Esta frase es de todos, conocida. La Biblia la menciona en innumerables ocasiones. Es un llamado a la atención, esta frase, también, es una alerta a hacernos responsables por lo que oímos. Es curioso ver cómo todo el cuerpo se afecta cuando hay problemas en el oído. Nos da desbalance, nauseas, mareos, se nos hace difícil funcionar adecuadamente.
Así mismo es cuando comenzamos a escuchar voces que solo hablan de derrota, conflictos, dolor, negativismo. Lo que entra por nuestro oído afecta el razonamiento y almática, y, emocionalmente, no podemos funcionar.
A clara luz, podemos ver este efecto cuando los medios noticiosos comienzan a dar boletines informativos sobre un huracán que se vecina. Es tanta la saturación de los medios que se genera una crisis social. Todos quieren ser primero en las filas, aumenta la intolerancia, las góndolas de los supermercados se vacían, se compran cosas innecesarias, hay conflictos, peleas y discusiones en los garajes de gasolina, etc.
Todo por avisos que entran a nuestro oído y no sabemos manejar, creándose así un caos. Seamos prudentes al procesar la información que recibimos por el canal auditivo. Interpretemos el mensaje con cordura, seamos pacientes. La Biblia establece en Romanos 10:17:
«La fe es por el oír y el oír de Palabra de Dios». Oigamos a voz de Dios porque solo así tendremos el equilibrio necesario para actuar con cordura, firmeza y fe.
No escuchemos voces contrarias que solo pretenden desviarnos del camino correcto y provocar crisis innecesarias. Nuestra Isla vive momentos muy difíciles, escuchemos el mensaje positivo y correcto que nos motiva a vivir plenamente confiados en un mañana mejor. Oigamos el mensaje que edifica, que construye, que levanta y enriquece.
El que tenga oídos para oír, oiga…