesús muestra su humildad entrando a Jerusalén en un asno. Era la Pascua judía,una fiesta nacional atestada por más de 100,000 personas.
El Hijo de Dios entra humilde en un pollino prestado. Todo lo que Jesús tuvo desde su nacimiento hasta la tumba fue prestado. Él no estaba improvisando conocía donde estaba el pollino. Él lo conoce todo. Esa es la razón por la que no hay forma de evadirlo. Como señala el Salmo «A dónde huiré de tu presencia?» Cuando nos llama no hay maneras de decirle no. Hay un poema que dice» Si tu me dices ven, lo dejó todo.» El yo, el egoísmo, el orgullo son desatados en este tiempo para caminar con Él. Su voz es diferente a todas las voces y opaca todas las voces disidentes que nos impiden escucharlo. Nadie puede imitar su voz. Los que no obedecen esa voz quedan frustrados y avergonzados. Había una gran multitud en Jerusalén cuando Jesús hizo su entrada y le gritaban «Hosana» palabra aramea que alude al grito del pueblo por su liberación. «Salvanos hoy, liberanos ya» «Bendito Él que viene en el nombre del Señor» Esas mismas voces días después le gritaban «Crucifícale». Con dolor me pregunto si hemos aprendido de ese humilde Jesús que entregó todo por ti y por mí. Es tiempo aún de pedir que nos restaure y perdone nuestra inercia y nuestra dejadez.
¿Podemos gritarle hoy con todo nuestro ser «Bendito el que viene en el nombre del Señor. Preparémonos porque viene de camino….
Dios les bendiga.