La posesión exclusiva
Entonces, ¿qué? ¿Hemos de seguir pecando porque no estamos bajo la Ley sino bajo la Gracia? ¡De ninguna manera! ¿No os dais das cuenta de que, si os entregáis a alguien como esclavos para obedecerle, de hecho os convertís en esclavos de la persona que habéis elegido obedecer: ya sea del pecado, que conduce a la muerte, o de la obediencia, que conduce a la perfecta relación con Dios. Pero, gracias a Dios, vosotros que erais esclavos del pecado, habéis llegado a la decisión espontánea
de obedecer el modelo de enseñanza que habéis aceptado; y, al ser liberados del pecado, os habéis convertido en esclavos de la justicia. Hablo en términos humanos, porque la naturaleza humana no puede entender otros por sí sola: De la misma manera que antes rendíais vuestros miembros como esclavos de la inmundicia y la iniquidad, lo que producía todavía más iniquidad, así ahora habéis rendido vuestros miembros como esclavos de la justicia, y habéis empezado a recorrer el camino que conduce a la santidad. Cuando erais esclavos del pecado, estabais libres de todo compromiso con la justicia; pero, ¿qué producto obteníais? Todo lo que conseguíais eran cosas de las que ahora os avergonzáis cordialmente, porque su fin es la muerte. Pero ahora, puesto que ya estáis libres del pecado, y os habéis convertido en esclavos de Dios, el fruto de que disfrutáis está designado para guiaros en el camino de la santidad cuya meta es la vida eterna. Porque la paga del pecado es la muerte, pero el don gratuito de Dios es la vida eterna en nuestro Señor Jesucristo.
Para cierto tipo de mentalidad, la doctrina de la Gracia gratuita es siempre una tentación a decir: « Si el perdón es tan fácil y tan inevitable como todo eso, si lo único que Dios quiere es perdonar y si su Gracia es tan ancha como para cubrir cualquier mancha o defecto, ¿por qué preocuparnos del pecado? ¿Por qué no vivir como nos dé la gana? A fin de cuentas, da lo mismo.»
Pablo se opone a eso con una imagen de la vida real: «Hubo un tiempo en que os entregasteis al pecado como sus esclavos; entonces la integridad no tenía ningún derecho sobre vosotros. Pero ahora os habéis entregado a Dios como esclavos de la integridad, y el pecado no tiene ningún derecho sobre vosotros.»
Para entender esto tenemos que comprender el status de un esclavo. Cuando hablamos de un empleado, en el sentido actual, nos referimos a una persona que da una parte concertada de su tiempo y actividad a un patrono, del que recibe un salario. El tiempo concertado está al servicio del patrono y a sus órdenes; pero, cuando termina ese tiempo, es libre para hacer lo que quiera. Durante la jornada laboral «pertenece» a su patrono; pero en el tiempo libre se pertenece a sí mismo. Pero en el tiempo de Pablo el status de un esclavo era completamente diferente.
Literalmente, no se pertenecía a sí mismo en ningún momento, todo el tiempo le pertenecía a su amo. Era propiedad exclusiva de su amo. Esa es la imagen que Pablo tiene en mente. Dice: «Hubo un tiempo cuando eras esclavo del pecado. E1 pecado era tu dueño absoluto. Entonces no podías hablar de nada más que del pecado. Pero ahora has tomado a Dios como tu dueño, y Él tiene posesión absoluta de tu persona. Ahora ya no puedes ni hablar del pecado: tienes que hablar sólo de la santidad.»
Pablo se disculpa por adoptar este ejemplo. Dice: «Estoy simplemente usando una analogía humana para que vuestras mentes lo puedan captar.» Se disculpa porque no le gusta comparar la vida cristiana con ninguna forma de esclavitud. Pero lo que quiere decirnos es que el cristiano no puede tener más dueño que Dios. No puede darle a Dios una parte de su vida y otra parte al mundo. En cuanto a Dios, es todo o nada. Mientras uno tenga una parte de su vida que no pertenece a Dios no es cristiano de veras. Es cristiana la persona que le ha dado a Cristo el completo control de su vida sin reservarse nada. Nadie que lo haya hecho podría nunca pensar en usar la Gracia como una licencia para el pecado.
Pero Pablo tiene algo más que decir: « Tú tomaste la decisión libre y espontánea de obedecer el esquema de la enseñanza que habías aceptado.» En otras palabras, es como si dijera: « Tú sabías lo que estabas haciendo, y lo hiciste con absoluta libertad.