3Jn 1:1 Salutación El Anciano a Gayo, el amado, a quien amo en la verdad.
Esta carta nos da una vislumbre de la vida de la Iglesia primitiva. Tercera de Juan, dirigida a Gayo, se ocupa de la necesidad de brindar hospitalidad a los predicadores itinerantes y a otros creyentes. De igual manera advierte en contra de un dictador en potencia de la iglesia.
El anciano Juan fue uno de los doce discípulos y el escritor del Evangelio según San Juan, las tres epístolas y el libro de Apocalipsis. No tenemos mayores detalles acerca de Gayo, pero es uno de aquellos a quienes Juan amaba profundamente. A lo mejor le había brindado su casa y le había dado hospitalidad a Juan en alguno de sus viajes. Si fuera así, Juan apreciaba sus obras, porque los predicadores itinerantes dependían de la hospitalidad para sobrevivir
3Jn 1:2 Amado, yo deseo que tú seas prosperado en todas las cosas y que tengas salud, así omo prospera tu alma.
A diferencia de la 1 y 2 Jn, la tercera carta de San Juan muestra un carácter totalmente personal. La dirección es la más breve de todas las epístolas del Nuevo Testamento y la que más se asemeja a la de las cartas privadas de época greco-romana llegadas hasta nosotros. Contiene únicamente el nombre del que escribe y el del destinatario. Como en la 2 Jn, la epístola comienza con el título de el presbítero, autodesignación del apóstol Juan, y va dirigida al amado Gayo. No sabemos quién era ese Gayo, porque el nombre era muy común en el ambiente greco-romano de aquella época. En el Nuevo Testamento aparecen tres o cuatro personajes con ese nombre. Sin embargo, el Gayo de la 3 Jn parece que no se puede identificar con ninguno de ellos. Probablemente era un laico rico perteneciente a una iglesia del Asia Menor a la que San Juan ya había dirigido otra carta. Esta carta tal vez haya que identificarla con la 2 Jn. Gayo había permanecido fiel al apóstol, sin dejarse impresionar por la actitud del ambicioso obispo local, Diotrefes. Había dado generosa hospitalidad a los misioneros itinerantes enviados por San Juan.Su fidelidad y generosa conducta le merecieron que el apóstol le escogiese para transmitir a sus amigos fieles sus órdenes, aunque no debía ocupar ningún cargo eclesiástico. San Juan lo llama cuatro veces — en una carta tan corta — amado. El amor del apóstol se funda en motivos de orden sobrenatural. Amaba a Gayo en la verdad, es decir, en Cristo. Este amor le lleva a interesarse vivamente por su salud y prosperidad. Le desea que su situación material y física sea tan próspera como su situación espiritual. Esto no quiere decir que Gayo estuviese enfermo. Se trata únicamente de una fórmula epistolar frecuente en los papiros de aquella época, que expresa el deseo de que le vaya bien a uno en sentido general.
Juan estaba preocupado por el bienestar físico y espiritual de Gayo. Eso era un contraste directo a la herejía popular del día que enseñaba la separación de lo espiritual y material y menospreciaba el aspecto físico de la vida. Todavía hoy, muchos caen en esa forma de pensamiento. Esa actitud no cristiana lógicamente lleva a una de dos reacciones: descuido del cuerpo y de la salud física o indulgencia con los deseos pecaminosos del cuerpo. Dios está interesado tanto en nuestro cuerpo como en nuestra alma. Los cristianos no debemos ser negligentes ni indulgentes con nosotros mismos, sino ocuparnos de nuestras necesidades físicas y disciplinar nuestro cuerpo de modo que podamos estar en las mejores condiciones para servir a Dios.
3Jn 1:3 Mucho me regocijé cuando vinieron los hermanos y dieron testimonio de tu verdad, de cómo andas en la verdad.
3Jn 1:4 No tengo yo mayor gozo que oir que mis hijos andan en la verdad.
Juan dice «mis hijos» porque, como resultado de su predicación, él era padre espiritual de muchos, entre ellos Gayo.
3Jn 1:5 Elogio de la hospitalidad de Gayo
Amado, fielmente te conduces cuando prestas algún servicio a los hermanos, especialmente a los desconocidos,
En los inicios de la iglesia, los profetas, evangelistas y maestros que viajaban («los hermanos») eran ayudados en el camino por personas como Gayo, que les daba alojamiento y comida. La hospitalidad es un arte perdido en muchas iglesias hoy día. Haríamos muy bien en invitar a más personas a nuestra mesa: miembros de la iglesia, jóvenes, ministros itinerantes, necesitados, visitantes. Esa es una manera activa y muy apreciada de mostrar su amor. Es más, probablemente es mucho más importante hoy. Por culpa de nuestra sociedad individualista y egocéntrica hay mucha gente solitaria que se pregunta si habrá alguien que se interese por saber si están vivos o muertos. Si encuentra una persona sola, ¡muéstrele que usted se interesa por ella!
3Jn 1:6 los cuales han dado ante la iglesia testimonio de tu amor; y harás bien en encaminarlos como es digno de su servicio a Dios, para que continúen su viaje,
3Jn 1:7 pues ellos salieron por amor del nombre e Él, sin aceptar nada de los gentiles.
Los ministros itinerantes no pedían ni aceptaban nada de los que no eran cristianos porque no querían que nadie pusiera en duda sus motivos para predicar. Los verdaderos mensajeros de Dios no predican con el propósito de enriquecerse sino por amor a Dios. Es la responsabilidad de la iglesia cuidar de los obreros cristianos. Nunca debe encomendársele esa tarea a quienes no son creyentes.
3Jn 1:8 Nosotros, pues, debemos acoger a tales personas, para que cooperemos con la verdad.
Cuando usted ayuda a alguien que está difundiendo el evangelio, en realidad forma parte de su ministerio. Ese es el otro aspecto del principio. No todos han de ir al campo misionero. Los que trabajan para Cristo en su iglesia local son esenciales para el ministerio de quienes van y requieren sostenimiento. Podemos apoyar a los misioneros orando por ellos y dándoles nuestro dinero y tiempo, y mostrándoles hospitalidad.