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Isaías 64: El silencio de Jehová

Isaías 64:1 ¡Oh, si rasgaras los cielos y descendieras, si los montes se estremecieran ante tu presencia

Una continuación de la oración de Isaías, quien aquí implora a Jehová que descienda y, en medio de un terremoto, castigue a las naciones y salve a Sion , como lo haría un Padre .

Isaías 64:2 (como el fuego enciende el matorral, como el fuego hace hervir el agua), para dar a conocer tu nombre a tus adversarios, para que ante tu presencia tiemblen las naciones!

Isaías 64:3 Cuando hiciste cosas terribles que no esperábamos, y descendiste, los montes se estremecieron ante tu presencia. [private]

Isaías 64:4 Desde la antigüedad no habían escuchado ni dado oídos, ni el ojo había visto a un Dios fuera de ti que obrara a favor del que esperaba en El.

Pablo alude a este versículo en 1 de Corintios 2:9, en apoyo del hecho de que el pecador ignora lo que Dios ha realizado en Cristo.

Isaías 64:5 Sales al encuentro del que se regocija y practica la justicia, de los que se acuerdan de ti en tus caminos. He aquí, te enojaste porque pecamos; continuamos en los pecados por mucho tiempo, ¿y seremos salvos?

alegría, su: Regocijarse, estar extremadamente feliz. Sus es una de las varias palabras hebreas para «alegría». Aparece 27 veces. De este verbo deriva sason, un sustantivo que significa «gozo, regocijo y alegría».

Isaías 64:6 Todos nosotros somos como el inmundo, y como trapo de inmundicia todas nuestras obras justas; todos nos marchitamos como una hoja, y nuestras iniquidades, como el viento, nos arrastran.

Justicias . . . trapo de inmundicia : El pecado y la culpa habían dejado a los israelitas recubiertos de andrajos desde el punto de vista moral. La apariencia de Dios es tan intensa como un fuego abrasador que consume todo a su paso. Si somos tan impuros, ¿cómo podemos ser salvos? Solo por la misericordia de Dios. Los israelitas experimentaron la gloria de Dios en el monte Sinaí. Cuando Dios se presentó ante Moisés, hubo truenos, humo y un terremoto. Si Dios se presentara ante nosotros, su gloria nos aplastaría especialmente cuando miráramos nuestros «trapos de inmundicia»

El pecado nos hace impuros para que no podamos acercarnos más a Dios, más que un mendigo en harapos podría comer a la mesa del rey. Nuestros mejores esfuerzos siguen infectados de pecado. La única esperanza, por lo tanto, es la fe en Jesucristo, quien nos puede limpiar y llevar ante la presencia de Dios. Este pasaje puede malinterpretarse con mucha facilidad. No significa que Dios nos rechace si vamos a El con fe, ni que El desprecia nuestros esfuerzos para agradarle. Significa que si vamos a Dios demandando su aceptación sobre la base de nuestra «buena» conducta, El señalará que nuestra bondad no es nada comparada con su justicia infinita. Este pasaje va dirigido sobre todo a los impenitentes, no para el verdadero seguidor de Dios.

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