Cuando Jesús terminó de contar estas parábolas, se fue de allí y sus discípulos fueron con Él y llegó a su propia tierra, donde comenzó a enseñar en la sinagoga del lugar. Y muchos oyeron a Jesús, y se preguntaron admirados: –¿Dónde aprendió este todo lo que sabe? ¿ ¿De dónde ha sacado esa sabiduría y cómo puede hacer esos milagros? ¿No es este el hijo del carpintero, y no es María su madre?¿No es el hermano de Santiago, José, Simón y Judas, y no viven sus hermanas también aquí entre nosotros?, y no tenían fe en él. ¿De dónde le viene todo esto? y se resistían a creer en él. Pero Jesús les dijo: –En todas partes se honra a un profeta, menos en su propia tierra y en su propia casa; no pudo hacer allí ningún milagro, aparte de poner las manos sobre unos pocos enfermos y sanarlos porque aquella gente no tenía fe en Él y estaba asombrado porque aquella gente no creía en Él. Jesús recorría las aldeas cercanas, enseñando. Mateo 13: 53-58; Marcos 6: 1-6
Era natural que Jesús hiciera alguna visita más tarde o más temprano a Nazaret, que era donde se había criado. Pero había que echarle valor. Donde le es más difícil predicar a un predicador es en la iglesia donde todos le conocen desde su infancia; el lugar más difícil para que un médico ejerza su profesión es donde se le conoce desde pequeño.
Y sin embargo Jesús fue a Nazaret. En el culto de la sinagoga no había una persona encargada de hacer el sermón con carácter permanente. El encargado de la sinagoga podía pedirle que predicara a cualquier extranjero distinguido que estuviera presente, y cualquiera que creyera tener un mensaje se podía aventurar a darlo. No había peligro de que a Jesús se Le negara el derecho de hablar. Pero cuando habló, todo lo que encontró fue hostilidad e incredulidad: no Le prestaron ninguna atención porque conocían a Su padre y a Su Madre y a Sus hermanos y hermanas. No podían concebir que nadie que hubiera vivido entre ellos tuviera derecho a hablar como hablaba Jesús. El Profeta, como sucede a menudo, no recibía honores en Su propia tierra. Y la actitud de ellos para con Él levantaba una barrera que impedía que Jesús ejerciera ninguna influencia en ellos.
Aquí hay una gran lección. En cualquier culto, la congregación predica más de la mitad del sermón. La congregación trae y crea una atmósfera, y esa atmósfera puede ser una barrera que no pueden penetrar las palabras del predicador, o una expectativa que hace que hasta el sermón más flojo sea una llama viva.
De nuevo, no se debe juzgar a una persona por su entorno ni por su familia, sino por lo que es en sí misma. Muchos mensajes se han quedado tan muertos como las piedras, no porque no valiera nada su contenido, sino porque las mentes de los oyentes estaban tan cerradas con prejuicios contra el mensajero que no le dieron ninguna oportunidad.
Cuando nos reunimos para escuchar la Palabra de Dios debemos acercarnos con viva expectación, y pensar, no en la persona que va a hablar, sino en el Espíritu que habla por medio de ella.
Para Jesús, el volver a Nazaret era someterse a una prueba muy severa. Volvía a su pueblo; y nadie encuentra críticos más rigurosos que los que le han conocido desde la niñez. No pretendía que aquello fuera una visita privada, solamente para ver otra vez su propio hogar y a su propia familia. Fue acompañado de Sus discípulos. Eso es decir que fue como rabino. Los rabinos solían recorrer el país acompañados por el pequeño círculo de sus discípulos; y fue como maestro, con Sus discípulos, como llegó Jesús. Fue a la sinagoga, y se puso a enseñar. Recibieron su enseñanza, no con admiración, sino con un cierto desprecio. « Se escandalizaron de Él.» Se escandalizaron de que Uno que procedía de un trasfondo como el de Jesús dijera e hiciera aquellas cosas. La familiaridad había engendrado un desprecio equivocado.
Se resistían a prestar atención a lo que Jesús pudiera decir por dos razones.
(i) Decían: «¿Es que no es Este el carpintero?» La palabra que se usa para carpintero es tektón. Ahora bien, téktón quiere decir un obrero de la madera, pero abarca mucho más que carpintero. Quiere decir artesano. Homero llamaba tektón al que construía barcos y casas y templos. Antiguamente, y todavía en muchos sitios, se podía encontrar en pueblecitos y en aldeas a un artesano que construyera cualquier cosa desde un gallinero hasta una casa; la clase de hombre que podía arreglar una valla, un tejado o una puerta; el artesano, el «manitas», que con pocas herramientas y medios podía encargarse de cualquier trabajo. Precisamente eso era Jesús. Lo cierto es que los de Nazaret despreciaban a Jesús porque era un obrero. Era un hombre del pueblo, un laico, uno de tantos; y, por tanto Le despreciaban.
Uno de los líderes del movimiento labour -en el Reino Unido obrero o socialista- fue el alma grande Will Crooks, vida paralela de la del español Pablo Iglesias. Nació en un hogar en el que uno de sus más tempranos recuerdos era ver llorar a su madre porque no sabía de dónde sacar la comida siguiente. Empezó a trabajar en un taller de herrería ganando cinco chelines a la semana. Llegó a ser un buen artesano, y uno de los hombres más valientes e íntegros que haya habido. Entró en la política municipal, y llegó a ser el primer alcalde socialista de un distrito de Londres. Hubo muchos que se escandalizaron cuando Will Crooks fue elegido alcalde de Poplar. En medio de una multitud, una señora dijo con gran disgusto: «Han hecho alcalde a ese tipo vulgar que no es más que un obrero.» Uno que estaba allí -el mismo Will Crooks- se volvió hacia ella, se destocó y le dijo: «Tiene usted razón, señora: No soy nada más que un obrero.»
Los de Nazaret despreciaban a Jesús porque era un obrero. Para nosotros, esa es Su gloria, porque quiere decir que Dios, cuando vino a la Tierra, no pretendió eximirse de las durezas. Asumió la vida corriente con todas sus tareas cotidianas. Las circunstancias de nacimiento y fortuna y alcurnia no tienen nada que ver con el valor de una persona. Como decía Pope: La valía hace al hombre, y el carecer de ella al cualquiera. Lo demás es el pellejo o el pelaje. Debernos estar en guardia para no caer en la tentación de valorar a las personas por las circunstancias externas y no por su valía personal.
(ii) Decían: «¿Es que no es Este el Hijo de María? ¿Es que no conocemos a Sus hermanos y hermanas?» El hecho de que llamaran a Jesús «el hijo de María» nos sugiere que probablemente José ya había muerto. Ahí tenemos la clave de uno de los enigmas de la vida de Jesús. Jesús no tenía más que treinta y tres años cuando murió; no salió de Nazaret hasta que tenía treinta (Lucas 3:23). ¿Por qué esa larga espera? ¿Por qué permaneció en Nazaret cuando había un mundo esperando la Salvación? La razón era que José ya había muerto, y Jesús asumió la responsabilidad de mantener a Su madre y a Sus hermanos y hermanas; y sólo cuando fueron lo suficientemente mayores para defenderse por sí, Jesús salió de casa. Fue fiel en lo pequeño, y por tanto Dios Le dio una gran tarea.
Pero los de Nazaret Le despreciaban porque conocían a Su familia. Thomas Campbell fue un poeta de mérito. Su padre no sabía nada de poesía. Cuando se publicó el primer libro con el nombre de Thomas, su hijo le mandó un ejemplar a su padre. El viejecillo lo tomó, y lo miró. Era realmente la encuadernación, y no el contenido, lo que miraba. «¡Quién iba a pensar -dijo admirado- que nuestro Tom podría hacer un libro como este!» A veces, cuando la familiaridad debería engendrar un creciente respeto, no engendra más que familiaridad excesiva y fácil. A veces estamos demasiado cerca de ciertas personas para ver su grandeza.
El resultado de todo esto fue que Jesús no pudo hacer grandes obras en Nazaret. El ambiente no era propicio; y hay algunas cosas que no se pueden hacer si no hay ambiente.
(i) Todavía sigue siendo verdad que nadie se puede curar si no quiere curarse. Margot Asquith cuenta la muerte de Neville Chamberlain. Todo el mundo sabe que su política tuvo unas consecuencias que le destrozaron el corazón. Margot Asquith se entrevistó con su médico, Lord Horder. «Usted no puede valer gran cosa como médico -le dijo-, porque Neville Chamberlain no era más que unos pocos años mayor que Winston.Churchill, y yo habría dicho que era un hombre fuerte. ¿Le apreciaba usted?» Lord Horder contestó: «Yo le apreciaba mucho. Me gustan los que no le gustan a nadie. Chamberlain sufría de timidez. No quería vivir; y cuando una persona llega a ese punto, no hay médico que le salve.» Podemos llamarlo fe; o voluntad de vivir; pero sin eso no hay nadie que sobreviva.
(ii) No se puede predicar cuando el ambiente está en contra. Nuestras iglesias serían diferentes si las congregaciones se dieran cuenta de que son ellas las que predican más de la mitad del sermón. En una atmósfera de expectación, el esfuerzo más modesto puede inflamar. En un ambiente de frialdad crítica o de indiferencia cómoda, la palabra más llena del Espíritu cae a tierra sin vida.
(iii) No puede haber pacificación en un ambiente adverso. Si la gente se reúne para odiar, odiarán; si se han reunido para resistirse a entender, malentenderán; si se han reunido para no ver más punto de vista que el suyo propio, no verán otro. Pero si la gente se ha reunido amando a Cristo y tratando de amarse entre sí, hasta los que estén más ampliamente separados se pueden encontrar en Él.
Sobre nosotros recae la tremenda responsabilidad de ayudar o dificultar la labor de Jesucristo. Podemos abrirle la puerta de par en par, o cerrársela en la cara.