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Génesis 12: Dios llama a Abraham

Gén 12:1  Pero Jehová había dicho a Abram:  Vete de tu tierra y de tu parentela,  y de la casa de tu padre,  a la tierra que te mostraré.

Un llamado soberano de Dios: El vete . . . de tu parentela constituyó una prueba para la fe de Abram, quien era llamado a abandonar todo lo que amaba, por una tierra que no conocía. No se revela cómo Abram llegó a conocer a Jehová.

Gén 12:2  Y haré de ti una nación grande,  y te bendeciré,  y engrandeceré tu nombre,  y serás bendición.

Dios prometió bendecir a Abram y hacerlo grande. Pero había una condición: Abram tenía que obedecer a Dios. Tendría que dejar su hogar y sus amigos y viajar a una tierra nueva donde Dios le prometió que construiría una gran nación a partir de la familia que le daría. Abram obedeció, dejando su casa por la promesa de Dios de bendiciones mucho más grandes en el futuro. Quizá Dios está tratando de guiarlo a un lugar donde usted pueda serle más útil y servirle mejor. No deje que la comodidad y la seguridad de su posición actual le hagan perder el plan que Dios tiene para usted.

Gén 12:3  Bendeciré a los que te bendijeren,  y a los que te maldijeren maldeciré;  y serán benditas en ti todas las familias de la tierra.

Desde el principio de la historia de la redención, el plan de Dios ha sido global. La obra de Dios en la vida de Abram alcanzaría una dimensión tal, que en éste serían benditas . . . todas las familias de la tierra. A través de la historia del AT los individuos y las naciones que bendijeron a los descendientes de Abram, fueron bendecidos por Dios; aquellos que los persiguieron, recibieron la maldición de Dios.

Familias, mishpachah: Una familia, un tipo, una clase o un género de gente o cosas; una especie de animales, un grupo de individuos relacionados (una tribu), o un grupo de cosas relacionadas (una categoría). El principal concepto de mishpachah es que la gente, los animales o las cosas que comparten parentesco o relación similar de algún tipo, forman una familia, clan o especie. De ahí que el término designe tanto a un grupo de familiares cercanos como a toda una nación.

Cuando Dios lo llamó, Abram se trasladó por fe de Ur a Harán y finalmente a Canaán. Entonces, Dios estableció un pacto con Abram, y le dijo que sería el fundador de una gran nación. No sólo esta gran nación sería bendecida, dijo Dios, sino también las demás naciones del mundo serían bendecidas a través de los descendientes de Abram. Israel, la nación que saldría de Abram, debía ser un pueblo que siguiera a Dios e influenciara a los pueblos con los que tuviera contacto. De la descendencia de Abram nació Jesucristo para salvar a la humanidad. Por medio de Cristo, todas las personas pueden tener una relación personal con Dios y ser bendecidas tremendamente.

Gén 12:4  Y se fue Abram,  como Jehová le dijo;  y Lot fue con él.  Y era Abram de edad de setenta y cinco años cuando salió de Harán.

Gén 12:5  Tomó,  pues,  Abram a Sarai su mujer,  y a Lot hijo de su hermano,  y todos sus bienes que habían ganado y las personas que habían adquirido en Harán,  y salieron para ir a tierra de Canaán;  y a tierra de Canaán llegaron.

Y las personas que habían adquirido en Harán : Esclavos y otros que se unieron a Abram vinieron buscando ser protegidos y alimentados.

Dios planeó desarrollar una nación con gente que llamaría suya. Llevó a Abram de la tierra impía y egoísta de Ur a la región fértil de Canaán, donde se podría establecer una nación moral y entregada a Dios. A pesar de que era pequeña, Canaán fue el punto central de la mayor parte de la historia de Israel y el surgimiento del cristianismo. Este pequeño territorio que Dios entregó a un solo hombre, Abram, ha tenido un impacto tremendo en la historia del mundo.

Gén 12:6  Y pasó Abram por aquella tierra hasta el lugar de Siquem,  hasta el encino de More;  y el cananeo estaba entonces en la tierra.

Gén 12:7  Y apareció Jehová a Abram,  y le dijo:  A tu descendencia daré esta tierra.  Y edificó allí un altar a Jehová,  quien le había aparecido.

De Harán a Siquem había una distancia de 640 kilómentros.

Abram construyó un altar a Dios. En muchas religiones se utilizaban los altares, pero para el pueblo de Dios, los altares eran más que simples lugares de sacrificio. Los altares simbolizaban comunión con Dios y conmemoraban encuentros significativos con El. Construidos de piedras y tierra, a menudo los altares permanecían en esos lugares por años como recordatorios continuos de la protección y las promesas de Dios.
Abram construía con regularidad altares a Dios por dos razones: (1) para orar y adorarlo, y (2) para recordar la promesa de Dios de que lo bendeciría. No hubiera podido sobrevivir espiritualmente sin la renovación regular de su amor y lealtad a Dios. Construir altares lo ayudaba a recordar que Dios era el centro de su vida. La adoración frecuente nos ayuda a recordar lo que Dios desea y nos motiva a obedecerle.

Gén 12:8  Luego se pasó de allí a un monte al oriente de Bet-el,  y plantó su tienda,  teniendo a Bet-el al occidente y Hai al oriente;  y edificó allí altar a Jehová,  e invocó el nombre de Jehová.

Gén 12:9  Y Abram partió de allí,  caminando y yendo hacia el Neguev.

Estos versículos constituyen una sección central en Génesis. Presenta a los últimos patriarcas, al pueblo de Israel, y a toda la línea davídica, incluyendo al Mesías. También sirve de asidero al concepto bíblico del Dios misericordioso que obra en las vidas de los hijos de su pueblo para contrarrestar los efectos de la maldición.

Gén 12:10  Hubo entonces hambre en la tierra,  y descendió Abram a Egipto para morar allá;  porque era grande el hambre en la tierra.

Cuando llegó la hambruna, Abram se fue a Egipto donde había comida. ¿Por qué habría hambre en la tierra a la cual Dios acababa de llamar a Abram? Esta era una prueba de fe para Abram y él la pasó victorioso. No cuestionó la dirección de Dios cuando se enfrentó con esta dificultad. Muchos creyentes descubren que cuando deciden seguir a Dios, inmediatamente encuentran grandes obstáculos. La próxima vez que usted encuentre una prueba como esta, no trate de adivinar lo que Dios está haciendo. Use la inteligencia que Dios le ha dado (como lo hizo Abram cuando se trasladó temporalmente a Egipto) y espere nuevas oportunidades.

Gén 12:11  Y aconteció que cuando estaba para entrar en Egipto,  dijo a Sarai su mujer:  He aquí,  ahora conozco que eres mujer de hermoso aspecto;

Gén 12:12  y cuando te vean los egipcios,  dirán:  Su mujer es;  y me matarán a mí,  y a ti te reservarán la vida.

Gén 12:13  Ahora,  pues,  di que eres mi hermana,  para que me vaya bien por causa tuya,  y viva mi alma por causa de ti.

Mi hermana : Sarai era de hecho su media hermana, según nos dice 20.12. Pero era también su «hermana» desde otra perspectiva; Abram había llegado de Harán con la costumbre de «adoptar» a su esposa como hermana, para así conferirle privilegios especiales, como el derecho a heredar. No obstante, el acto puede ser visto como decepcionante, innecesario y falto de fe.

Abram, actuando por temor, pidió a Sarai que dijera sólo la mitad de la verdad al decir que era su hermana. Ella era medio hermana de Abram, pero también era su esposa (véase 20.12).

Abram pretendía engañar a los egipcios. Temía que al saber la verdad lo mataran para conseguir a Sarai. Sarai habría sido una adquisición deseable para el harén de Faraón por causa de su riqueza, belleza y por la posibilidad de una alianza política. Como hermano de ella, se le habría dado a Abram un lugar de honor. Sin embargo, como su esposo, su vida estaría en peligro, ya que Sarai no podría entrar al harén de Faraón a menos que Abram estuviera muerto. Así que Abram dijo sólo la mitad de la verdad y mostró falta de fe en la protección de Dios, aún después de todo lo que Dios le había prometido. Esto también es una lección de cómo el mentir agrava los efectos del pecado. Cuando mintió, su problema no se hizo más fácil de resolver, sino más complejo.

Gén 12:14  Y aconteció que cuando entró Abram en Egipto,  los egipcios vieron que la mujer era hermosa en gran manera.

Gén 12:15  También la vieron los príncipes de Faraón,  y la alabaron delante de él;  y fue llevada la mujer a casa de Faraón.

Gén 12:16  E hizo bien a Abram por causa de ella;  y él tuvo ovejas,  vacas,  asnos,  siervos,  criadas,  asnas y camellos.

Gén 12:17  Mas Jehová hirió a Faraón y a su casa con grandes plagas,  por causa de Sarai mujer de Abram.

Gén 12:18  Entonces Faraón llamó a Abram,  y le dijo:  ¿Qué es esto que has hecho conmigo?  ¿Por qué no me declaraste que era tu mujer?

Jehová intervino distrayendo la atención del Faraón. Plagas parece referirse aquí a alguna enfermedad de la piel. No se explica cómo supo Faraón que las plagas venían de Dios. En una situación así lo normal era preguntar a su séquito de sacerdotes y magos acerca de la causa de los grandes infortunios, y confirmar lo que le dijeran preguntándole a Sara.

La jornada de fe de Abraham.   El viaje de 2.400 km de Abraham estaba alimentado por la fe. «Por la fe Abraham, siendo llamado, obedeció para salir al lugar que había de recibir como herencia. Por la fe habitó como extranjero en la tierra prometida como en tierra ajena… porque esperaba la ciudad que tiene fundamentos, cuyo arquitecto y constructor es Dios».

Gén 12:19  ¿Por qué dijiste:  Es mi hermana,  poniéndome en ocasión de tomarla para mí por mujer?  Ahora,  pues,  he aquí tu mujer;  tómala,  y vete.

Gén 12:20  Entonces Faraón dio orden a su gente acerca de Abram;  y le acompañaron,  y a su mujer,  con todo lo que tenía.

Dios eligió a Abram y lo separó de entre sus congéneres idólatras para reservar un pueblo para sí, entre los cuales se mantuviese la verdadera adoración hasta la venida de Cristo. Desde aquí en adelante Abram y su simiente son casi el único tema de la historia de la Biblia. Se probó a Abram, si amaba a Dios más que a todo y si podía dejar voluntariamente todo para ir con Dios. Sus parientes y la casa de su padre eran una constante tentación para él; no podía seguir entre ellos sin el riesgo de ser contaminado por ellos. Quienes dejan sus pecados y se vuelven a Dios ganarán lo indecible con el cambio.
La orden que Dios dio a Abram es en gran medida igual que el llamamiento del evangelio, porque los afectos naturales debe ceder el paso a la gracia divina. El pecado y todas sus oportunidades deben abandonarse, en particular, las malas compañías.
He aquí muchas promesas grandes y preciosas. Todos los preceptos de Dios van acompañados de promesas para el obediente.

  1. Haré de ti una nación grande. Cuando Dios sacó a Abram de su pueblo, prometió hacerle cabeza de otro pueblo.
  2. Te bendeciré. Los creyentes obedientes estarán seguros de heredar la bendición.
  3. Engrandeceré tu nombre. El nombre de los creyentes obedientes ciertamente será engrandecido.
  4. Serás bendición. Los hombres buenos son bendición para sus países.
  5. Bendeciré a los que te bendijeren, y a los que te maldijeren maldeciré. Dios se ocupará de que nadie sea perdedor por algún servicio hecho en favor de su pueblo.
  6. En ti serán benditas todas las familias de la tierra. Jesucristo es la gran bendición del mundo, la más grande que el mundo haya poseído jamás. Toda verdadera bienaventuranza en el mundo ahora o que alguna vez llegue a tener, se debe a Abram y su descendencia. Por medio de ellos tenemos una Biblia, un Salvador y un evangelio. Ellos son la cepa sobre la cual ha sido injertada la iglesia cristiana.

Abram creyó que la bendición del Todopoderoso supliría todo lo que él pudiera perder o dejar atrás, satisfaría todas sus carencias y respondería, más aun, sobrepasaría todos sus deseos, y sabía que nada sino la desgracia seguiría a la desobediencia. Este tipo de creyentes, justificados por fe en Cristo, tienen paz con Dios.
Ellos siguen en su camino a Canaán. No se desalientan por las dificultades del camino ni son arrastrados fuera del camino por los deleites que encuentran. Los que se dirigen al cielo deben perseverar hasta el fin. Los que emprendemos el camino en obedeciencia a la orden de Dios y atendiendo humildemente su providencia, ciertamente triunfaremos y finalmente tendremos consuelo. Canaán no era, como otras tierras, una simple posesión externa, sino un tipo del cielo y, en este sentido, los patriarcas la apreciaban fervientemente.

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