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1 Corintios 16: Proyectos prácticos

Por lo que se refiere a la colecta para el pueblo de Cristo, seguid vosotros también las instrucciones que les he dado a las iglesias de Galacia. Todos los domingos, que cada uno de vosotros aparte y ahorre lo que le permita su economía, para que no haya necesidad de hacer colectas cuando yo llegue. Después de llegar, mandaré al que vosotros designéis para llevar vuestros dones a Jerusalén con una carta mía. Si es conveniente que yo vaya también, viajarán conmigo. Ya os visitaré después de pasar por Macedonia. Es posible que me quede con vosotros, y hasta que pase el invierno en vuestra compañía para que me dirijáis adonde haya de ir. No quiero veros ahora de pasada, porque espero quedarme algún tiempo con vosotros si el Señor lo permite. Me quedaré en Éfeso hasta Pentecostés, ‹ porque se me ha abierto una puerta grande y efectiva, aunque son muchos los que están en contra. Si llega Timoteo por ahí, aseguraros que puede quedarse con vosotros sin pegas. Él está dedicado a la obra del Señor lo mismo que yo, así que no le tratéis de cualquier manera. Ayudadle para que pueda venir adonde yo estoy con vuestra bendición de paz, pues tanto los hemiaanos como yo mismo estamos esperándole ansiosamente. En cuanto al hermano Apolos, yo le he animado todo lo que he podido para que fuera a visitaros con los hermanos, pero él no parecía dispuesto a ir por ahora, aunque irá cuando tenga oportunidad.

Es típico del apóstol Pablo el cambio de tono tan abrupto que hay entre los capítulos 15 y 16. El capítulo 15 ha discurrido en las esferas más altas del pensamiento y la teología, y hablando de la vida del mundo venidero. El capítulo 16 trata de las cosas más prácticas de la manera más natural, y se ocupa de la vida cotidiana de este mundo y de la administración de la iglesia. No hay alturas de pensamiento demasiado elevadas para que Pablo intente alcanzarlas, ni detalles prácticos de administración demasiado insignificantes para que les dedique su atención. Estaba muy lejos de ser uno de esos visionarios que se sienten como en su propia casa en los reinos de la especulación teológica pero perdidos en los asuntos prácticos. Puede que hubiera veces que tenía la cabeza en las nubes, pero siempre tenía los pies bien plantados en la tierra.

Empieza por la colecta para los hermanos pobres de Jerusalén. Esa era una empresa que le era muy querida (cp. Gálatas 2:10; 2 Corintios 8 y 9; Romanos 15:25; Hechos 24:17). Había un cierto sentimiento fraternal en el mundo antiguo. En el mundo griego había asociaciones que se llamaban éranoi. Si una persona estaba pasando una mala racha o tenía una necesidad repentina, sus amigos se lo montarían para ofrecerle un préstamo libre de impuestos que le sacara de apuros. En la sinagoga había responsables encargados de recoger entre los que tenían para repartirlo entre los que no tenían. Era corriente que los judíos que se habían establecido en otras ciudades y habían tenido éxito en sus empresas mandaran a Jerusalén sus aportaciones para el templo y para los pobres. Pablo no quería que la Iglesia Cristiana fuera menos que las comunidades judía y gentil en materia de generosidad.

Para él, esta colecta para los pobres de Jerusalén quería decir todavía más que eso.

(i) Era una manera de demostrar la unidad de la Iglesia. Era una manera de enseñar a los cristianos desperdigados que no eran sólo miembros de una iglesita local, sino de la Iglesia en su totalidad, cada una de cuyas partes tenía obligaciones con las demás. Un enfoque estrechamente congregacionalista estaba muy lejos del concepto paulino de la Iglesia.

(ii) Era una manera práctica de poner en acción la enseñanza del Evangelio. Al organizar esta colecta, Pablo estaba ofreciéndoles a los creyentes una oportunidad para trasladar a la acción la enseñanza cristiana acerca del amor.

Se ha hecho notar que, en diferentes cartas y sermones, Pablo usa no menos de nueve palabras distintas para describir esta colecta.

(i) Aquí la llama loguía, que quiere decir una colecta especial. Una loguía era lo contrario de un impuesto que se tuviera que pagar; era una donación extra. Un cristiano no cumple sus posibilidades limitándose a satisfacer legalmente el mínimo que se le exige. La pregunta de Jesús era: « ¿Qué estás haciendo más que los demás?» (Mateo 5:47).

(ii) A veces la llama una járis (1 Corintios 16:3; 2 Corintios 8:4). Como ya se ha visto, la característica de jaris es que describe un regalo que se da generosamente a alguien que no lo merece. Lo más encantador es que no es nada que se le saque a nadie, por mucho que sea, sino algo que se da de corazón, por muy poco que sea. Fijémonos en que Pablo no establece una cantidad fija que deba dar cada uno de los cristianos corintios, sino les dice que deben dar como permita su prosperidad. Es el corazón de cada uno el que debe decirle cuánto ha de dar.

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