Después de esto, Jesús se dirigió a un pueblo llamado Naín. Iba acompañado de sus discípulos y de mucha gente. Al llegar cerca del pueblo, vio que llevaban a enterrar a un muerto, hijo único de su madre, que era viuda. Mucha gente del pueblo la acompañaba. Al verla, el Señor tuvo compasión de ella y le dijo: No llores. En seguida se acercó y tocó la camilla, y los que la llevaban se detuvieron. Jesús le dijo al muerto: Joven, a ti te digo: ¡Levántate! Entonces el que había estado muerto se sentó y comenzó a hablar, y Jesús se lo entregó a la madre. Al ver esto, todos tuvieron miedo y comenzaron a alabar a Dios, diciendo: Un gran profeta ha aparecido entre nosotros. También decían: Dios ha venido a ayudar a su pueblo. Y por toda Judea y sus alrededores se supo lo que había hecho Jesús. Lucas 7:11-17
Naín estaba a un día de camino de Cafamaún, entre Endor y Sunén, donde Eliseo había resucitado al hijo de otra madre: …y el niño creció. Pero un día en que vino a ver a su padre, que estaba con los segadores, comenzó a gritarle: ¡Ay, mi cabeza, mi cabeza! Llévalo a su madre, dijo el padre a un criado. Este lo tomó y lo llevó a su madre, la cual lo tuvo sentado sobre sus rodillas hasta el mediodía, cuando murió. Subió ella entonces, lo puso sobre la cama del hombre de Dios y , cerrando la puerta, salió. Luego llamó a su marido y le dijo: Te ruego que envíes conmigo a alguno de los criados y una de las asnas, para que yo vaya corriendo a ver al varón de Dios y regrese enseguida. ¿Para qué vas a verlo hoy? No es luna nueva ni día de reposo, dijo él. Quédate tranquilo, respondió ella. Después hizo ensillar el asna, y dijo al criado: Guía y adelante. No hagas que me detenga en el camino, sino cuando yo te lo diga. Partió, pues, y llegó al monte Carmelo, donde estaba el varón de Dios. Cuando el varón de Dios la vio de lejos, dijo a su criado Giezi: Ahí viene la sunamita.Te ruego que vayas ahora corriendo a recibirla y le digas: «¿Te va bien a ti? ¿Les va bien a tu marido y a tu hijo?» Bien, dijo ella.Cuando llegó adonde estaba el varón de Dios en el monte, se asió de sus pies. Giezi se acercó para apartarla, pero el varón de Dios le dijo: Déjala, porque su alma está muy angustiada y Jehová me ha ocultado el motivo; no me lo ha revelado. Ella dijo: ¿Acaso le pedí yo un hijo a mi señor? ¿No te dije yo que no te burlaras de mí? Eliseo dijo entonces a Giezi: Ciñe tu cintura, toma mi bastón en tu mano y ve. Si te encuentras con alguien, no lo saludes, y si alguien te saluda, no le respondas. Luego pondrás mi bastón sobre el rostro del niño. La madre del niño dijo: ¡Vive Jehová y vive tu alma, que no te dejaré! Eliseo se levantó entonces y la siguió. Giezi se había adelantado a ellos y había puesto el bastón sobre el rostro del niño, pero este no tenía voz ni daba señales de vida; así que volvió a encontrarse con Eliseo y le dijo: El niño no despierta. Cuando Eliseo llegó a la casa, el niño y a estaba muerto, tendido sobre su cama. Entró él entonces, cerró la puerta detrás de ambos y oró a Jehová. Después subió y se tendió sobre el niño, poniendo su boca sobre la boca de él, sus ojos sobre sus ojos, y sus manos sobre las manos suyas. Se tendió así sobre él y el cuerpo del niño entró en calor. Luego se levantó y se paseó por la casa de una a otra parte. Después subió y se tendió sobre el niño nuevamente. Entonces el niño estornudó siete veces y abrió sus ojos. Eliseo llamó a Giezi y le dijo: «Llama a la sunamita». Giezi la llamó y , cuando ella entró, él le dijo: «Toma tu hijo».Apenas ella entró, se echó a sus pies, postrada en tierra. Después tomó a su hijo y salió. (2 Reyes 4:18-37). Hasta el día de hoy, a diez minutos andando desde Endor hay un cementerio de tumbas hechas en la roca. En muchos sentidos ésta es la historia más bonita de los evangelios.
(i) Nos habla del dolor y de la angustia de la vida humana.
La procesión fúnebre iría precedida por una banda de plañideros profesionales, con flautas y címbalos, lanzando sus gritos y lamentos en un verdadero frenesí; pero todo el dolor inmemorial del mundo se encierra en la austera frase «hijo único de una mujer viuda.» «Nunca se pasa del crepúsculo matutino al vespertino sin que se quiebre de dolor algún corazón.» Como dice Shelley en su lamento por Keats, Mientras los cielos estén azules y los campos verdes, la tarde introduzca a la noche, y la noche espere al mañana; un mes seguirá a otro con dolor y un año a otro año con duelo.
El poeta latino Virgilio dedica una frase inmortal a «las lágrimas de las cosas» -sunt lacrimae rerum. Vivimos en un mundo de corazones rotos.
(ii) A lo patético de la vida Lucas superpone la compasión de Cristo.
A Jesús se le conmovió el corazón. No hay una palabra más fuerte en griego para la compasión que la que una y otra vez se aplica en los evangelios a Jesús: Al bajar Jesús de la barca, vio la multitud; sintió compasión de ellos y sanó a los enfermos que llevaban. (Mateo 14:14); Jesús llamó a sus discípulos, y les dijo: Siento compasión de esta gente, porque y a hace tres días que están aquí conmigo y no tienen nada que comer. No quiero mandarlos sin comer a sus casas, porque pueden desmayarse por el camino. (Mateo 15:32); Jesús tuvo compasión de ellos, y les tocó los ojos. En el mismo momento los ciegos recobraron la vista, y siguieron a Jesús. (Mateo 20:34); Jesús tuvo compasión de él; lo tocó con la mano y dijo: Quiero. ¡Queda limpio! (Marcos 1:41); Siento compasión de esta gente, porque y a hace tres días que están aquí conmigo y no tienen nada que comer. (Marcos 8:2).
Para el mundo antiguo esto tiene que haber sido sumamente sorprendente. La filosofía más noble de la antigüedad era el estoicismo, y los estoicos creían que la característica principal de Dios era la apatía, la incapacidad para sentir. Y lo razonaban diciendo que, si alguien puede hacer que otro esté triste o apesadumbrado, alegre o gozoso, eso quiere decir que, al menos por un momento, puede influir en el otro, es mayor que él. Ahora bien, nadie puede ser mayor que Dios; por tanto, nadie puede producirle a Dios un sentimiento; por tanto, Dios es incapaz de sentir.
Pero aquí se le presentaba al hombre antiguo la sorprendente idea de Uno que era el Hijo de Dios, cuyo corazón se conmovía de piedad. La frase del profeta de que «en toda angustia de ellos Él fue angustiado» se cumple en el Hijo de Dios hecho «Varón de dolores, experimentado en quebranto» No fue un enviado suyo quien los salvó; fue el Señor en persona. Él los libertó por su amor y su misericordia, los levantó, los tomó en brazos. Así lo ha hecho siempre. (Isaías 63:9); Era un hombre lleno de dolor, acostumbrado al sufrimiento. Como a alguien que no merece ser visto, lo despreciamos, no lo tuvimos en cuenta. (Isaías 53:3). Para muchos de nosotros esa es la revelación más preciosa del Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo.
(iii) A la compasión de Jesús añade Lucas el poder de Jesús. Jesús fue y tocó el féretro.
No sería un ataúd, porque no se usaban entonces, sino una especie de espuerta suficientemente grande para llevar el cadáver a la tumba. Fue un momento dramático; como dice un gran comentarista, «Jesús reclamó para sí al que la muerte había asido como su presa.» Jesús no es sólo el Señor de la vida; es también el Señor de la muerte, porque la ha vencido y ha triunfado del sepulcro, y ha prometido que, porque Él vive, los suyos vivirán también: Dentro de poco, los que son del mundo y a no me verán; pero ustedes me verán, y vivirán porque yo vivo. (Juan 14:19).