Ezequiel 10:1 La gloria de Dios abandona el Templo. Miré, y vi que sobre la bóveda que estaba sobre la cabeza de los querubines[a] había como una piedra de zafiro, que tenía el aspecto de un trono que apareció sobre ellos.[b]
Ezequiel tiene aquí otra visión del trono de Dios. Véanse las notas al capítulo 1. Una figura adicional es «el hombre vestido de lino» del capítulo 9, cuyo papel ha cambiado al de agente del juicio. La visión intenta evidenciar que Dios abandonará el templo antes que Jerusalén sea quemada.
Los capítulos 8 al 11, presentan gráficamente la gloria de Dios saliendo del templo. En 8.3, 4, la gloria de Dios estaba sobre la puerta del norte. Luego se trasladó a la entrada («umbral»), luego a la mano derecha de la casa (parte sur del templo), a la puerta oriental, y finalmente al monte al oriente de la ciudad, probablemente al monte de los Olivos. Debido a los pecados de la nación, la gloria de Dios se había ido.
Ezequiel 10:2 Habló al hombre vestido de lino, y le dijo: «Entra en medio de las ruedas[c] debajo de los querubines, llena tus manos de carbones encendidos de entre los querubines y espárcelos sobre la ciudad».[d] Y entró a vista mía.
Carbones encendidos : Refleja la descripción de los querubines (seres vivientes) en 1.13. Estos carbones encendidos sugieren que el juicio caerá sobre la ciudad.
La santidad perfecta de Dios demanda castigo por el pecado. Los querubines son ángeles poderosos. Las brasas encendidas esparcidas sobre la ciudad representan la purga del pecado. Para Jerusalén, esto significaba la destrucción de todo el pueblo que pecó flagrantemente y se negó a arrepentirse. Muy poco tiempo después de esta profecía los babilonios destruyeron Jerusalén con fuego.
Ezequiel 10:3 Los querubines estaban a la mano derecha de la casa cuando este hombre entró; y la nube llenaba el atrio de adentro.
Ezequiel 10:4 Entonces la gloria de Jehová se elevó de encima del querubín hacia el umbral de la puerta; la casa se llenó de la nube y el atrio se llenó del resplandor de la gloria de Jehová.[e]
La gloria de Jehová abandonó el templo por etapas: Primero pasó al umbral, luego sobre el querubín, a la puerta del este, y finalmente al Monte de los Olivos, al este de la ciudad.
Ezequiel 10:5 Y el estruendo de las alas de los querubines se oía hasta el atrio de afuera, como la voz del Dios omnipotente cuando habla.
Ezequiel 10:6 Aconteció, pues, que al mandar al hombre vestido de lino, diciendo: «Toma fuego de entre las ruedas, de entre los querubines», él entró y se detuvo entre las ruedas.
Ezequiel 10:7 Un querubín extendió su mano de en medio de los querubines al fuego que estaba entre ellos, y tomó de él y lo puso en las manos del que estaba vestido de lino, el cual lo tomó y salió.
Ezequiel 10:8 Y apareció en los querubines la figura de una mano de hombre debajo de sus alas.
Ezequiel 10:9 Miré, y vi cuatro ruedas junto a los querubines, junto a cada querubín una rueda; y el aspecto de las ruedas era como de crisólito.
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