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Isaías 8: Nueva profecía del final de la coalición de Siria e Israel

La razón para tener testigos en un acto como éste sería que el documento quedaría custodiado bajo el poder de éstos y con conocimiento del público para que cuando suceda lo que predice, se corrobore que su contenido fue realmente inspirado por Dios al profeta Isaías.

En esta sección aparece intercalado un segundo acontecimiento que apunta en la misma dirección profética. El versículo 2 no indica que Isaías llamara a su lado fieles testigos para presenciar su unión sexual con la profetIsaías (así llamaba Isaías a su esposa). Los testigos fueron llamados para presenciar la escritura de la profecía a la cual nos referimos.

Isaías se unió a su esposa, y ella concibió y dio a luz un hijo. Entonces el Señor le dijo que el nombre que llevaría dicho niño sería aquella extraña expresión que escribió ante el público y los testigos: Mahersalaljasbaz. Es que aquel niño constituiría también una profecía viviente, como sus hermanos Searyasuv y Emanuel. A partir de este nombre y de las palabras de Jehová, tanto Isaías como los que podían creer como él, esperarían la liberación de Judá de sus enemigos del norte, cuando escucharan al niño decir sus primeras palabras: “papá” y “mamá”. Ello ocurriría sólo dentro de unos meses, o a más tardar un año.

La ruina profetizada para Samaria, a la luz de la profecía, ocurriría por cuanto las tribus del norte rechazaron la centralidad de Jerusalén y de la dinastía de David (simbolizados por las aguas de Siloé).

Sin embargo, la ruina de Samaria y de Damasco sólo traería a Judá una liberación temporal porque sería resultado del pacto mediante el cual el rey Acaz, desatendiendo las palabras de Isaías, sometió a Judá bajo el yugo de Asiria (simbolizado en el versículo 7 por las aguas del Río, es decir, del Eufrates). Y esta potencia mundial que en esta vez quebrantaría a Siria y a Efraín, en el futuro también “pasará por Judá inundando y creciendo“ y llegaría “hasta el cuello“, es decir, hasta las puertas de Jerusalén, extendiendo sus alas imperiales sobre toda la tierra, la región del mar Mediterráneo. Esto ocurrió en los días de Senaquerib, rey de Asiria, y de Ezequías, rey de Judá.

El profeta termina esta sección con una interjección que constituye una oración ferviente que evoca las promesas del Señor para su pueblo fiel: ¡Oh Emanuel!, que se traduce “Dios está con nosotros”.

Samaria En el versículo 4 se menciona a Samaria. En 1 de Reyes 16:24 se habla de que Omri compró a un tal Semer el monte de Samaria. De Semer se deriva entonces el nombre de toda esta región, llamada en la Biblia Samaria, que llegó a ser la capital del reino del norte entre los años 870-721 a. de J.C.

Una expedición de la Universidad de Harvard halló en las ruinas de Samaria los cimientos del palacio de Omri, sobre roca maciza, reliquias y archivos suyos, pero nada anterior a Omri, lo cual señala a éste como fundador de la ciudad.

Isaías y el testimonio de Jehová

Isaías era el portavoz de las instrucciones de Jehová en materia política (torah); ver nota de la RVA sobre “ley” en versículo 16) y del testimonio (edut), es decir, la constancia de los acontecimientos que Dios anunciaba por boca de Isaías, sea o no ante la presencia de testigos.

El rey, los magistrados y el pueblo en general no querían escuchar las instrucciones y el testimonio que Isaías les comunicaba. Por eso el profeta eleva a Dios esta oración: “Ata el testimonio y sella la ley [instrucción] entre mis discípulos“. El contenido de sus profecías sería preservado como evidencia por sus discípulos, ya que éstas se referían a acontecimientos, algunos de los cuales no tendrían lugar durante el período de su vida.

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