En un sentido esta es una arta diferente de todas las demás de Pablo: es la única carta privada suya que poseemos. Es de suponer que Pablo escribiría muchas cartas privadas, pero Filemón es la única que ha sobrevivido. Aparte de la gracia y el encanto que rezuma, este hecho le confiere una significación especial.
Onésimo, el esclavo fugitivo
Hay dos posibles construcciones de lo que sucedió. Una es sencilla y directa; la otra, conectada con el nombre de E. J. Goodspeed, es algo más complicada y dramática. Veamos primero la más sencilla.
Onésimo era un esclavo fugitivo, y probablemente un ladrón por añadidura. « Si te ha causado algún perjuicio -le dice Pablo a Timoteo-, o si te debe algo, ponlo en mi cuenta, que yo te lo pagaré» (versículos 18s). Como fuera, el esclavo fugitivo llegó a Roma, probablemente con la intención de pasar inadvertido entre los numerosos habitantes y visitantes de la gran ciudad; pero, como fuera, llegó a estar en contacto con Pablo, y se convirtió a Cristo -el hijo que Pablo tuvo cuando estaba en la cárcel (versículo 10).
Entonces sucedió algo fuera de serie. Estaba claro que Pablo no podía seguir escondiendo a un esclavo fugitivo, y además sucedió algo que complicó el problema. Tal vez fuera la llegada de Epafras. Puede que Epafras reconociera a Onésimo porque le hubiera conocido antes en Colosas, y que entonces se descubriera toda la historia; o puede que, con la llegada de Epafras, a Onésimo le movió su conciencia a dar la cara a su vergonzoso pasado.
Pablo manda de vuelta a Onésimo
Durante el tiempo que estuvieron juntos, Onésimo llegó a hacérsele tan indispensable a Pablo, que habría querido seguir contando con su presencia. «Me habría gustado seguir teniéndole conmigo,» escribe (versículo 13), pero no quiso hacer nada sin el consentimiento de Filemón, el amo de Onésimo (versículo 14); así es que se le devolvió. Nadie sabía mejor que Pablo el riesgo que corría. Un esclavo no era una persona, sino una herramienta viva. Un amo tenía poder absoluto sobre sus esclavos.
«Podía apalearlos, o condenarlos a trabajos durísimos -por ejemplo, haciéndolos trabajar encadenados en sus tierras, o en una especie de prisión de trabajos forzados. O podía azotarlos con varas, palos o látigos; podía marcarlos con hierro candente en la frente si eran ladrones o fugitivos, o hasta, si consideraba que no tenían remedio, crucificarlos.» Plinio cuenta cómo trató Vedio Polio a un esclavo que llevaba una bandeja de copas de cristal, y se le cayó y rompió una. Polio mandó que le arrojaran inmediatamente a una piscina que había en el jardín llena de voraces lampreas, que le destrozaron. Juvenal hace el retrato literario de una señora que se complacía en apalear a sus esclavas por puro capricho, y de un amo que «se deleitaba con el sonido del látigo y los lamentos del azotado más que con el canto de las sirenas,» y que nunca estaba tan contento «como cuando llamaba al verdugo para que marcara a alguien con el hierro candente por robar un par de toallas,» «que se alucinaba con el tintineo de las cadenas.» El esclavo estaba constantemente a merced de su amo o ama.
Lo que todavía empeoraba más la situación era que los esclavos eran oprimidos por la ley. Había en el Imperio Romano 60,000,000 de esclavos, y siempre existía el peligro de que se revelaran. Sus levantamientos se eliminaban pronto. Y si un esclavo huía, lo mejor que le podía pasar era que le marcaran con hierro candente en la frente con una F -que representaba la palabra fugitivus ; y lo peor que le podía suceder era que le crucificaran. Pablo sabía muy bien todo esto, y que la esclavitud era parte tan integrante del mundo antiguo que hasta devolverle a Onésimo a su amo cristiano Filemón era correr un serio riesgo.
La apelación de Pablo
Así es que Pablo le dio a Onésimo esta carta. Hace en ella un juego de palabras con el nombre de Onésimo: Onésimos quiere decir literalmente en griego provechoso o útil. Onésimo había sido un inútil en el pasado, pero ahora era útil (versículo 11). Ahora podría decirse que no es Onésimo sólo de nombre, sino también de carácter. Puede que Filemón le perdiera por un tiempo para recuperarle para siempre (versículo 15). Debe recibirle, no como esclavo, sino como hermano en Cristo (versículo 16). Ahora es hijo de Pablo por la fe, y Filemón debe recibirle como recibiría al mismo Pablo.