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Apocalipsis 15: Los que han vencido con Cristo

Y vi otra señal en el Cielo, grande y maravillosa: había siete ángeles con las siete plagas finales en las que alcanza su clímax la ira de Dios. Y vi lo que no puedo llamar más que un mar de vidrio mezclado con fuego, al lado del cual vi que estaban de pie los que habían salido victoriosos en su lucha con la bestia y con su imagen y con el número de su nombre.

Se habría creído que Juan se podía haber detenido después de hablar de la siega del juicio; pero tiene todavía mucho que decir -de los horrores finales, del reinado de mil años de los santos, de la batalla final y de la bienaventuranza final. Ya ha hablado de los siete sellos iniciales; del toque de las siete trompetas; y ahora debe hablar del derramamiento de las siete copas postreras de la ira de Dios. Su organización del material es típica de la que seguían los escritores apocalípticos, en grupos de siete y de tres, considerando que los tres grupos de siete son el colmo de la perfección.

La escena es en el Cielo. Antes de hablarnos de los siete ángeles con las siete copas de la ira, Juan ha descrito a los que pasaron por el martirio por Cristo. Están de pie junto al mar que parecía como si fuera de vidrio. Ya hemos visto este mar en 4:6. Esta vez el vidrio está mezclado con fuego, como corresponde en estas circunstancias. Este es un pasaje de juicio, y el fuego en la Escritura es a menudo el símbolo del juicio. Cae sobre Egipto granizo mezclado con fuego (Éxodo 9:24); la paja de la cosecha se ha de consumir en el fuego (Mateo 3:12); nuestro Dios es fuego consumidor (Hebreos 12:29). Toda la escena está lúgubremente iluminada con la hosca luz del fuego del juicio que ha de descender sobre la Tierra.

Oiremos en breve acerca del himno de Moisés, el que cantó cuando los israelitas habían pasado triunfalmente por los peligros del cruce del Mar Rojo. A pesar de todo, como dice H. B. Swete, los mártires han pasado a salvo el mar del martirio y han llegado a la orilla del Cielo.

Se dice que los mártires han surgido victoriosos _de su contienda con las fuerzas del Anticristo. Aquí hay algo muy significativo. Los mártires sufrieron las muertes más salvajes, y sin embargo se dice que surgieron victoriosos. Fue el hecho de morir lo que les hizo vencer; si hubieran seguido vivos siendo infieles a su fe, habrían sido derrotados. Una y otra vez los reportajes de la Iglesia Primitiva describen el día del martirio como el día de la victoria. En el relato del martirio de santa Perpetua leemos: « Amaneció el día de su victoria, y fueron de la prisión al anfiteatro como si fueran al Cielo, felices y serenos de rostro.» Jesús dijo: « Porque todo el que quiera salvar la vida, la perderá; y todo el que pierda la vida por causa de Mí, la hallará» (Mateo 16:25). La verdadera victoria no consiste en conservar la vida prudentemente, sino en arrostrar lo peor que el mal nos pueda hacer, siendo fieles, si es necesario, hasta la muerte. «Y Dios no te dé paz -decía Unamuno, el místico español-, y sí gloria.»

El himno de los que han vencido con Cristo

Y cantaban el himno de Moisés, el siervo de Dios, y el himno del Cordero: -¡Grandes y maravillosas son Tus obras, oh Señor Dios todopoderoso! ¡Justos y verdaderos son Tus caminos, oh Rey de las naciones! ¿Quién habrá que no Te tema, y que no glorifique Tu nombre, oh Señor? ¡Porque Tú eres el único santo; porque todas las naciones han de venir a adorarte; porque Tus justos juicios se han mostrado para que todos los vean!

Los mártires victoriosos cantan dos himnos: el del Cordero, que, como ya hemos visto, son ellos los únicos que lo pueden aprender (14:3); y el de Moisés, el siervo de Dios. Este fue el himno que cantó Moisés a la gloria de Dios después de cruzar a salvo el Mar Rojo. Está en Éxodo 15:1-19: « El Señor es mi fortaleza y mi cántico, y Se ha mostrado como mi salvación…

¿Quién como Tú, oh Señor, entre los dioses, quién es como Tú, majestuoso en santidad, temible en maravillosas obras, obrador de milagros?… ¡El Señor ha de reinar para siempre jamás!» Este himno se grabó en la memoria de los judíos. Se cantaba en el culto de todos los sábados por la tarde en la sinagoga. En todos los oficios religiosos judíos se recita la Shemá›, el credo de Israel, seguido de dos oraciones, en una de las cuales se hace referencia a este himno: « Es verdad que Tú eres el Señor nuestro Dios y el Dios de nuestros padres, nuestro Rey y el Rey de nuestros padres, nuestro Salvador y el Salvador de nuestros padres, nuestro Creador, la Roca de nuestra salvación, nuestra Ayuda y nuestro Libertador. Tu nombre es desde toda eternidad, y no hay ningún otro diosa Tu lado. Un himno nuevo cantaron los que fueron librados a Tu nombre a la orilla del mar; juntos Te alabaron todos y Te reconocieron como Rey, y dijeron: «¡El Señor será el Rey por los siglos de los siglos!» ¡Bendito sea el Señor, Que salva a Israel!» El himno de Moisés conmemoraba la más grande liberación de la historia de Israel, y los mártires vencedores, conducidos a través del mar de la persecución a la tierra prometida del Cielo, lo cantaron también.

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