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Introducción a la carta de Judas

Esta era la explicación que daban los gnósticos del pecado. Tenía su origen en el hecho de que la creación había surgido, en primer lugar, de una materia mala; y, en segundo lugar, la había producido un dios ignorante, y de ahí que existieran el pecado y el sufrimiento y la imperfección.

Esta línea de pensamiento gnóstica tenía un resultado curioso, pero perfectamente lógico. Si el dios del Antiguo Testamento era ignorante del verdadero Dios y hostil a El, debe deducirse de ahí que las personas a las que aquel dios ignorante perseguía eran en realidad buenas personas. Está claro que el dios hostil también sería hostil a las personas que eran los verdaderos siervos del verdadero Dios. Por tanto los gnósticos, por así decirlo, ponían el Antiguo Testamento patas arriba, y consideraban a sus héroes villanos, y a sus villanos héroes. Había hasta una secta de gnósticos llamados los ofitas —del griego ofzs, serpiente- porque adoraban ala serpiente del Edén; y algunos que consideraban a Caín, y a Coré, y a Balaam como grandes héroes. A esos mismos se refiere Judas poniéndolos como trágicos y terribles ejemplos de pecado.

Así es que podemos dar por sentado que los herejes a los que ataca Judas eran gnósticos que negaban la unicidad de Dios, que consideraban que el Dios de la creación era diferente del Dios de la redención, que veían en el Antiguo Testamento a un dios ignorante del verdadero Dios y Su enemigo, y que, por tanto, ponían el Antiguo Testamento patas arriba para considerar pecadores a los verdaderos siervos del verdadero Dios, y a Sus santos como siervos del dios hostil.

Estos herejes no solamente negaban la unicidad de Dios, sino también a «nuestro único Soberano y Señor Jesucristo.» Es decir, negaban la unicidad de Jesucristo. ¿Cómo encaja eso con las ideas gnósticas que nos son conocidas? Ya hemos visto que, según las creencias gnósticas, había una serie de eones entre Dios y el mundo. Los gnósticos consideraban a Jesucristo como uno de estos eones, no como nuestro único Soberano y Señor; era solamente uno entre muchos mediadores entre Dios y el hombre, aunque pudiera ser el más elevado y el más próximo a Dios.

Tenemos todavía otra referencia a estos herejes de Judas, que también encaja perfectamente en lo que sabemos de los gnósticos. En el versículo 19, Judas los describe como « los que introducen divisiones.» Los herejes introducían alguna especie de distinciones de clase entre los miembros de la Iglesia. ¿Cuáles eran esas distinciones?

Ya hemos visto que entre Dios y el hombre decían que se extendía una interminable serie de eones. El objetivo del hombre debe ser llegar al contacto con Dios. Para alcanzar su fin, el alma tiene que atravesar esta serie interminable de eslabones entre Dios y el hombre. Los gnósticos mantenían que para conseguirlo se requería un conocimiento muy especial y esotérico. Tan profundo era ese conocimiento que eran muy pocos los que podían alcanzarlo.

Los gnósticos, por tanto, dividían a los miembros de la Iglesia en dos clases: los pneumatikoi y los psyjikoi. El pneuma era el espíritu humano, lo que le hace semejante a Dios; y los pneumatikoi eran personas espirituales, cuyos espíritus eran tan desarrollados e intelectuales que podían ascender la larga escala y llegar hasta Dios. Estos pneumatikoi, los gnósticos pretendían que estaban tan equipados intelectual y espiritualmente que podían llegar a ser tan buenos como Jesús -Ireneo dice que algunos de ellos creían que los pneumatikoi podían llegar a ser mejores que Jesús, y alcanzar la unión directa con Dios.

Por otra parte, la psyjé era simplemente el principio de la vida física. Todos los seres vivos tenían psyjé. Era algo que el hombre compartía con la creación animal y aun vegetal. Los psyjikoi eran gente ordinaria; tenían la vida física, pero su pneuma estaba sin desarrollar, y eran incapaces de alcanzar nunca la sabiduría intelectual que les permitiría escalar el largo camino hacia Dios. Los pneumatikoi eran una minoría reducida y selecta; los psyjikoi eran la inmensa mayoría de gente vulgar y corriente.

Es fácil ver que esta clase de creencias producía inevitablemente una cursilería y un orgullo supuestamente espirituales. Introducía en la Iglesia la peor especie de distinción de clases.

Así que los herejes que ataca Judas eran hombres que negaban la unicidad de Dios, y Le desdoblaban en un dios ignorante y creador, y un Dios verdaderamente espiritual; que negaban la unicidad de Jesucristo, y Le veían como uno de los eslabones entre Dios y el hombre; que suscitaban distinciones de clase dentro de la Iglesia, y limitaban la comunión con Dios a unos pocos intelectuales.

La negación de los ángeles

(iii) Además se implica que estos herejes negaban e insultaban a los ángeles. Se dice que «rechazan la autoridad, e injurian a los gloriosos» (versículo 8). Las palabras «autoridad» y «los gloriosos» describen rangos de la jerarquía judía de los ángeles. El versículo 9 hace referencia a la historia de La asunción de Moisés, en la que se dice que a Miguel se le encomendó la tarea de enterrar el cuerpo de Moisés. El diablo trató de impedírselo y de reclamar el cuerpo. Miguel no hizo ninguna acusación contra el diablo ni le dirigió palabras insultantes; solamente dijo: « ¡Que el Señor te reprenda!» Si el arcángel Miguel, en tales circunstancias, no dijo nada contra el príncipe de los ángeles malos, está claro que nadie puede hablar mal de ellos.

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