Job 30:1 Pero ahora se burlan de mí los que son más jóvenes que yo, a cuyos padres no consideraba yo dignos de poner con los perros de mi ganado.
Era humillante sufrir una pérdida de la magnitud que sufrió Job. Pero enfrentarse al abuso por parte de hombres jóvenes añadía insultos a la humillación. Job había perdido familia, posesiones, salud, posición y buen nombre. Ya ni siquiera era respetado por sufrir con valentía. Desafortunadamente, a veces la gente joven se ríe y se aprovecha de los ancianos y de aquellos que están limitados de alguna manera. En vez de eso, deberían darse cuenta que todas nuestras habilidades y atributos físicos duran poco y que a todos Dios los ama por igual.
Los jóvenes que antes le honraban, ahora se burlan de él. Es objeto de befa de parte de lo más despreciable de la sociedad. Y lo peor es que Dios no se acuerda de él a pesar de que reiteradamente le invoca y le suplica le salve de la trágica situación de su vida. Sabe que va hacia la muerte, a pesar de que tiene conciencia de ser inocente. Se siente solo en un ambiente hostil: sus hermanos son “chacales,” y el vigor físico de su cuerpo se diluye sin esperanza de recuperación.
Job 30:2 En verdad, la fuerza de sus manos ¿de qué me servía? Había desaparecido de ellos el vigor.
Job 30:3 De miseria y hambre estaban extenuados; roían la tierra seca de noche en desierto y desolación;
Job 30:4 arrancaban malvas junto a los matorrales, y raíz de retama era su alimento.
Job 30:5 De la comunidad fueron expulsados, gritaban contra ellos como contra un ladrón.
Job 30:6 Moraban en valles de terror, en las cuevas de la tierra y de las peñas.
Job 30:7 Entre los matorrales clamaban; bajo las ortigas se reunían.
Job 30:8 Necios, sí, hijos sin nombre, echados a latigazos de la tierra.
Job 30:9 Y ahora he venido a ser su escarnio, y soy para ellos refrán.
Job 30:10 Me aborrecen y se alejan de mí, y no se retraen de escupirme a la cara.
En contraste con su honorable situación anterior, reconocida por todos los estratos sociales, ahora los de más baja estofa, la chusma innominada, los jovenzuelos desvergonzados, se ríen de él, haciendo burla de su triste situación. En todos los lugares, los mendigos y necesitados son objeto de befa de los jovenzuelos desalmados y sin educación. En el caso de Job, la situación se agrava, ya que antes había ocupado un lugar de preeminencia en la vida social. Con frase enérgica, Job declara despectivamente quiénes son los que ahora satirizan su situación: gentes de la última laya, que antes apenas habría considerado dignos de alternar con los perros de sus rebaños. Por otra parte, dada su baja procedencia social, nunca podían ser útiles a nadie, pues vegetan en la miseria y la impotencia total. Son gentes vagabundas, extenuadas por el hambre, que merodean por las zonas esteparias en busca de algo para alimentarse, pero que, obligados por la necesidad, se dedican al robo, y por ello son perseguidos como ladrones por las gentes que tienen algo. Habitan en cavernas, como expulsados de su país, sin tener patria ni familia determinada. Todo esto hace más dolorosa la situación de Job, ya que es objeto de burla de estas gentes que constituyen la chusma de la sociedad. Con toda impudencia le escupen a la cara y abominan de él.