Job 36:33 Con el trueno declara su indignación y la tempestad proclama su ira contra la iniquidad.
Cuarto Discurso de Elihu.
Continuando las argumentaciones tradicionales, Elihú insiste en que Dios castiga al impío y premia al justo en esta vida. Por otra parte, el dolor es el remedio al orgullo secreto del ser humano. En esto hay un avance ideológico sobre las exposiciones anteriores.
Aunque Job no ha replicado a los largos discursos de Elihú, éste insiste en sus puntos de vista, pues está impresionado con el silencio premeditado de aquél. Todavía tiene esperanza de convencerle con nuevas razones que muestren la justicia de Dios en su actuación respecto de los hombres, y en particular en el caso del doliente varón de Hus. Va a profundizar más en el problema del sufrimiento del justo, sacando razones de lejos, es decir, de la más profunda filosofía de la vida. Con toda impudencia se declara perfecto conocedor del problema. En su inexperiencia juvenil, cree que va a dar lecciones a la tradición.
Aunque Dios es poderoso y trascendente, sin embargo, no desprecia al de corazón limpio y sincero, sino que, al contrario, se muestra benevolente con el desvalido, otorgando al justo su derecho; pero es inflexible con el impío, al que niega el derecho a la vida.
Dios no sólo se preocupa de los pobres, sino que está también sobre los poderosos y reyes, a los que pone en sus tronos y los mantiene en ellos mientras le son sumisos; pero en cuanto se insolentan y engríen, son derribados y entregados a la prisión. En la aflicción reflexionan sobre su mala vida, y Dios les revela sus obras, reconociendo su maldad, invitándolos a un cambio de vida y al arrepentimiento. Si reconocen la mano de Dios en el castigo que sufren y se vuelven a El, volverán a recuperar su situación perdida y a terminar sus días felizmente. Al contrario, si se obstinan en su rebelión y depravada conducta, serán privados de la vida en plena juventud, viéndose obligados a pasar por el canal que lleva del sepulcro al seol, o región de los muertos. Es la tesis expuesta ya por Elifaz.
No sólo los sufrimientos físicos, sino también la pobreza sirve para hacer recapacitar al hombre y salvarle de una definitiva ruina. En consecuencia, Job debe disponerse a reconocer su culpabilidad para que Dios le libere de la angustia y lo conduzca a lugar holgado: la abundancia sustituirá a la actual indigencia. En realidad, Job está ahora apurando el juicio del malvado, merecido por sus transgresiones pasadas; y, por ello, el juicio y la justicia de Dios han hecho presa en él despiadadamente, sumiéndole en la actual penosa situación. Cuando vuelva a la situación próspera, debe tomar una actitud de desconfianza frente a la riqueza, y frente al soborno o rescate cuando tenga que decidir un juicio.
Los ?ersículos 19-20 son extremadamente oscuros y muy diversamente traducidos. Según la versión que hemos elegido, parece que Elihú aquí destaca la incapacidad de los esfuerzos humanos para sacar al hombre de la situación angustiosa en que se halla.
La exhortación se termina previniendo contra la posibilidad de volver al camino del pecado, que le ha traído justamente a esta situación de angustia.
Elihú, para impresionar al silencioso Job, inicia una verdadera doxología en la que se canta la grandeza y poder de Dios. Dado su poder, nadie puede ser su maestro. Nadie le puede señalar la conducta que debe seguir ni acusarle de injusto. Job debe asociarse a la glorificación que todos los hombres sabios dedican al supremo Hacedor. Con todo, la obra de Dios sigue siendo un misterio insondable, al que sólo los hombres pueden acercarse de lejos. Nadie puede contar sus años, pues es eterno. Su poder omnímodo se muestra en los fenómenos de la naturaleza, particularmente en la formación de la lluvia: la evaporación y formación de las nubes y la destilación consiguiente sobre los hombres es un fenómeno admirable y bienhechor, que muestra a la vez su poder y bondad. Gracias a ellas se asegura la alimentación de los pueblos.
Pero el poder de Dios se refleja, sobre todo, en la tormenta, que se va preparando con la extensión de nubes negras recargadas de vapor y fragorosas. En ellas habita Dios como en un pabellón, y desde ellas lanza el rayo amenazador contra su blanco. El trueno anuncia su presencia, y el ganado, olfateando el aire, siente la.amenaza de la tormenta.