Los leprosos se consideraban intocables porque las personas temían contraer la enfermedad. A pesar de todo, Jesús se les acercó y los tocó para sanarlos. Quizás consideremos a algunas personas intocables o repulsivas. No debemos temer acercarnos y tocarlos con el amor de Dios. ¿A quién conoce que necesita que el amor de Dios toque su vida?
La gente ansiaba oír la predicación de Jesús y sanar de sus enfermedades, pero Jesús se retiraba a lugares desiertos para orar. Muchas cosas reclaman nuestra atención y a menudo corremos hacia ellas para concederles nuestro interés. Como Jesús, debemos dedicar tiempo para buscar lugares tranquilos y orar. La fortaleza viene de Dios y la podemos conseguir solo cuando pasamos tiempo con El.
Los líderes religiosos pasaron mucho tiempo en definiciones y discusiones acerca del vasto sistema de la tradición religiosa acumulada por más de cuatrocientos años desde el regreso de los judíos del exilio. Es más, les preocupaban tanto estas tradiciones hechas por el hombre, que perdían de vista las Escrituras. Ahora estos líderes se sentían amenazados porque Jesús desafió su sinceridad y la gente que lo seguía.
En los tiempos bíblicos las casas se construían de piedra, con techos planos de barro mezclado con paja. Escaleras exteriores conducían al techo. Estos hombres llevaron a su amigo por las escaleras al techo para luego sacar el barro y la paja mezclados a fin de bajarlo hasta donde estaba Jesús.
No fue la fe del hombre enfermo lo que impresionó a Jesús, sino la fe de sus amigos. Jesús respondió a la fe de ellos y sanó al hombre. Para bien o para mal, nuestra fe influye en otros. No podemos hacer de otra persona un cristiano, pero sí podemos hacer mucho con palabras, acciones y amor, a fin de darle la oportunidad de decidir. Busque situaciones que motiven a sus amigos a vivir la vida cristiana.
Cuando Jesús le dijo al paralítico que sus pecados eran perdonados, los líderes judíos lo acusaron de blasfemia, al decir ser Dios o hacer cosas que solo El puede hacer. En la Ley judía la blasfemia se castigaba con la muerte (Lev_24:16). Al señalar como blasfemia el derecho de Jesús de perdonar pecados, los líderes religiosos no entendieron que El es Dios y que tiene poder para sanar el cuerpo y el alma. El perdón de pecados fue una señal de la llegada de la etapa mesiánica (Isa_40:2; Joe_2:32; Mic_7:18-19; Zec_13:1).
Leví respondió como Jesús quiere que lo hagan todos sus discípulos; siguió a su Señor de inmediato e invitó a sus amigos a que hicieran lo mismo. Leví dejó el negocio de cobrador de impuestos que era lucrativo, pero quizás deshonesto, para seguir a Jesús. Luego organizó una recepción para sus colegas y otros notorios «pecadores» para que tuvieran la oportunidad de entrevistarse con Jesús. Leví, que dejó tras sí una fortuna material a fin de ganar una espiritual, estaba orgulloso de asociarse con Jesús.
Los fariseos cubrieron su pecado con respetabilidad. Se presentaban en público con apariencia de buenos, al hacer buenas acciones y señalar los pecados de otros. Jesús decidió invertir su tiempo, no con estos líderes religiosos justos, según ellos, sino con gente consciente de su pecado y que no era lo bastante buena para Dios. Para llegar a Dios, usted debe arrepentirse; y para hacerlo, debe reconocer su pecado.
Jesús sabía que su muerte se acercaba. Después de ello, el ayuno era apropiado. A pesar de que El era totalmente humano, sabía que era Dios y cuál era su misión: morir por los pecados del mundo.
Los «odres» eran pieles de cabra que se unían en sus bordes para formar bolsas herméticas. El vino nuevo crece con el tiempo y era necesario ponerlo en un odre nuevo, en uno flexible. Una piel usada, más rígida, podría reventar y desparramarse el vino. Como los odres viejos, los fariseos se mostraron endurecidos para aceptar a Jesús, quien no se ajustaba a sus tradiciones ni reglas. El cristianismo demanda nuevos enfoques, tradiciones, estructuras. Nuestros programas de iglesia y ministerios no deben estructurarse tanto que no den lugar al toque fresco del Espíritu Santo, a un nuevo método o a una nueva idea. Nosotros, también, debemos tener cuidado que nuestros corazones no se cierren y nos impidan aceptar la renovación que Cristo trae consigo. Necesitamos mantener nuestros corazones sumisos a fin de aceptar el mensaje de Jesús que cambia vidas.
Llamado de los discípulos (cf. Mat. 4:18-22; Mar. 1:16-20). El relato más breve de Mar. del llamamiento de los primeros discípulos se concentra en el hecho básico de la respuesta co rrecta al mensaje del reino de Dios en una obediencia inmediata a las órdenes de seguir a Jesús. El relato más largo de Luc. sugiere que Jesús hizo el llamamiento sólo después de haber ganado la amistad de Simón y haberle demostrado su poder. Como experimentado pescador, Simón sabía que había poca posibilidad de una buena pesca, dado que la mejor se hacía de noche en aguas profundas. (Durante el día pescaban en aguas menos profundas.) Sin em bargo, estaba suficientemente impresionado por Jesús como para obedecer sus mandatos. Cuando recibió la plena revelación del poder de Jesús, fue abrumado por un profundo senti miento de temor e indignidad ante la presencia de alguien que demostraba un poder celestial y de ese modo debía ser visto como una persona santa. Simón no era especialmente pecador, pero le dominó el sentido de temor que cualquiera tendría en presencia de lo divino (cf. Jue. 13:21, 22). Jesús, sin embargo, le dijo que no tuviera temor (cf. 1:13, 30) y le hizo su llamamiento al discipulado con pa labras que surgían de la ocupación de Pedro en el momento. Toda la atención es enfocada en Pedro como líder de los doce; se nos deja inferir la presencia de Andrés de acuerdo con el v. 6.