Jesús, lleno del Espíritu Santo, volvió del río Jordán, y el Espíritu lo llevó al desierto, para que el diablo lo pusiera a prueba. Allí estuvo cuarenta días y cuarenta noches sin comer, viviendo entre las fieras y después sintió hambre y el diablo lo puso a prueba. El diablo se acercó entonces a Jesús para ponerlo a prueba, y le dijo: –Si de veras eres Hijo de Dios, ordena que estas piedras se conviertan en panes. Pero Jesús le contestó: –La Escritura dice: ‹No solo de pan vivirá el hombre, sino también de toda palabra que salga de los labios de Dios. Luego el diablo lo llevó a la santa ciudad de Jerusalén, lo subió a la parte más alta del templo y le dijo: –Si de veras eres Hijo de Dios, tírate abajo desde aquí; porque la Escritura dice: ‹Dios mandará que sus ángeles te cuiden y te protejan. Te levantarán con sus manos, para que no tropieces con piedra alguna. Jesús le contestó: –También dice la Escritura: ‹No pongas a prueba al Señor tu Dios. Finalmente el diablo lo levantó y lo llevó a un cerro muy alto, y mostrándole en un momento todos los países del mundo y la grandeza de ellos, le dijo: –Yo te daré todo esto, todo este poder y la grandeza de estos países, porque yo lo he recibido, y se lo daré al que quiera dárselo, si te arrodillas y me adoras. Jesús le contestó: –Vete, Satanás, porque la Escritura también dice: ‹Adora al Señor tu Dios, no lo pongas a prueba y sírvele solo a él.» Cuando y a el diablo no encontró otra forma de poner a prueba a Jesús, entonces se apartó de Él, por algún tiempo y unos ángeles acudieron a servirle. Mateo 4:1-11; Marcos 1: 12-13; Lucas 4: 1-13
Hay algo en lo que debemos fijarnos bien justamente al principio de nuestro estudio de las tentaciones de Jesús, y es el sentido de la palabra tentar. La palabra que se usa aquí en el original es peirazein. En español, la palabra tentar tiene un sentido uniforme y sistemáticamente malo. Siempre quiere decir inducir a una persona a hacer algo que no está bien, procurar seducirla al pecado, tratar de persuadirla a tomar una decisión contraria a la moral o, a la ley de Dios. Pero peirazein tiene un elemento completamente diferente en su significado. Quiere decir probar mucho más que tentar en nuestro sentido de la palabra.
Uno de los grandes relatos del Antiguo Testamento es el que nos cuenta cómo Dios invitó a Abraham sacrificar a su hijo único Isaac. Ahora bien, ese relato empezaba diciendo: «Y aconteció después de estas cosas, que tentó Dios a Abraham» Génesis 22:1. Está claro que la palabra tentar no puede querer decir aquí tratar de seducir o inducir al mal. En ninguna cabeza cabe pensar que Dios intentara hacer a un hombre un malhechor. Pero todo queda totalmente claro cuando entendemos que quiere decir: «Aconteció después de estas cosas, que probó Dios a Abraham». Había llegado la hora para la prueba suprema de la lealtad de Abraham. Lo mismo que tiene que probarse el metal sometiéndolo a una presión y tensión superiores a las que tendrá que soportar antes de usarlo para un uso práctico, así un hombre tiene que ser probado antes de que Dios pueda usarle para Su propósito. Los judíos tenían un dicho: «El Santo, bendito sea Su nombre, no eleva a un hombre a una dignidad hasta después de probarle y analizarle; y si resiste la tentación, entonces Dios le eleva a la dignidad.»
Aquí tenemos, pues, una gran verdad edificante. Lo que llamamos tentación no nos viene para hacernos pecar, sino para capacitarnos para conquistar el pecado; no para hacernos malos, sino buenos; no para debilitarnos, sino para que surjamos de la prueba más fuertes y auténticos y puros.
La tentación no es un castigo por ser humanos, sino la gloria de serlo. Es la prueba que sobreviene a una persona que Dios quiere usar. Así que debemos pensar en todo este incidente, no tanto como la tentación, sino como la prueba de Jesús.
Tenemos también que fijarnos en dónde tuvo lugar esta prueba. Fue en el desierto. Entre Jerusalén, en la meseta central que es la espina dorsal de Palestina, y el Mar Muerto se extiende el desierto. El Antiguo Testamento lo llama yesimón, que quiere decir la devastación, un nombre apropiado. Se extiende por un área de 50 por 25 kilómetros.
Sir George Adam Smith que se lo recorrió, nos lo describe. Es un área de arena amarilla, de caliza quebradiza y de cantos dispersos. Es un área de estratos deformes en los que las arrugas van en todas las direcciones como si estuvieran alabeadas y retorcidas. Las colinas son como montones de polvo; La piedra caliza está erosionada y pelada; las rocas están desnudas y puntiagudas; a menudo hasta el mismo suelo suena a hueco cuando lo pisan los pies humanos o los cascos de las caballerías. Deslumbra y reluce con el calor como un horno inmenso. Se precipita hacia el Mar Muerto en una caída de cuatrocientos metros de piedra caliza, pedernal y marga, entre salientes y entrantes y precipicios.
En ese desierto, Jesús podía estar más solo que en ningún otro lugar de Palestina. Jesús se fue al desierto completamente solo. Había recibido Su tarea; Dios Le había hablado; tenía que pensar cómo iba a emprender la obra que Dios Le había confiado; tenía que tener las cosas claras antes de empezar; tenía que estar solo.
Puede que a menudo erremos sencillamente porque nunca hacemos lo posible para estar solos. Hay ciertas cosas que una persona tiene que resolver a solas. Hay momentos cuando no nos sirve de nada el consejo que se nos pueda dar. Hay veces cuando una persona tiene que retenerse de actuar, y empezar a pensar. Puede que cometamos muchos errores precisamente porque no nos damos la oportunidad de estar a solas con Dios.
El sagrado relato
Hay algunas consideraciones que debemos hacernos antes de proceder al estudio detallado del relato de las tentaciones.
(i) Los tres evangelistas parecen hacer hincapié en que las tentaciones siguieron inmediatamente al bautismo de Jesús. Como dice Marcos «Inmediatamente el Espíritu Le impulsó al desierto» Marcos 1:12; sigue manteniendo la palabra luego en su primera acepción: «Prontamente, sin dilación».
Es una de las realidades de la vida el que después de todo gran momento viene un momento de reacción y una y otra vez es en la reacción donde se oculta el peligro. Eso fue lo que le sucedió a Elías. Con un coraje imponente, Elías se enfrentó completamente solo y derrotó a los profetas de Baal en el monte Carmelo como nos lo dice 1 Reyes 18: 17-40: Cuando Acab vio a Elías, le dijo: ¿Eres tú el que turbas a Israel? Y él respondió: Yo no he turbado a Israel, sino tú y la casa de tu padre, dejando los mandamientos de Jehová, y siguiendo a los baales. Envía, pues, ahora y congrégame a todo Israel en el monte Carmelo, y los cuatrocientos cincuenta profetas de Baal, y los cuatrocientos profetas de Asera, que comen de la mesa de Jezabel. Elías y los profetas de Baal Entonces Acab convocó a todos los hijos de Israel, y reunió a los profetas en el monte Carmelo. Y acercándose Elías a todo el pueblo, dijo: ¿Hasta cuándo claudicaréis vosotros entre dos pensamientos? Si Jehová es Dios, seguidle; y si Baal, id en pos de él. Y el pueblo no respondió palabra. Y Elías volvió a decir al pueblo: Sólo yo he quedado profeta de Jehová; mas de los profetas de Baal hay cuatrocientos cincuenta hombres. Dénsenos, pues, dos bueyes, y escojan ellos uno, y córtenlo en pedazos, y pónganlo sobre leña, pero no pongan fuego debajo; y yo prepararé el otro buey, y lo pondré sobre leña, y ningún fuego pondré debajo. Invocad luego vosotros el nombre de vuestros dioses, y yo invocaré el nombre de Jehová; y el Dios que respondiere por medio de fuego, ése sea Dios. Y todo el pueblo respondió, diciendo: Bien dicho. Elías dijo a los profetas de Baal: Escogeos un buey, y preparadlo vosotros primero, pues que sois los más; e invocad el nombre de vuestros dioses, mas no pongáis fuego debajo. ellos tomaron el buey que les fue dado y lo prepararon, e invocaron el nombre de Baal desde la mañana hasta el mediodía, diciendo: !!Baal, respóndenos! Pero no había voz, ni quien respondiese; entre tanto, ellos andaban saltando cerca del altar que habían hecho. Y aconteció al mediodía, que Elías se burlaba de ellos, diciendo: Gritad en alta voz, porque dios es; quizá está meditando, o tiene algún trabajo, o va de camino; tal vez duerme, y hay que despertarle. Y ellos clamaban a grandes voces, y se sajaban con cuchillos y con lancetas conforme a su costumbre, hasta chorrear la sangre sobre ellos. Pasó el mediodía, y ellos siguieron gritando frenéticamente hasta la hora de ofrecerse el sacrificio, pero no hubo ninguna voz, ni quien respondiese ni escuchase. Entonces dijo Elías a todo el pueblo: Acercaos a mí. Y todo el pueblo se le acercó; y él arregló el altar de Jehová que estaba arruinado. Y tomando Elías doce piedras, conforme al número de las tribus de los hijos de Jacob, al cual había sido dada palabra de Jehová diciendo, Israel será tu nombre, edificó con las piedras un altar en el nombre de Jehová; después hizo una zanja alrededor del altar, en que cupieran dos medidas de grano. Preparó luego la leña, y cortó el buey en pedazos, y lo puso sobre la leña. Y dijo: Llenad cuatro cántaros de agua, y derramadla sobre el holocausto y sobre la leña. Y dijo: Hacedlo otra vez; y otra vez lo hicieron. Dijo aún: Hacedlo la tercera vez; y lo hicieron la tercera vez, de manera que el agua corría alrededor del altar, y también se había llenado de agua la zanja. Cuando llegó la hora de ofrecerse el holocausto, se acercó el profeta Elías y dijo: Jehová Dios de Abraham, de Isaac y de Israel, sea hoy manifiesto que tú eres Dios en Israel, y que yo soy tu siervo, y que por mandato tuyo he hecho todas estas cosas. Respóndeme, Jehová, respóndeme, para que conozca este pueblo que tú, oh Jehová, eres el Dios, y que tú vuelves a ti el corazón de ellos. Entonces cayó fuego de Jehová, y consumió el holocausto, la leña, las piedras y el polvo, y aun lamió el agua que estaba en la zanja. Viéndolo todo el pueblo, se postraron y dijeron: !!Jehová es el Dios, Jehová es el Dios! Entonces Elías les dijo: Prended a los profetas de Baal, para que no escape ninguno. Y ellos los prendieron; y los llevó Elías al arroyo de Cisón, y allí los degolló.
Ese fue el gran momento del valor y del testimonio de Elías. Pero la matanza de los profetas de Baal provocó la ira de la malvada Jezabel, que se propuso acabar con Elías. «Entonces tuvo miedo y se levantó y huyó para salvar la vida a Beerseba» 1 Reyes 19:3. El hombre que se había mantenido intrépidamente frente a todos sus rivales huye ahora para salvar la vida con el terror en los talones. Había llegado el momento de la reacción. Parece ser ley de vida que precisamente después que nuestro poder de resistencia ha estado en su punto más alto se achanta hasta lo más bajo. El tentador escogió cuidadosa, sutil y astutamente su momento para atacar a Jesús -pero Jesús le venció. Haremos bien en mantenernos especialmente en guardia después de cada vez que la vida nos ha llevado a las alturas, porque es precisamente entonces cuando asalta el más grave peligro de las simas.
(ii) No tenemos por qué considerar esto como una experiencia externa de Jesús. Fue una lucha que tuvo lugar en Su propio corazón y mente y alma. La prueba está en que no existe ninguna montaña desde la que se puedan ver todos los reinos de la Tierra, pese al Tibidabo. Fue una batalla interior.
Es en nuestros pensamientos y deseos más íntimos como viene a nosotros el tentador. Lanza su ataque en nuestras propias mentes. Es verdad que es tan real que casi podemos hasta ver al diablo.
Hasta este día se puede ver una mancha de tinta en la pared de la habitación de Lutero en el castillo de Wartburg en Alemania: Lutero le tiró el tintero al diablo que le estaba tentando. Pero el poder del diablo estriba en el hecho de que supera nuestras defensas y nos ataca desde dentro. Encuentra aliados y armas entre nuestros pensamientos y deseos más íntimos.
(iii) No tenemos que creer que Jesús derrotó definitivamente al tentador en una sola campaña, y que éste no volvió a atacarle ya nunca más. El tentador Le habló otra vez a Jesús en Cesarea de Filipo cuando Pedro trató de disuadirle de seguir el camino de la Cruz, y cuando tuvo que decirle a Pedro las mismas palabras que le había dicho al tentador en el desierto: «¡Quítate de en medio, Satanás!» Mateo 16:23. Al final de su recorrido, Jesús pudo decirles a sus discípulos: «Vosotros sois los que habéis permanecido conmigo en mis pruebas» Lucas 22:28. Y nunca en toda la historia humana ha habido una lucha con la tentación como la que Jesús mantuvo en Getsemaní con el tentador que trataba de apartarle del camino de la Cruz: diciendo: Padre, si quieres, pasa de mí esta copa; pero no se haga mi voluntad, sino la tuya. Y se le apareció un ángel del cielo para fortalecerle. Y estando en agonía, oraba más intensamente; y era su sudor como grandes gotas de sangre que caían hasta la tierra. Lucas 22:42-44).
«La vigilancia eterna es el precio de la libertad.» En la milicia cristiana no hay licencia ni se dan permisos. A veces nos preocupamos porque creemos que deberíamos alcanzar una etapa en la que estuviéramos más allá de la tentación, una etapa en la que el poder del tentador ya estuviera quebrantado para siempre. Jesús nunca alcanzó esa etapa. Desde el principio hasta el fin de su carrera tuvo que mantenerse en la lucha; por eso puede ayudarnos a pelear la nuestra.
(iv) Una cosa sobresale en esta historia: Las tentaciones fueron tales que no podían sobrevenirle a una persona que no tuviera unos poderes muy especiales y supiera que los tenía.
Sanday describe las tentaciones como «el problema de qué hacer con los poderes sobrenaturales.» Las tentaciones que sobrevinieron a Jesús sólo le podían atacar a uno que supiera que había cosas extraordinarias que él podría hacer.
Debemos recordar siempre que una y otra vez somos atacados por medio de nuestros dones. La persona dotada con algún encanto tendrá la tentación de usarlo para salirse con la suya. La persona dotada con el poder de la palabra tendrá la tentación recurrir a la labia para presentar disculpas que justifiquen cualquier comportamiento suyo. La persona con una imaginación viva y gráfica sufrirá agonías de tentación que una persona flemática no experimentará nunca. La persona con grandes talentos mentales estará tentada a usarlos para su propio bien y no para el de otros, para convertirse en amo y no en servidor de la humanidad. Es un hecho inexorable de la tentación que es precisamente donde nos consideramos más fuertes donde debemos tener más cuidado de no bajar la guardia.
(v) Nadie puede leer este relato sin darse cuenta de que su fuente tiene que haber sido el mismo Jesús. No había nadie con Él en el desierto cuando se estaba librando esta batalla. Y si tenemos noticias de ella es solamente porque Jesús mismo tiene que habérselo contado a sus hombres. Es como si Jesús nos estuviera relatando una parte de su autobiografía espiritual.
Debemos siempre acercarnos a esta historia con una reverencia única y especial, porque Jesús nos descubre en ella Su más íntimo corazón y alma. Está refiriéndonos Su experiencia. Es la más sagrada de todas las historias, porque Jesús nos está diciendo en ella que puede ayudar a los demás en sus tentaciones porque Él mismo fue tentado. Nos descorre el velo de Sus propias luchas para ayudarnos en las nuestras.
El ataque del tentador
El tentador lanzó su ataque contra Jesús en tres frentes, en cada uno de los cuales había algo inevitable:
(i) Está la tentación de hacer que las piedras se volvieran pan. El desierto estaba sembrado de pequeños cantos de caliza que parecían exactamente panecillos; hasta ellos le sugerirían a Jesús esta tentación.
Era una tentación doble. La tentación de que Jesús usara Sus poderes egoístamente y para Su propio provecho, y eso fue precisamente lo que Jesús siempre se negó a hacer. Siempre hay la tentación de usar egoístamente cualesquiera poderes que Dios nos haya dado.
Dios le ha dado un don a cada persona, y cada persona puede hacerse una de dos preguntas. Puede preguntarse: «¿Qué partido puedo yo sacar de este don?» o: «¿Cómo puedo yo usar este don para el bien de los demás?» Esta clase de tentación se nos puede presentar en la cosa más sencilla. Una persona puede poseer, por ejemplo, una voz agradable de escuchar; puede proponerse sacarle partido, y negarse a usarla a menos que se le pague. No hay razón para rehusar que se le pague, pero hay toda clase de razones para no deber usarla solamente para que se le pague. No hay persona que no tenga la tentación de usar egoístamente el don que Dios le haya asignado.
Pero esto de la tentación tiene otra cara. Jesús era el Mesías de Dios, y Él lo sabía. En el desierto se estaba enfrentando con la elección del método para ganar las almas para Dios. ¿Qué método había de usar para la tarea que Dios Le había asignado? ¿Cómo había de materializar Su visión y sueño?
Un camino infalible para convencer a la gente a que Le siguiera era darles pan, es decir, cosas materiales. ¿Acaso no lo justificaba la historia? ¿No había dicho Dios: «Os haré llover pan del cielo»? ¿No incluían las visiones de la futura edad de oro ese mismo sueño? ¿No había dicho Isaías: «No tendrán hambre ni sed»? Isaías 49:1 ¿No era el Banquete Mesiánico una figura consagrada entre los Testamentos de los sueños del Reino? Si Jesús hubiera querido darle pan a la humanidad, tendría suficiente justificación para hacerlo.
Pero el haberles dado pan a los hombres habría sido una doble equivocación. En primer lugar, habría sido sobornarlos para que Le siguieran. Habría sido convencer a la gente para que Le siguiera por lo que pudieran sacar, mientras que la recompensa que Jesús tenía para ofrecer era una Cruz. Llamaba a la gente a una vida de dar, no de obtener. Sobornar a la humanidad con cosas materiales habría sido la negación de todo lo que Él vino a decir y habría sido finalmente la derrota de Sus propios fines.
En segundo lugar, habría sido suprimir los síntomas sin tratar la enfermedad. La gente está hambrienta; pero debemos preguntarnos: ¿Por qué está hambrienta? ¿Es por culpa de su propia estupidez, y descuido, y holgazanería? ¿O es porque hay algunos que poseen egoístamente demasiado mientras otros carecen de lo necesario? La verdadera manera de curar el hambre es eliminar sus causas -y las causas están en el alma de las personas. Y, sobre todo, hay un hambre del corazón que no se puede satisfacer con cosas materiales.
Así es que Jesús contestó al tentador con las mismas palabras que expresan la lección que Dios había tratado de enseñarle a Su pueblo en el desierto: «La persona no vive solo de pan, sino de todo lo que proceda de la boca del Señor» Deuteronomio 8:3. La única manera de encontrar la verdadera satisfacción es aprender a depender totalmente de Dios.
(ii) Entonces el tentador reforzó su ataque en otro frente. En una visión, llevó a Jesús al pináculo del templo. Eso puede querer decir una de dos cosas. El templo estaba edificado en la cima del monte de Sión, que formaba como una meseta donde estaban situados los edificios del templo. Había una esquina en la que se unían el pórtico de Salomón y el pórtico Real, y en esa esquina había una caída de ciento cincuenta metros al valle del torrente de Cedrón. ¿Por qué no había de ponerse Jesús en ese pináculo, tirarse y aterrizar ileso en el fondo del valle? El pueblo seguiría admirado al que fuera capaz de semejante hazaña.
Otra posibilidad sería que, en la cubierta del templo mismo había un saliente donde se colocaba todas las mañanas un sacerdote con una trompeta en la mano, esperando el primer arrebol de la aurora a través de las colinas de Hebrón. A la primera señal del alba tocaba la trompeta para anunciar la hora del sacrificio de la mañana. ¿Por qué no podía Jesús ponerse allí, y saltar precisamente al patio del templo, haciendo que Le siguieran todos estupefactos? ¿No había dicho Malaquías: «Y vendrá súbitamente a Su templo el Señor?» Malaquías 3:1. ¿No había una promesa de que los ángeles llevarían en sus manos al hombre de Dios para que no le sobreviniera ningún daño? Pues a sus ángeles mandará acerca de ti, Que te guarden en todos tus caminos.Salmo 91: 11.
Esto era precisamente lo que prometían los falsos mesías que surgían cada dos por tres. Un tal Teudas había hecho salir al pueblo prometiéndole que a su palabra se dividirían las aguas del Jordán en dos partes: 38 ¿No eres tú aquel egipcio que levantó una sedición antes de estos días, y sacó al desierto los cuatro mil sicarios? Hechos 21:38. Un famoso pretendiente egipcio había prometido que con una sola palabra arrasaría las murallas de Jerusalén. Simón Mago, se dice, había prometido volar por los aires, pero pereció en el intento. Estos pretendientes habían ofrecido credenciales que no pudieron cumplir. Jesús podía cumplir todo lo que prometiera. ¿Por qué no había de seguir ese método?
Jesús tenía dos buenas razones para no adoptar ese curso de acción. La primera, que el que busque atraer a sí a las personas proveyéndolas de sensaciones habrá elegido un camino que, literalmente, no tiene futuro. La razón es bien sencilla: para conservar el poder tendría que seguir produciendo sensaciones cada vez más grandes. Las maravillas tienen un tiempo limitado. La sensación de este año será algo corriente el que viene. Un Evangelio basado en el sensacionalismo estaría condenado al fracaso. La segunda, que esa no es la manera en que se ha de usar el poder de Dios. «No intentarás someter al Señor tu Dios a prueba,» dijo Jesús. Deuteronomio 6:16. Lo que quería decir era que no es bueno querer ver hasta dónde puede uno llegar con Dios; no tiene sentido ponerte deliberadamente en una situación peligrosa, atrevida e innecesariamente, y esperar que Dios te libre de las consecuencias.
Dios espera que asumamos riesgos por fidelidad a Él, pero no para elevar nuestro prestigio. La fe que depende de las señales y los milagros no es la verdadera fe. Si la fe no puede creer sin las sensaciones es que no es realmente fe, sino una duda que está buscando una prueba, y buscándola donde no la puede encontrar. El poder salvador de Dios no es algo con lo que se puede jugar ni experimentar, sino algo en lo que hay que confiar sin aspavientos en la vida diaria. Jesús rechazó el sensacionalismo porque sabía que conducía, y conduce, al fracaso; y porque buscar sensaciones no es confiar, sino desconfiar de Dios.
(iii) Así es que el tentador atacó todavía por otro frente. Era el mundo lo que Jesús había venido a salvar, y Le vino a la mente una representación del mundo. La voz del tentador Le dijo: «¡Póstrate y adórame, y yo Te daré todos los reinos del mundo!» ¿No había dicho Dios mismo a Su escogido: «Pídeme, y Te daré por herencia las naciones, y como posesión Tuya los confines de la Tierra»? Salmo 2:8.
Lo que quería decir el tentador era: «¡Transige! ¡Lleguemos a un acuerdo! ¡No pongas el listón demasiado alto! Hazte un poco el ciego al mal y a las cosas discutibles, y Te harás con las masas.» Esta era la tentación a pactar con el mundo en vez de presentarle clara y terminantemente las demandas de Dios. Era la tentación a avanzar retirándose, y a tratar de cambiar el mundo haciéndose como él. La contestación de Jesús no se hizo esperar: « Al Señor tu Dios temerás, a Él solo servirás y por Su nombre jurarás» Deuteronomio 6:13. Jesús estaba absolutamente seguro de que no se puede vencer al mal entrando en componendas con él. Estableció la insobornabilidad de la fe cristiana. El Cristianismo no se puede doblegar para ponerse al nivel del mundo, sino elevar al mundo a su propio nivel. Ningún otro principio funcionará. Así es que Jesús hizo Su decisión. Decidió que nunca sobornaría a nadie para que Le siguiera; decidió que el camino del sensacionalismo no era para Él, y decidió que no podía transigir en el mensaje que predicara ni en la fe que demandara. Su elección significaba inevitablemente la Cruz -pero la Cruz significaba también inevitablemente la victoria final.
Estuvo allí cuarenta días, durante los cuales Le estuvo tentando Satanás. Las fieras Le hacían compañía, y los ángeles Le ayudaban. Tan pronto como pasó la gloria de la hora del bautismo llega la de la batalla con las tentaciones. Una cosa resalta aquí tal manera que no podemos pasarla por alto. Fue el Espíritu el Que impulsó a Jesús a retirarse al desierto, para someterse a la prueba. El mismo Espíritu que descendió sobre Él en Su bautismo ahora Le sacó de Su descanso.
En esta vida es imposible escapar a los asaltos de la tentación; pero una cosa es segura: las tentaciones no se nos envían para que caigamos, sino para fortalecer los nervios los tendones de nuestras mentes y almas. No se pretende que nos traigan la ruina, sino la fuerza. Están diseñadas para que de las pruebas surjamos mejores guerreros y atletas de Dios.
Supongamos que hay un futbolista que está haciendo un buen papel en el segundo equipo y dando señales de ser una promesa; ¿qué hará el entrenador? Seguro que no le sacará para que juegue en el tercer equipo, que sería un paseo para él y no le haría sudar; sino que le pondrá en el primer equipo donde se le someterá a una prueba como nunca antes, y tendrá una oportunidad de probarse a sí mismo. Eso es lo que se pretende con la tentación: permitirnos demostrar nuestra madurez y hacernos surgir más capaces para la lucha.
Cuarenta días es una frase que no hay por qué tomar literalmente. Es una expresión hebrea que quiere decir un tiempo considerable. Se nos dice que Moisés estuvo en la montaña con Dios cuarenta días: Y entró Moisés en medio de la nube, y subió al monte; y estuvo Moisés en el monte cuarenta días y cuarenta noches. Éxodo 24:18; Elías anduvo cuarenta días con la fuerza de la comida que le dio el ángel: Se levantó, pues, y comió y bebió, y con la fuerza de aquella comida caminó cuarenta días y cuarenta noches hasta Horeb, el monte de Dios. 1 Reyes 19:8. En hebreo cuarenta días puede querer decir sencillamente un tiempo considerable.
Fue Satanás el que tentó a Jesús. El desarrollo de la idea de Satanás es muy interesante. La palabra satán en hebreo quiere decir sencillamente adversario; y en el Antiguo Testamento se usa corrientemente de adversarios y oponentes humanos normales. El ángel del Señor fue el satán que le cerraba el camino a Balaam: Pero Dios se airó porque él iba, y el ángel del Señor se puso en el camino como un adversario contra él. Y Balaam iba montado sobre su asna, y sus dos sirvientes con él. Números 22: 22; los filisteos temían que David se volviera su satán: Pero los jefes de los filisteos se enojaron contra él, y le dijeron: Haz volver a ese hombre y que se vuelva al lugar que le asignaste, y no le permitas que descienda a la batalla con nosotros, no sea que en la batalla se convierta en nuestro adversario. Pues, ¿con qué podría hacerse él aceptable a su Señor? ¿No sería con las cabezas de estos hombres? 1 Samuel 29:4; David considera a Abisai su satán: Entonces David dijo: ¿Qué tengo yo que ver con vosotros, hijos de Sarvia, para que en este día me seáis adversarios? ¿Ha de morir hoy hombre alguno en Israel? ¿Acaso no sé que hoy soy rey sobre Israel? 2 Samuel 19:22; Salomón declara que Dios le ha dado tal paz y prosperidad que no le queda ningún satán que se le oponga: Mas ahora el Señor mi Dios me ha dado paz por todas partes; no hay adversario ni calamidad. 1 Reyes 5:4.
La palabra empezó significando un adversario en el sentido más amplio del término. Pero da un paso considerable hacia adelante; empieza a querer decir uno que presenta una acusación contra una persona. Es en este sentido como se usa en el primer capítulo de Job. Allí Satán es nada menos que uno de los hijos de Dios: Hubo un día cuando los hijos de Dios vinieron a presentarse delante del Señor, y Satanás vino también entre ellos. Job 1:6; pero esta tarea particular le obligaba a considerar a los hombres: Y el Señor dijo a Satanás: ¿De dónde vienes? Entonces Satanás respondió al Señor, y dijo: De recorrer la tierra y de andar por ella. Job 1: 7 y buscar alguna acusación que pudiera presentar contra ellos en la presencia de Dios. Era el acusador de los hombres ante Dios. Así se usa la palabra en Job 2:2: Y el Señor dijo a Satanás: ¿De dónde vienes? Entonces Satanás respondió al Señor, y dijo: De recorrer la tierra y de andar por ella. Observemos que aquí se repite exactamente Job 1:7, y es que el adversario siempre está como león en acecho para intentar vencernos en la prueba; y vuelve el adversario a convertirse en acusador del hombre ante Dios en Zacarías 3:2; Y el ángel del Señor dijo a Satanás: El Señor te reprenda, Satanás. Repréndate el Señor que ha escogido a Jerusalén. ¿No es éste un tizón arrebatado del fuego? La tarea de Satán era decir todo lo que se pudiera decir en contra de una persona.
El otro título de Satán es El Diablo; la palabra diablo viene del griego diábolos, que quiere decir literalmente un calumniador. Es un paso adelante pasando de la idea de uno que investiga todo lo que se pueda decir en contra de una persona a la idea de uno que deliberada y maliciosamente calumnia a una persona en la presencia de Dios. Pero en el Antiguo Testamento Satán es todavía un emisario de Dios, y todavía no el supremo y maligno enemigo de Dios. Es el Adversario de las personas.
Pero entonces la palabra da un salto importante en su carrera descendente. Durante su cautividad, los judíos aprendieron algo del pensamiento persa. El pensamiento persa se basa en la concepción de que en el universo hay dos poderes: el poder de la luz, y el de las tinieblas, Ormuzd y Ahrimán. El universo entero es un campo de batalla entre ellos, y el hombre tiene que escoger su lado en ese conflicto cósmico. De hecho, eso es precisamente lo que parece ser la vida y se experimenta. Para decirlo con una palabra, en este mundo están Dios y el Adversario de Dios. Era casi inevitable el que Satanás llegara a ser considerado como El Adversario par excellence. Eso es lo que su nombre quiere decir, eso es lo que él ha sido siempre para el hombre; Satanás llega a ser la esencia de todo lo que es en contra de Dios.
Cuando pasamos al Nuevo Testamento nos encontramos con que es el Diablo o Satanás el que está detrás de la enfermedad y el sufrimiento humano: Y ésta, que es hija de Abraham, a la que Satanás ha tenido atada durante dieciocho largos años, ¿no debía ser libertada de esta ligadura en día de reposo? Lucas 13:16; fue Satanás el que sedujo a Judas; Entonces Satanás entró en Judas, llamado Iscariote, que pertenecía al número de los doce; Lucas 22:3; es al Diablo al que debemos resistir y pelear; Sed de espíritu sobrio, estad alerta. Vuestro adversario, el diablo, anda al acecho como león rugiente, buscando a quien devorar. 1 Pedro 5:8; Santiago 4:7 continúa diciendo: Por tanto, someteos a Dios. Resistid, pues, al diablo y huirá de vosotros.
El Nuevo Testamento nos le presenta como el poder que se opone a Dios, pero que ya ha sido vencido por nuestro Salvador en la Cruz: Así que, por cuanto los hijos participan de carne y sangre, El igualmente participó también de lo mismo, para anular mediante la muerte el poder de aquel que tenía el poder de la muerte, es decir, el diablo, Hebreos 2:14 No solo ha sido vencido por nuestro Señor en la Cruz sino que está destinado para la destrucción final.: Entonces dirá también a los de su izquierda: «Apartaos de mí, malditos, al fuego eterno que ha sido preparado para el diablo y sus ángeles. Mateo 25:41.
Aquí tenemos toda la esencia de la historia de las tentaciones. Jesús tenía que decidir cómo iba a llevar a cabo Su obra. Era consciente de una tremenda tarea y de unos poderes extraordinarios. Dios Le estaba diciendo: «Lleva Mi amor a la humanidad; ama a los seres humanos hasta morir por ellos; conquístalos con este amor inconquistable aunque tengas que morir por ellos en una cruz.» Satanás estaba diciéndole a Jesús: «Usa Tu poder para someter a la humanidad; barre a Tus enemigos; gana al mundo por la fuerza y el poder y la muerte.» Dios Le decía a Jesús: «Instaura un Reino de amor.» Satanás Le decía: «Instaura una dictadura de poder.» Jesús tenía que escoger entonces entre el camino de Dios y el del Adversario de Dios.
La breve historia de las tentaciones en Marcos termina con dos detalles gráficos.
(i) Las fieras Le hacían compañía. Por el desierto vagaban el leopardo, el oso, el jabalí y el chacal.
Esto se suele tomar como un detalle gráfico que añade más terror a la escena. Pero tal vez no era eso. Tal vez fuera un detalle amable, porque tal vez quisiera decir que las fieras eran amigas de Jesús. Entre los sueños de la edad de oro cuando viniera el Mesías, los judíos soñaban con el día en que dejara de existir la enemistad entre los seres humanos y las bestias. «En aquel tiempo haré en favor de ellos un pacto con las bestias del campo, con las aves del cielo y las serpientes de la tierra» Oseas 2:18. «Morará el lobo con el cordero, y el leopardo con el cabrito se acostará… El niño de pecho jugará sobre la cueva de la cobra… No harán mal ni dañarán en todo Mi santo monte» Isaías 11:6-9. Siglo después, san Francisco predicaría a los animales; y puede que aquí tengamos un adelanto de la bendita situación en que lo seres humanos y los animales vivirán en paz. Puede ser que aquí tengamos un cuadro en el que veamos que las fieras reconocieron, antes que las personas, a su Amigo y su Rey.
(ii) Los ángeles Le estaban ayudando. También estaban allá los refuerzos divinos en la hora de la prueba. Cuando Eliseo y su siervo estaban encerrados en Dotán, con los enemigos acechándolos y sin ninguna salida imaginable, Eliseo le pidió a Dios que abriera los ojos del joven para que viera los caballos y carros de fuego que pertenecían a Dios que estaban rodeándolos por todas partes: Eliseo entonces oró, y dijo: Oh Señor, te ruego que abras sus ojos para que vea. Y el Señor abrió los ojos del criado, y miró, y he aquí que el monte estaba lleno de caballos y carros de fuego alrededor de Eliseo. 2 Reyes 6:17).
Jesús no se encontraba solo para pelear Su batalla ni tampoco nosotros. Ya hemos visto que hubo ciertos hitos en la vida de Jesús, y aquí tenemos otro de los más importantes. En el templo, cuando tenía doce años, había llegado a la convicción de que Dios era su Padre de una manera única y exclusiva. Con el surgimiento de Juan el Bautista sonó la hora de Jesús, y en su bautismo recibió la aprobación de Dios. En esta ocasión Jesús está a punto de iniciar su campaña. Antes de iniciar una campaña se han de escoger los métodos. El pasaje de la tentación nos presenta a Jesús eligiendo de una vez para siempre el método con el que se proponía ganar a los hombres para Dios.
Le vemos rechazando el camino del poder y la gloria, y aceptando el camino del sufrimiento y de la cruz. Antes de entrar a considerar este relato en detalle hay dos puntos que debemos señalar.
(i) Esta es la más sagrada de las historias evangélicas, volvemos a repetir porque no puede proceder sino de los labios del mismo Jesús. En algún momento tiene que haberles contado a sus discípulos esta íntima experiencia de su alma.
(ii) Ya en este momento Jesús debe de haber sido consciente de poseer poderes extraordinarios. Todo el sentido de las tentaciones está en que no podían ocurrirle más que a un Hombre que podía hacer cosas maravillosas. No sería una tentación para nosotros el convertir las piedras en pan o el tirarnos desde el pináculo del templo, por la sencilla razón de que nos es imposible hacer tales cosas. Estas son tentaciones que sólo se le podían presentar a un Hombre que tenía poderes absolutamente únicos, y que tenía que decidir cómo usarlos.
En primer lugar vamos a considerar el escenario, es decir, el desierto. La parte deshabitada de Judea estaba en la meseta central, que era la columna vertebral del Sur de Palestina. Entre ésta y el Mar Muerto se extendía un tremendo descampado de cincuenta por ochenta kilómetros, que se llamaba Yesimón, que quiere decir «Devastación»: las colinas eran como montones de polvo; las montañas calizas parecían abrasadas y en descomposición; las rocas, agudas y peladas; el suelo sonaba a hueco cuando lo pisaban los caballos; ardía como un horno inmenso, y se abría en precipicios de setecientos metros sobre el Mar Muerto. Fue en aquella horrible devastación donde Jesús fue tentado.
No debemos creer que las tres tentaciones empezaron y terminaron como las escenas de una comedia, sino más bien que Jesús se retiró conscientemente a este lugar solitario, y pasó cuarenta días debatiéndose con el problema de cómo ganar a los hombres para Dios. Fue una batalla larga que no terminó hasta la cruz, porque el relato termina diciéndonos que el tentador dejó a Jesús por algún tiempo.
(i) La primera tentación era convertir las piedras en pan. Este desierto no estaba cubierto de arena, sino de piedras y cantos que parecían panes. El tentador le dijo a Jesús: «Si quieres que la gente te siga, usa tus poderes milagrosos para darle cosas materiales.» Estaba sugiriéndole a Jesús que sobornara a la gente para que le siguiera. Jesús reaccionó al ataque con las palabras de Deuteronomio 8:3: «El hombre -dijonunca encontrará la vida en las cosas materiales.»
La tarea del Evangelio no consiste en producir nuevas condiciones de vida, aunque el peso y la voz de la Iglesia deben estar detrás de todos los esfuerzos para hacerles la vida mejor a los hombres. Su verdadera tarea es producir hombres nuevos; dados los hombres nuevos, las nuevas condiciones de vida surgirán.
(ii) En la segunda tentación Jesús se imagina que está en la cima de una montaña desde la que se puede ver todo el mundo civilizado. El tentador le dice: «Adórame, y todo esto será tuyo.» Esta es la tentación del compromiso. El diablo dijo: «Tengo a la gente en un puño. No les pongas el listón muy alto. Haz un trato conmigo. Déjale algo de terreno al mal, y la gente te seguirá.» De vuelta vino el rebote de Jesús: «Dios es Dios, el bien es el bien, y el mal es el mal. No puede haber pacto en la guerra con el mal.» Una vez más, Jesús cita la Escritura Deuteronomio 6:13: Temerás sólo al Señor tu Dios; y a El adorarás, y jurarás por su nombre. y Deuteronomio 10:20: Temerás al Señor tu Dios; le servirás, te allegarás a El y sólo en su nombre jurarás..
Es una tentación constante la de tratar de ganar hombres haciendo un compromiso con los principios del mundo. G. K. Chesterton dijo que la tendencia del mundo es ver las cosas en un gris indefinido, pero el deber del cristiano es ver las cosas en blanco y negro. Y Carlyle dijo: «El cristiano tiene que estar totalmente poseído por la convicción de la infinita belleza de la santidad, y de la infinita detestabilidad del pecado.»
(iii) En la tercera tentación, Jesús se imagina que está en el pináculo del templo en el que se unían el Pórtico de Salomón y el Pórtico Real: desde allí había una caída a plomo de 150 metros hasta el fondo del valle del torrente Cedrón. Esta era la tentación a darle a la gente demostraciones sensacionales. «No -dijo Jesús-: no se han de hacer experimentos insensatos con el poder de Dios» Deuteronomio 6:16. Jesús vio muy claro que si le producía una gran impresión a la gente, sería una maravilla por algún tiempo, pero que el sensacionalismo no puede durar.
El duro camino del servicio y del sufrimiento conduce a la cruz, pero después de la cruz está la corona.
Como resultado inmediato después de haber recibido el Espíritu, Jesús fue enviado al desierto para enfrentarse a los ataques del demonio. Las tentaciones fueron intentos de engañar a Jesús para que obrara mal. Lo comprendió y resistió gracias al poder del Espíritu y salió sin tacha. La primera tentación instó a Jesús a apelar a su recién confirmada posición para cumplir un acto de poder y así satisfacer el hambre. La tentación realmente fue dirigida contra la obediencia de Jesús al Padre y le sugería que la satisfacción de sus necesidades físicas era más importante que la experiencia espiritual que lleva a un carácter fuerte: Y no sólo esto, sino que también nos gloriamos en las tribulaciones, sabiendo que la tribulación produce paciencia; Romanos 5:3. Jesús respondió citando el principio escritural de que la verdadera vida de una persona no depende de la satisfacción del hambre física. El punto central de la cita es que el demonio hizo a Jesús una sugerencia atractiva pero él rehusó aceptarla porque iba en contra de la Escritura.
Entonces Jesús fue llevado a un punto alto desde el cual podía verse todo el mundo. Como su aparente gobernante, el demonio ofreció entregarle el dominio sobre él si admitía su autoridad superior.: Ya está aquí el juicio de este mundo; ahora el príncipe de este mundo será echado fuera. Juan 12:31. Esta vez la tentación era menos sutil. Sin embargo, en última instancia, el mundo no pertenece al demonio; sus promesas no son confiables e inclinarse a ellas es incompatible con el servicio exclusivo a Dios: Temerás sólo al Señor tu Dios; y a El adorarás, y jurarás por su nombre. Deuteronomio 6:13.
Finalmente, el demonio, derrotado por la Escritura, trató de citarla para su propio provecho. Sugirió que el Salmo 91:11-12: Pues El dará órdenes a sus ángeles acerca de ti, para que te guarden en todos tus caminos. En sus manos te llevarán, para que tu pie no tropiece en piedra., justificaba que Jesús saltara desde la alta columnata del templo al valle del Quedrón que corría abajo. El demonio hizo de ello una demostración de la confianza de Jesús como Hijo de su Padre. De hecho hubiera sido un acto de incredulidad; la gente no pone a prueba a aquellos en quienes tiene una confianza completa, especialmente cuando esa persona es Dios: No tentaréis al Señor vuestro Dios, como le tentasteis en Masah. Deuteronomio 6:16. Haber cedido a esa sugerencia hubiera sido de hecho dudar de que él era realmente el Hijo de Dios y que su padre era digno de confianza. De ese modo, el diablo fue rechazado cada vez y se retiró de la lucha por el momento. Aunque desaparece por un momento, el adversario siempre está activo como ladró en acecho.
Todas las tentaciones fueron dirigidas contra Jesús como Hijo de Dios. No fueron dirigidas específicamente contra su obra como Mesías, alentándolo a dominar a la gente por medio de milagros espectaculares, sino contra su relación íntima con Dios sobre la cual descansaba su posición como Mesías. Así como Israel desconfió y desobedeció a Dios en el desierto.