Jesús estaba en pie a la orilla del lago de Genesaret, y el gentío le apretujaba en su deseo de escuchar la Palabra de Dios. Jesús vio dos barcas que habían traído a la orilla; los pescadores habían bajado a tierra y estaban lavando las redes. Jesús se subió a una de las barcas, la que era de Simón, y le pidió que la separara un poco de la orilla; entonces se sentó, y siguió enseñando a la gente desde la barca.
Cuando terminó lo que estaba diciendo le dijo a Simón:
-Rema hacia lo hondo y echa las redes para pescar.
-Maestro -le replicó Simón , hemos estado faenando toda la noche y no hemos pescado nada; pero, ya que me lo dices, voy a echar las redes.
Y cuando lo hicieron, se les llenaron las redes hasta tal punto que parecía que iban a romperse. Hicieron señas a los compañeros de la otra barca para que vinieran a ayudarlos; y cuando llegaron, llenaron las dos barcas tanto que parecía que iban a hundirse.
Cuando Simón Pedro se dio cuenta de lo que había pasado, cayó de rodillas delante. de Jesús, y exclamó:
-¡Apártate de mí, Señor; que yo no soy más que un pecador!
Esto decía porque se había quedado profundamente impresionado por la cantidad tan tremenda de peces que habían pescado, y lo mismo les pasaba a los demás, entre los que estaban Santiago y Juan, hijos de Zebedeo, que eran socios de Pedro.
-¡No tengas miedo! -le dijo Jesús a Simón-. Desde ahora, lo que vas a pescar van a ser hombres.
Cuando consiguieron traer las barcas a tierra, lo dejaron todo allí y se hicieron seguidores de Jesús.
La famosa extensión de agua de Galilea se llama de tres maneras: Mar de Galilea, Mar de Tiberíades y Lago de Genesaret. Tiene unos veinte metros de largo por trece de ancho. Está situado en una depresión de la superficie de la Tierra a 210 metros bajo el nivel del mar, lo que le da un clima casi tropical. En los días de Jesús tenía nueve poblaciones agrupadas en sus orillas, ninguna de menos de 15.000 habitantes.
Genesaret es realmente el nombre de la hermosa llanura que está al Oeste del lago, y que es muy fértil. A los judíos les encantaba jugar con las etimologías, y le atribuían tres diferentes a Genesaret que destacaban su hermosura.
(i) De kinnor, que quiere decir arpa, ya fuera porque «sus frutos son tan dulces como el sonido del arpa», o porque «la voz de sus ondas es tan agradable como la voz del arpa».
(ii) De gan, jardín, y sar, príncipe; de ahí, «el príncipe de los jardines.»
(iii) De gan, jardín, y asher, riquezas; de ahí, «El jardín de las riquezas.»
Aquí nos encontramos con un cambio decisivo en la carrera de Jesús. La última vez que le encontramos predicando estaba en una sinagoga, y ahora se encuentra a la orilla del lago. Es verdad que volveremos a encontrarle en la sinagoga; pero se acerca la hora en que se le cerrará esa puerta, y su iglesia es ahora la costa o el camino abierto, y su púlpito, una barca. Irá adonde haya gente dispuesta a escucharle. John Wesley decía: « Los que formaron nuestras congregaciones eran los que iban vagando por las montañas oscuras, que no pertenecían a ninguna iglesia cristiana; pero despertaron a la predicación de los metodistas, que los habían seguido por los descampados de este mundo hasta los caminos y los vallados, los mercados y las ferias, los cerros y los valles; que habían puesto el estandarte de la Cruz en las avenidas y en los callejones de las ciudades, en las aldeas, en los pajares y en las cocinas de las granjas, etc.; y todo esto hecho de tal manera y hasta tal punto como no se había hecho nunca desde los tiempos de los apóstoles.» «Me gusta un salón amplio -dice en otro lugar-,con un buen cojín y un púlpito majo; pero la predicación en los campos salva almas.» Cuando se le cerraba la sinagoga, Jesús salió a los caminos abiertos.
En esta historia encontramos lo que podríamos llamar una lista de condiciones para un milagro.
(i) El ojo que ve. No hay por qué creer que Jesús creó un banco de peces en aquella ocasión. En el Mar de Galilea había bancos fenomenales que ponían el agua como si estuviera hirviendo en grandes extensiones. Lo más probable es que la aguda vista de Jesús percibiera aquel banco de peces, y ahí estuvo el milagro. Necesitamos ojos que vean de veras. Mucha gente ha visto salir vapor por la tapadera de la cafetera, pero fue a James Watt al que se le ocurrió que se podía aplicar para hacer una máquina de vapor. Mucha7anta ha visto caer una manzana; pero sólo a Newton le sugirió aquello la ley de la gravedad. La Tierra está llena de milagros que esperan unos ojos que los vean.