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Cuidado con la levadura de los fariseos

Y dejándolos, se embarcó otra vez pasando a la ribera opuesta del Lago. Sus discípulos, habiéndose olvidado de hacer provisión de pan, no tenían mas que un solo pan consigo en la barca. Y Jesús les dijo: Estad alerta y guardaos de la levadura de los fariseos y saduceos y de la levadura de Herodes. Mas ellos, pensativos, decían para consigo: Esto lo dice porque no hemos traído pan. Lo que conociendo Jesús, dijo: Hombres de poca fe, ¿qué andáis discurriendo dentro de vosotros, porque no tenéis pan? Todavía estáis sin conocimiento ni inteligencia? ¿Aún esta oscurecido vuestro corazón?; ¿Tendréis siempre los ojos sin ver, y los oídos sin percibir? ¿No as acordáis de los cinco panes repartidos entre cinco mil hombres, y cuántos cestos de pedazos as quedaron? ¿Ni de los siete panes para cuatro mil hombres, y cuántos recogisteis de lo que sobró? ¿Cómo no conocéis que no por el pan os he dicho: Guardaos de la levadura de los fariseos y saduceos? Entonces entendieron que no quiso decir que se guardasen de la leva­dura que se pone en el pan, sino de la doctrina de los fariseos y saduceos. Mateo 16: 5-12; Marcos 8: 14-21

Aquí nos encontramos con un pasaje que presenta grandes dificultades. De hecho, sólo podemos aventurar alguna explicación.

Jesús y Sus discípulos se habían dirigido al otro lado del lago, y los discípulos se habían olvidado de llevar pan. Por alguna razón estaban más que preocupados con su despiste; y Jesús les dijo: «Tened cuidado de guardaos de la levadura de los fariseos y de los saduceos.» Ahora bien: la palabra levadura tiene dos sentidos. Uno físico y literal, que designa un poco de masa fermentada sin la que no se puede hacer el pan ordinario, que fue en el que lo tomaron los discípulos al principio.

Como estaban preocupados porque se habían olvidado del pan, lo único que podían pensar era que Jesús les estaba advirtiendo de alguna clase peligrosa de levadura. El haberse olvidado el pan quería decir que, cuando fueran a buscarlo, tendrían que comprárselo a los gentiles del otro lado del lago. Ahora bien: ningún judío que fuera estrictamente ortodoxo podía comer el pan cocido o manipulado por los gentiles. Así que el problema de conseguir pan al otro lado del lago se presentaba insoluble. Los discípulos puede que pensaran que Jesús les estaba diciendo: «Os habéis olvidado de traer pan limpio; tened cuidado cuando vayáis a la otra parte del lago de no contaminaros comprando pan que contenga una levadura inmunda.»

A los discípulos no se les pasaba por la cabeza nada más que el pan material, así es que Jesús
les hizo que se acordaran de algo. «Acordaos -les dijo- de cuando les dimos de comer a los cinco mil y a los cuatro mil; y acordaos de lo abundante que estuvo el pan y de lo mucho que sobró. Cuando os acordéis de esas cosas, dejaréis de preocuparos por pequeñeces. Ya habéis visto que, en Mi presencia, esos problemas insignificantes se resolvieron, y se pueden resolver otra vez. Dejad de preocuparos; y confiad en Mí.»

Era la manera corriente de los judíos para referirse a una mala influencia. Para la mentalidad judía la levadura era el símbolo de lo malo. Es masa fermentada. Los judíos identificaban la fermentación con la putrefacción; por tanto; .la levadura representaba todo lo malo y corrompido. La levadura tiene la propiedad de extenderse por una masa en la que se introduce; por tanto, la levadura representaba cualquier mala influencia capaz de invadir la vida y corromperla.

Entonces se dieron cuenta los discípulos de que Jesús no les estaba hablando del pan, sino advirtiéndoles contra la mala influencia de la enseñanza y las creencias de los fariseos y de los saduceos: ¿Qué tendría en mente Jesús cuando advirtió contra la mala influencia de la enseñanza de los fariseos y- de los saduceos? Eso es algo que no podemos más que suponer; pero ya conocemos las características dé la mentalidad de los fariseos y de los saduceos.

(i) Los fariseos entendían por religión un conjunto de leyes, mandamientos, reglas y normas. Veían la religión en términos de pureza y ritual externos. Así que Jesús quería decir: «Tened cuidado de no hacer de vuestra religión una serie de reglas como hacen los fariseos. Tened cuidado con no identificar la religión con una serie de acciones externas, olvidando que lo que realmente importa es el estado del corazón humano.» Esta era una advertencia contra una actitud legalista que invadiera el campo de la religión; contra una religión que no se fija más que en las acciones externas olvidando el estado interior del corazón.

(ii) Los saduceos tenían dos características íntimamente entrelazadas. Eran ricos y aristócratas, y estaban involucrados totalmente en la política, así es que Jesús puede que quisiera decir: «Tened cuidado con identificar el Reino del Cielo con los bienes externos, o con poner vuestras esperanzas de traerlo en la política.» Esto puede que fuera una advertencia contra el dar a las cosas materiales una importancia demasiado elevada en nuestra escala de valores, y contra la idea de que la reforma se puede llevar a cabo mediante la acción política. Puede qué Jesús estuviera recordando a la gente que la prosperidad material está muy lejos de ser el sumo bien, y la acción política de producir los resultados más importantes. Las verdaderas bendiciones son las del corazón, y el verdadero cambio no es el de las circunstancias sino el del corazón.

Este pasaje arroja un haz de luz muy intensa sobre las mentes de los discípulos. Estaban pasando al otro lado del mar de Galilea, y se habían olvidado de llevar suficiente pan. Obtendremos mejor el sentido de este pasaje si lo relacionamos estrechamente con lo precedente. Jesús estaba pensando en la demanda que los fariseos Le habían hecho de una señal, y también en la reacción aterrada de Herodes hacia Sí mismo.

«¡Cuidado -les dijo, traduciéndolo literalmente- con la levadura de los fariseos y la de Herodes!» Para los judíos, la levadura era un símbolo de la corrupción. La levadura era una pizquita de masa fermentada de la hornada anterior que se había guardado.

Para los judíos, la fermentación era lo mismo que la putrefacción, y de ahí que la levadura representara el mal, sobre todo el mal moral.

Algunas veces los judíos usaban la palabra levadura en el sentido del pecado original, o de la maldad de la naturaleza humana. Rabí Alejandro decía: «Está claro para Ti que nuestra voluntad es hacer Tu voluntad. ¿Y qué lo impide? La levadura que está en la masa, y la esclavitud a los reinos de este mundo. Sea Tu voluntad librarnos de sus manos.» Representaba, por así decirlo, la mancha de la naturaleza humana, el pecado original, la levadura corruptora que impedía al hombre hacer la voluntad de Dios. Así que, cuando Jesús dijo esto, lo que quería decir era: «Manteneos en guardia frente a la mala influencia de los fariseos y de Herodes. No sigáis el camino por el que ellos van.»

¿Qué relación existía entre los fariseos y Herodes? Los fariseos acababan de pedir una señal. Para un judío -veremos esto más claramente dentro de poco- lo más fácil del mundo era pensar en el Mesías en términos de maravillas y conquistas y sucesos milagrosos y triunfos nacionalistas y supremacía política. Herodes había tratado de edificar la felicidad adquiriendo poder y riqueza e influencia y prestigio. En un sentido, el Reino de Dios era un reino terrenal tanto para los fariseos como para Herodes; se basaba en poder y grandeza terrenales, y en las victorias que podía obtener la fuerza. Era como si Jesús, con Su sugerencia, estuviera preparando a Sus discípulos para algo que había de suceder muy pronto. Era como si les dijera: «Puede que pronto os amanezca el hecho de que Yo soy el Ungido de Dios, el Mesías. Cuando lleguéis a esa convicción, no penséis en términos de poder y gloria terrenales, como hacen los fariseos y Herodes.» Del verdadero sentido no les dijo nada de momento. Aquella sombría revelación habría de esperar su momento.

De hecho, esta insinuación de Jesús les pasó por encima de la cabeza a los discípulos. No podían pensar en nada más que en el hecho de que se habían olvidado de llevar pan, y que pasarían hambre. Jesús vio que estaban preocupados por el pan material.

Bien puede ser que les hiciera estas preguntas, no enfadado, sino con una sonrisa, como el que trata de conducir a un torpe chiquillo a descubrir una verdad evidente. Les recordó que por dos veces había satisfecho el hambre de grandes multitudes con comida suficiente y de sobra. Es como si les dijera: «¿Por qué os preocupáis? ¿No os acordáis de lo que ha sucedido antes?

¿No habéis aprendido por propia experiencia que no tenéis que preocuparos por esas cosas cuando estáis conmigo?» Lo extraño es que no aprendemos nada más que la mitad de las lecciones de la experiencia. Demasiado a menudo la experiencia nos llena de pesimismo, nos enseña lo que no podemos hacer; nos enseña a mirar la vida con una especie de desesperanza resignada. Pero hay otras experiencias. Nos sobrevino el dolor -y salimos de él íntegros. Nos atacó la tentación -y no caímos. Nos alcanzó la enfermedad -y nos recuperamos. El problema parecía insoluble -y se resolvió. Estábamos sin recursos -pero seguimos adelante. Llegamos a no poder más -y no nos deshicimos. También nosotros somos ciegos. Si aprendiéramos las lecciones de la experiencia como es debido nos enseñaran, no el pesimismo de las cosas que no se pueden realizar, sino la esperanza que no deja de maravillarse de que Dios nos haya sacado adelante hasta aquí a salvo, y en la seguridad y confianza de que nos puede sacar con bien de todo lo que nos sobrevenga.

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