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1 Juan 4: Los privilegios de la vida exhuberante del espíritu

Citamos algunas de las variantes de algunas versiones españolas como muestra de la dificultad y del sincero esfuerzo para traducir fielmente el sentido. Aun traduciendo de la Vulgata, Scío ya puso: « la caridad procede de Dios» (7). La Biblia de Jerusalén tiene: «Examinad si los espíritus vienen de Dios»(1). La Nueva Biblia Española: «No deis fe a toda inspiración; sometedlas a prueba para ver si vienen de Dios»(1), «procede de Dios»(2,3), « el amor viene de Dios»(7).

Bover: « El amor procede de Dios»(7). R.V.A.: «procede de Dios» (2, 3). R.V. Clie ‹77: « si los espíritus proceden de
Dios»(1), «procede de Dios»(2, 3), «Hijitos, vosotros procedéis de Dios»(4).

Esta nota era necesaria para justificar el apartarnos de la forma tan conocida y aceptada -y, probablemente, bien entendida- de la R-V, y el seguir otra forma reiterativa y menos corriente en castellano.

La herejía capital

Así es como reconoceréis el espíritu que procede de Dios: todo espíritu que reconoce abiertamente que Jesús ha venido en la carne y es el Mesías, procede de Dios. Y todo espíritu que es tal que no hace esta confesión acerca de Jesús, no procede de Dios; y este es el espíritu del Anticristo, acerca del cual habéis oído que había de venir, y que ahora ya está presente en el mundo.

Para Juan, la fe cristiana se podía resumir en una sola frase: « La Palabra se hizo carne, y habitó entre nosotros» (Juan 1:14). Cualquier espíritu que negara la realidad de la Encarnación, no procedía de Dios. Juan establece dos pruebas de fe.

(i) Para que se vea que es de Dios, un espíritu debe reconocer que Jesús es el Cristo, el Mesías. Según lo veía Juan, el negarlo sería negar tres cosas acerca de Jesús. (a) Sería negar que Él es el centro de la Historia, Aquel para quien toda la Historia anterior había sido una preparación. (b) Sería negar que Él es el cumplimiento de las promesas de Dios. A lo largo de todas sus luchas y sus derrotas, los judíos se habían adherido a las promesas de Dios. Negar que Jesús es el Mesías prometido es negar que esas promesas sean verdad.- (c) Sería negar Su Reino. Jesús vino, no sólo a sacrificarse, sino a reinar; y negar Su mesiazgo es excluirle de Su realeza esencial.

(ii) Para proceder de Dios un espíritu debía reconocer que Jesús ha venido en la carne. Era precisamente esto lo que los gnósticos no podrían aceptar nunca. Puesto que, según su punto de vista, la materia era totalmente mala, una Encarnación real era totalmente imposible, porque Dios nunca podría asumir la carne. Agustín habría de decir más tarde que podría encontrar paralelos en los filósofos paganos para todo lo del Nuevo Testamento excepto una cosa: « El Logos Se hizo carne.» De acuerdo con el punto de vista de Juan, el negar la completa humanidad de Jesucristo era atacar la fe cristiana en sus mismas raíces. El negar la realidad de la Encarnación tiene ciertas consecuencias definidas.

(i) Es negar que Jesús pudiera ser nunca nuestro ejemplo. Si no era realmente un hombre, viviendo en las mismas condiciones humanas, no podría nunca mostrar a los hombres cómo vivir.

(ii) Es negar que Jesús pudiera ser el Sumo Sacerdote Que abre el acceso a Dios. El verdadero Sumo Sacerdote, como vio el autor de la Carta a los Hebreos, debía ser en todas las cosas semejante a nosotros, conociendo nuestras debilidades y nuestras tentaciones (Hebreos 4:14s). Para guiar a los hombres a Dios, el Sumo Sacerdote debía ser un hombre; porque, de otra manera, les indicaría un camino que les sería imposible seguir.

(iü) Es negar que Jesús fuera, en ningún sentido real, el Salvador. Para salvar a los hombres tenía que identificarse con los que había venido a salvar.

(iv) Es negar la salvación del cuerpo. La enseñanza cristiana es totalmente clara en que la Salvación es la Salvación de toda la persona, del cuerpo tanto como del alma. El negar la Encarnación es negar la posibilidad de que el cuerpo pueda nunca llegar a ser el templo del Espíritu Santo.

(v) Con mucho lo más serio y terrible es que sería negar que pueda nunca haber ninguna unión real entre Dios y el hombre. Si el Espíritu es totalmente bueno y el cuerpo es totalmente malo, Dios y el hombre no se pueden encontrar nunca mientras el hombre siga siendo hombre. Se podrían encontrar si el hombre se desprendiera del cuerpo y se convirtiera en un espíritu desencarnado. Pero la gran verdad de la Encarnación es que aquí y ahora puede haber una comunión real entre Dios y el hombre.

No hay nada en el Cristianismo que sea más central que la realidad de la humanidad de Jesucristo.

Escisión entre el mundo y Dios

Vosotros procedéis de Dios, queridos chiquillos, y habéis obtenido la victoria sobre ellos porque ese poder que hay en vosotros es mayor que el poder que hay en el mundo. Es por esto por lo que la fuente de lo que ellos hablan es el mundo, y es la razón de que el mundo los escuche. Nuestra fuente está en Dios; el que conoce a Dios nos presta atención. El que no procede de Dios no nos escucha. Así es como distinguimos el espíritu de la verdad y el espíritu del error.

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