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Isaías 8: Nueva profecía del final de la coalición de Siria e Israel

¿Cuál es el testimonio central de Isaías en esta fase de su ministerio profético? Isaías convoca a todos los pueblos para que lo sepan y para que le presten atención, ya que su mensaje no encuentra oídos en Israel y en Judá. Sus profecías anuncian acontecimientos que estremecerán a los pueblos, de tal manera que nada de lo que se haga para evitarlo tendrá valor.

Luego, el profeta trae a mención una palabra muy trillada en sus días, por unos y por otros en el pueblo de Judá. Es la palabra conspiración. Se refiere a los que apoyaban la política asiria; y éstos acusaban de conspiración a los que apoyaban a Siria y a Efraín. Y el profeta, sin identificarse ni con los unos ni con los otros, se dirige a sus discípulos para exhortarles a permanecer firmes en la posición profética que proclama que Jehová Dios de Israel tiene la primera y la última palabra con respecto a los acontecimientos de la historia universal: “¡A Jehová de los Ejércitos, a él tratad como santo! Y si él es vuestro temor, y si él es vuestro temblor, entonces él será vuestro santuario“. Aquí santuario significa “refugio seguro”. Pero para el resto del pueblo, tanto para Israel como para Judá, Jehová constituirá la ruina total.

Parece que tras el fracaso de las gestiones de Isaías ante el rey Acaz, que se registran vez tras vez en los capítulos 7 y 8, el profeta optó por apartarse de la escena política, al menos por el momento. Sin embargo, él se mantenía firme en la esperanza de que Dios cumpliría su promesa de que un remanente volverá. Pero aun en su retiro temporal él y su familia se consideraban mensajes vivos del testimonio histórico de Jehová.

Las circunstancias eran difíciles en extremo. Y a los que como Saúl optaban por acudir a los espiritistas para consultar a los muertos en lugar de obedecer a Dios, Isaías les dice: “¡A la ley y al testimonio! Si ellos no hablan de acuerdo con esta palabra, es porque no les ha amanecido“. Aquellos verán los resultados de su propia sabiduría política y de su indignidad y corrupción: “Mirarán a la tierra [de Israel y de Judá], y he allí tribulación y oscuridad de angustia“. A este pueblo blasfemo no les queda más que maldecir a su Dios y a su rey.

Consulta con los brujos Un industrial muy próspero en cierta ciudad es un asiduo concurrente a prácticas de espiritismo. Contó que, una vez al año, da vacaciones a todo su personal y comienza él a hacer consultas con brujos de la región, para saber si sus enemigos han hecho algo malo en su negocio. Según esta persona, los brujos le hacen una «limpieza» de todo su negocio, se despejan las acciones malas de sus competidores o de los que envidian la posición económica que él tiene.

Qué tremendo error! Esa actitud de consultar espiritistas, encantadores o aún consultar a los muertos, es falta de confianza en Dios. Es no saber depender del Creador.

Durante lo que va del presente siglo, el mundo ha pasado por varias guerras, dos de ellas de alcance mundial: las guerras de 1914-1917 y 1939-1945. También ha habido guerras de Corea, Vietnam, la de los judíos con los árabes y la del Golfo Pérsico. Además en los países del tercer mundo hay una constante lucha por el poder político que ha creado un estado de guerra civil.

No hay paz en los pueblos, si se consigue, ésta es efímera. Detrás está siempre el espectro de la guerra. ¿Por qué los pueblos no pueden alcanzar una paz duradera? Es una pregunta que nos inquieta. La respuesta es obvia. No conocen al «Príncipe de Paz», al «Consejero Admirable». Cuando lo logren, tendrán paz interior y paz con sus semejantes. La paz interior es duradera, la paz política es efímera.

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