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Introducción a las cartas segunda y tercera de Juan

La misma brevedad de estas dos cartas es la mejor garantía de su autenticidad. Son tan cortas y comparativamente sin importancia que nadie se habría metido en problemas para inventarlas ni para atribuírselas a Juan. Una hoja corriente de papiro mediría unos 30 por 20 centímetros, lo suficiente para escribir cada una de estas cartas.

El anciano

Cada una de ellas dice venir del « Anciano» . Segunda de Juan empieza: « Del Anciano, a la Señora Elegida y a sus hijos.» Tercera de Juan empieza: « Del anciano, al querido Gayo.» Es lo menos probable que el anciano sea un título eclesiástico u oficial. Los ancianos eran los responsables de una congregación, y su jurisdicción no se extendía fuera de ella, mientras que el autor de estas cartas da por sentado que tiene, derecho a hablar, y que su palabra será aceptada en congregaciones en las que no está presente. Habla como quien tiene autoridad en la Iglesia universal. La palabra original es presbyteros, que quería decir en su origen anciano, no en el sentido eclesiástico, sino en el sentido natural de la edad. No es de su posición en la Iglesia sino de su edad y cualidades personales de las que el autor de esta carta deriva su autoridad.

De hecho sabemos que en Éfeso había un anciano llamado Juan que tenía una posición muy especial. En los días de la Iglesia Primitiva hubo un eclesiástico llamado Papías que vivió entre los años 70 y 146 d.C. Estaba especialmente interesado en recoger toda la información que pudiera encontrar acerca de los primeros días de la Iglesia. No era un gran investigador. Eusebio le despacha como «un hombre de inteligencia muy limitada;» pero nos transmite alguna información de lo más interesante. Llegó a ser obispo de Hierápolis, pero mantuvo una relación estrecha con Éfeso, y nos habla de sus propios métodos para adquirir información. Usa frecuentemente la palabra anciano refiriéndose a los primeros padres de la Iglesia, y menciona a un anciano especialmente distinguido que se llamaba Juan. «No dudaré -escribe- en tomar nota para vosotros, juntamente con mis propias interpretaciones, de cualesquiera cosas que haya aprendido alguna vez con todo cuidado de los ancianos, y recordado cuidadosamente para garantizar su verdad. Porque yo no me complacía, como la mayoría, en los que hablan mucho, sino en los que enseñan la verdad; no en los que relatan mandamientos extraños, sino en los que transmiten los mandamientos dados por el Señor en relación con la fe, y que surgen de la verdad misma. Así que, si llegaba alguien que había sido seguidor de los ancianos, yo le preguntaba acerca de las palabras de los ancianos -lo que habían dicho Andrés o Pedro, o Felipe o Tomás o Santiago o Juan o Mateo o cualquier otro de los discípulos del Señor; y las cosas que decían Aristión o el anciano Juan. Porque yo no creía que lo que se obtiene de los libros me aprovecharía tanto como lo que provenía de la voz viva y permanente.» Está claro que el anciano Juan era una figura notable en Éfeso, aunque se le distingue claramente del apóstol Juan.

Debe de haber sido este Juan el que escribió estas dos breves cartas. Para entonces era un hombre muy mayor, uno de los últimos nexos que quedaban con Jesús y Sus discípulos. Era un hombre que tenía autoridad de obispo en Éfeso y en su comarca; y, cuando vio que la Iglesia estaba amenazada por problemas y herejías, escribió con corrección generosa y amorosa a su pueblo. Aquí tenemos dos cartas de un santo anciano, uno de los últimos supervivientes de la primera generación de cristianos, un hombre a quien todos amaban y respetaban.

Comunidad de autor

No cabe duda de que las dos cartas proceden de la misma mano. Aunque son breves, tienen mucho en común. -Segunda de Juan empieza: «Del Anciano, a la Señora Elegida y a sus hijos, a los que amo en la verdad.» Tercera de Juan empieza: «Del Anciano, al querido Gayo, al que amo en la verdad.» Segunda de Juan prosigue: «Me produce una alegría inmensa comprobar que algunos de tus hijos siguen la verdad» (versículo 4); y Tercera de Juan prosigue: « No hay para mí mayor alegría que oír que mis hijos siguen la verdad» (4). Segunda de Juan termina: «Aunque tengo mucho de -que escribirte, prefiero no usar papel y tinta, porque espero ir a verte y hablar contigo cara a cara, lo que completaría nuestra alegría» (versículo 12). Tercera de Juan acaba: «Tenía mucho que escribirte, pero prefiero no escribirte con pluma y tinta; espero verte pronto para que hablemos cara a cara» (13s). Existe la mayor semejanza posible entre las dos cartas.

Además existe la conexión más estrecha imaginable entre la situación de estas cartas y la de Primera de Juan. En 1 Juan 4:3 leemos: «Todo espíritu que no confiesa a Jesús no es de Dios. Este es el espíritu del Anticristo, del que ya habéis oído que estaba viniendo, y ahora ya está en el mundo.» En 2 Juan 7 leemos: «Muchos engañadores han salido por el mundo, hombres que no quieren reconocer la venida de Jesucristo en la carne; los tales son engañadores y el Anticristo.»

Está claro que Segunda y Tercera de Juan están íntimamente relacionadas entre sí; y ambas están íntimamente relacionadas con Primera de Juan. Tratan de la misma situación, los mismos peligros y las mismas personas.

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