Ester 4:1 Luego que supo Mardoqueo todo lo que se había hecho, rasgó sus vestidos, se vistió de cilicio y de ceniza, y se fue por la ciudad clamando con grande y amargo clamor.
Rasgarse las ropas y vestirse de cilicio (una tela oscura usualmente fabricada con pelos de cabra) y de ceniza era una señal de duelo o de desastre colectivo.
Frente a lo inevitable : Ester. Mujeres. Ester era una huérfana judía, una mujer prácticamente insignificante, criada por su tío Mardoqueo, sin ningún porvenir. Pero el relato contenido en este libro revela la manera cómo Dios define el destino de cualquier persona que guarde las prioridades divinas. Aun en presencia del reconocimiento, el éxito, la riqueza y el lujo, un medio ambiente que muchos envidian, pero que a menudo ha probado ser destructivo para el compromiso espiritual, Ester mantuvo su sentido de perspectiva y su integridad.
El nombre hebreo de Ester era «Hadasa», que significa «Mirto», y constituye una alusión a la bella y bien conocida planta. ¡Ella reflejaba el mirto con su valor y obediencia, los cuales obviamente no se marchitaron ni siquiera cuando confrontó la muerte! En el idioma persa «Ester» significa «Estrella»; una vez más su belleza, gracia y carácter, brillaron en medio de las tinieblas que amenazaban al pueblo judío.
Nótese:
1) La respuesta de Ester al llamado de Mardoqueo para que reconociera la mano de la providencia divina en su ascensión al trono: ella creyó que Dios, no su belleza, la había convertido en reina.
2) Su respeto por el poder de la oración y el ayuno: ella reconoció la realidad del dominio espiritual y de los recursos del Espíritu Santo.
3) Su inalterable deseo de arriesgar su propia vida por otros, el buen sentido práctico y la paciencia en la prosecución de su tarea.
Ester 4:2 Y vino hasta delante de la puerta del rey; pues no era lícito pasar adentro de la puerta del rey con vestido de cilicio.
Ester 4:3 Y en cada provincia y lugar donde el mandamiento del rey y su decreto llegaba, tenían los judíos gran luto, ayuno, lloro y lamentación; cilicio y ceniza era la cama de muchos.
Ester 4:4 Y vinieron las doncellas de Ester, y sus eunucos, y se lo dijeron. Entonces la reina tuvo gran dolor, y envió vestidos para hacer vestir a Mardoqueo, y hacerle quitar el cilicio; mas él no los aceptó.
Ester 4:5 Entonces Ester llamó a Hatac, uno de los eunucos del rey, que él había puesto al servicio de ella, y lo mandó a Mardoqueo, con orden de saber qué sucedía, y por qué estaba así.
Ester 4:6 Salió, pues, Hatac a ver a Mardoqueo, a la plaza de la ciudad, que estaba delante de la puerta del rey.
Ester 4:7 Y Mardoqueo le declaró todo lo que le había acontecido, y le dio noticia de la plata que Amán había dicho que pesaría para los tesoros del rey a cambio de la destrucción de los judíos.