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Hebreos 3: Más grande que el mayor

Hermanos que estáis consagrados a Dios, que compartís el llamamiento celestial: por todo lo dicho debéis fijar vuestra atención en Jesús, en Quien creéis como Apóstol y Sumo Sacerdote de Dios, Que fue fiel al Que Le nombró, como Moisés lo fue sobre toda la Casa de Dios. Pero a Él se Le consideró digno de mayor honor que a Moisés, porque el que edifica y equipa una casa tiene mayor honor que la casa misma. Todas las casas han tenido alguien que las ha construido y equipado; pero Dios es el Que construye y equipa todo el universo.

Moisés fue fiel en toda la Casa, pero su papel era el de un servidor, y su misión era dar testimonio de las cosas que algún día se iban a confirmar; pero Cristo fue fiel sobre toda la Casa porque es Hijo, y nosotros somos Su Casa si nos mantenemos firmes hasta el final en nuestra confianza y en nuestra gloriosa esperanza.

Recordemos la convicción con que empieza el autor de Hebreos. La base de su pensamiento es que la suprema revelación de Dios ha venido por medio de Jesucristo, y que sólo por medio de Él tenemos acceso directo a la presencia de Dios. Empezó demostrando que Jesús es superior a los profetas; luego siguió demostrando que Jesús es superior a los ángeles, y ahora se propone demostrar que Jesús es superior a Moisés.

A primera vista esto nos parece un anticlímax; pero no lo sería para los judíos, porque Moisés ocupaba un lugar absolutamente único. Era el hombre con quien Dios había hablado cara a cara, como se habla con un amigo. Fue el que recibió directamente los Diez Mandamientos, la misma Ley de Dios. La Ley era para los judíos la cosa más grande del mundo, y Moisés y la Ley estaban inseparablemente unidos. En el siglo II d.C., un maestro judío llamado José ben Jalafta, comentando este mismo pasaje en el que se dice que Moisés fue fiel en toda Su casa, dijo: «Dios llama a Moisés fiel en toda Su casa, y así le ensalza por encima de todos los mismos ángeles servidores.» Para los judíos, el orden que está siguiendo el autor de Hebreos es el único lógico e inevitable. Ha demostrado que Jesús es superior a los ángeles; ahora debe demostrar que también es superior a Moisés, que era superior a los ángeles.

De hecho, esta cita que usa para hablar de la grandeza de Moisés es la prueba de la posición única que le asignaban los judíos. «Moisés fue fiel en toda Su casa» (Números 12:6s). Ahora bien, la base del argumento de Números es que Moisés es diferente de todos los profetas. A éstos Dios Se les da a conocer por visiones; pero habla con Moisés «cara a cara». Para un judío habría sido imposible concebir que nadie pudiera estar más cerca de Dios que Moisés; y, sin embargo, el autor de Hebreos nos dice que Jesús siempre ha estado más cerca de Dios que Moisés.

Exhorta a sus lectores a que fijen su atención en Jesús. La palabra que usa (katanoein), es sugestiva. Quiere decir más que mirar o fijarse en algo. Se puede mirar una cosa y hasta fijarse en ella sin verla de veras. La palabra quiere decir fijar la atención en algo hasta penetrar en su significado y percibir la lección que encierra, para aprenderla. En Lucas 12:24 Jesús usa la misma palabra cuando dice: «Considerad los cuervos.» No quiere decir simplemente «Mirad los cuervos», sino « Mirad los cuervos y enteraos y aprended la lección que Dios está tratando de enseñaros por medio de ellos.» Si hemos de llegar a entender el Evangelio, una mirada de reojo no bastará; tiene que haber una observación concentrada en la que «ceñimos los lomos de nuestro entendimiento» en un esfuerzo decidido para descubrir el significado que tiene para nosotros.

En cierto sentido, la razón está implícita en la manera de dirigirse a sus lectores como hermanos «que comparten el llamamiento celestial.» El llamamiento que recibimos los cristianos tiene un doble sentido: es un llamamiento desde el Cielo, y hacia el Cielo; es una voz que nos viene de Dios para que nos pongamos en marcha hacia Dios. Es un llamamiento que exige atención concentrada tanto por su origen como por su destino. No nos podemos permitir despachar con una mirada desinteresada la invitación de Dios hacia Dios.

¿Qué vemos cuando fijamos nuestra atención en Jesús? Vemos dos cosas.

(i) Vemos al gran Apóstol. Esta es la única vez que se llama Apóstol a Jesús en el Nuevo Testamento. Que el autor de Hebreos lo hace intencionadamente está claro porque no da este título a ningún hombre; lo reserva para Cristo. ¿Qué quiere decir con esta palabra? Apóstolos en griego quiere decir literalmente uno que es enviado. En la terminología judía se usaba para describir a los enviados del Sanedrín, el tribunal supremo de los judíos: los apostoloi que enviaba estaban revestidos de su autoridad y eran portadores de sus órdenes. En el mundo griego apóstolos solía querer decir embajador. Así es que Jesús es el Embajador supremo de Dios, cargo que tiene dos características relevantes.

(a) El embajador está revestido de la autoridad del Rey que le envía. En una ocasión, el rey de Siria Antíoco Epífanes invadió Egipto. Roma quería pararle los pies, y envió a un mensajero que se llamaba Popilio, para que le dijera que abandonara su proyecto de invasión. Popilio alcanzó a Antíoco en la frontera de Egipto y se pusieron a hablar, porque ya se conocían de Roma. Popilio no tenía un cuerpo de ejército, ni siquiera una guardia personal. Finalmente Antíoco le preguntó para qué había venido. Popilio le dijo tranquilamente que había venido a decirle que Roma quería que abandonara la invasión y que se volviera a casa. «Lo consideraré» -le respondió Antíoco-. Popilio sonrió inexorablemente; cogió el bastón y trazó un círculo alrededor de Antíoco. «Considéralo -le dijo- y haz tu decisión antes de salir de este círculo.» Antíoco se lo pensó unos segundos, y dijo: «Está bien; me iré a casa.» Popilio mismo no tenía soldados a su disposición; pero detrás de él estaba todo el poder de Roma. Así es como vino Jesús de parte de Dios, y toda la Gracia y la misericordia y el amor y el poder de Dios estaban en Su Apóstolos.

(b) La voz del embajador es la voz del rey o del país que le envía. En un país extranjero la voz del embajador de España es la voz de España. Jesús vino con la voz de Dios, y Dios habla por medio de Él.

(ii) Jesús es el gran Sumo Sacerdote. ¿Qué quiere decir eso? Es una idea a la que el autor de Hebreos volverá una y otra vez. Por lo pronto vamos a sentar las bases simplemente de lo que eso quiere decir. La palabra latina para sacerdote es pontifex, que quiere decir el que construye un puente. El sacerdote es la persona qué construye un puente entre Dios y el hombre. Para hacerlo tiene que conocer al hombre y a Dios. Debe poder hablar a los hombres por Dios, y a Dios por los hombres. Jesús es el Sumo Sacerdote perfecto porque es perfectamente Hombre y perfectamente Dios; puede representar al hombre ánte Dios, y a Dios ante los hombres. Es la Persona en la que el hombre viene a Dios y Dios al hombre.

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