Los apóstoles y los miembros de la comunidad cristiana de Judea se enteraron de que unos que no eran judíos habían recibido el Evangelio. Y, cuando Pedro subió a Jerusalén, los judíos cristianos se pusieron a discutir con él y a decirle: -¿Qué es eso de que has entrado en casa de paganos incircuncisos y has comido con ellos? Pedro empezó por el principio, y se lo refirió todo paso a paso. -Yo estaba orando en la ciudad de Jope -dijo-, cuando tuve un éxtasis y se me presentó una visión. Era algo así como una lona muy grande que bajaban por los cuatro picos hasta dejarla precisamente delante de mí. Yo me la quedé mirando a ver qué era, y vi que estaba llena de cuadrúpedos terrestres, fieras, reptiles y aves. Y oí una voz que me decía: «¡Venga, Pedro, mata y come!» Y yo respondí: «Nada de eso, señor; porque en mi boca no ha entrado jamás nada contaminado ni inmundo. » Entonces me dijo por segunda vez la voz del cielo: «No debes considerar contaminado lo que Dios ha limpiado.» Esto sucedió tres veces, y luego se lo llevaron todo al cielo.
La importancia que le dio Lucas a este incidente se ve por el doble espacio que le dedica. En los tiempos antiguos, el escritor no podía extenderse indebidamente. Todavía no existían los libros en la forma actual. Se usaban rollos de un material que se llamaba papiro, el antepasado del papel, que se hacía de una pasta que se sacaba de las plantas de aquel nombre. Un rollo no era fácil de manejar, y el más largo tendría unos diez metros, la longitud necesaria para contener todo el libro de Hechos. Lucas tendría una cantidad casi ilimitada de historias que hubiera querido incorporar en su libro. Debe de haber hecho la selección de lo que quería incluir con el máximo cuidado; y, sin embargo, consideró que la historia de Pedro y Comelio era tan importante que había que contarla dos veces.
Lucas tenía razón. No solemos darnos cuenta de lo cerca que estuvo el Cristianismo de no pasar de ser una secta judía, o una nueva forma de judaísmo. Todos los primeros cristianos eran judíos, y toda la tradición y el carácter del judaísmo los habría movido a guardar esta nueva maravilla para sí mismos, y a creer que Dios no podía haber pretendido que fuera también para los gentiles. Lucas ve este incidente como un hito importante en la carretera que la Iglesia iba recorriendo en su caminar hacia una concepción de un mundo para Cristo.
Una historia convincente
-En ese mismo momento- siguió relatando Pedro llegaron tres hombres a la casa donde estábamos alojados. Me los habían mandado desde Cesárea. El Espíritu me dijo que no dudara en ir con ellos. Estos seis miembros de la congregación vinieron conmigo, y entramos en la casa del hombre. Él nos contó que había visto un ángel que se le había aparecido en su casa, que le había dicho: «Manda mensajeros a Jope que te traigan a un tal Simón al que llaman Pedro.
Él te dirá cómo podéis salvaros tú y todos los de tu casa. » En cuanto empecé a hablar, el Espíritu Santo descendió sobre ellos, como también había descendido sobre nosotros al principio. Yo me acordé de lo que nos había dicho él Señor: «Juan bautizaba con agua, pero vosotros seréis bautizados con el Espíritu Santo.» Entonces, si Dios les dio, cuando creyeron en el Señor Jesucristo, el mismo Don que nos había dado a nosotros cuando creímos, ¿quién era yo para ponerle cortapisas a Dios? ¿Iba yo a enmendarle la plana a Él?
Cuando oyeron el informe de Pedro, olvidaron inmediatamente sus objeciones y se pusieron a alabar a Dios y a decir: -¡Conque Dios les ha concedido también a los gentiles que se arrepientan para recibir la Vida eterna! La falta por la que llamaron a capítulo a Pedro era que había comido con gentiles (versículo 3). Había violado la ley ancestral y las tradiciones de su pueblo. La defensa de Pedro no fue una discusión, sino una simple exposición de los hechos. Dijeran lo que dijeran sus críticos, el Espíritu Santo había descendido sobre esos gentiles de una manera indiscutible. En el versículo 12 hay un detalle significativo: Pedro dice que llevó a seis hermanos consigo. Es decir, que eran siete en total. Según la ley de Egipto, que los judíos conocían muy bien, siete testigos formaban el quórum para tomar ciertos acuerdos. En la ley romana, que también conocerían bien, hacían falta siete sellos para autenticar un documento verdaderamente importante. Así es que Pedro estaba diciendo realmente: «No voy a discutir con vosotros. Os estoy dando los hechos, y aquí estamos siete testigos. El caso está probado.»
La prueba del Evangelio siempre se da con hechos. Es dudoso que nadie se haya convertido al Cristianismo después de escuchar pruebas verbales o demostraciones lógicas. La demostración del Evangelio es que funciona, que cambia a las personas, que hace buenos a los malos y que comunica el Espíritu de Dios. Cuando las obras desmienten a las palabras, no se puede creer; pero, cuando las palabras están garantizadas por las obras, no hay argumento en el mundo que las pueda desmentir.
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Irisbelia Otero
Amén