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Lucas 4: La batalla con la tentación

Jesús volvió del Jordán lleno del Espíritu Santo. Durante cuarenta días estuvo en el desierto bajo la dirección del Espíritu, sometido a los ataques de tentación del diablo. En todo ese tiempo no comió nada, y al final se sintió bajo los efectos del hambre. Entonces le dijo el diablo:

-Si es de veras que eres el Hijo de Dios, ¿por qué no le dices a esta piedra que se convierta en un pan?

-La Escritura dice: «La vida del hombre depende de más que pan» -le contestó Jesús.

El diablo entonces le llevó a un lugar alto y le hizo ver en un instante todos los países del mundo habitado, y le dijo:

-Yo te puedo dar control sobre todos estos, y todas sus riquezas, porque a mí me los han entregado, y yo se los puedo dar a quien me dé la gana. Lo único que tienes que hacer para que todo esto sea tuyo es reconocerme como Dios.

-La Escritura dice: «Al SEÑOR tu Dioses al único que adorarás, y no te someterás a nadie más que a Él» -volvió a contestarle Jesús.

Luego le llevó el diablo a Jerusalén, le colocó en la aguja más alta del templo y le dijo:

-Si es de veras que eres el Hijo de Dios, ¡a que no te tiras desde aquí! También dice la Escritura: «Dios dará órdenes a sus ángeles para que te guarden de todos los peligros», y «Te llevarán en brazos para asegurarse de que ni siquiera tropieces con el pie en ninguna piedra.»

-También se nos dice -contestó Jesús-: «No harás pruebas para ver hasta dónde puedes llegar con el SEÑOR tu Dios.»

Cuando el diablo hubo probado con Jesús todas sus artes en materia de tentación, le dejó, hasta que se le presentará, otra ocasión.

Ya hemos visto que hubo ciertos hitos en la vida de Jesús, y aquí tenemos otro de los más importantes. En el templo, cuando tenía doce años, había llegado a la convicción de que Dios era su Padre de una manera única y exclusiva. Con el surgimiento de Juan el Bautista sonó la hora de Jesús, y en su bautismo recibió la aprobación de Dios. En esta ocasión Jesús está a punto de iniciar su campaña. Antes de iniciar una campaña se han de escoger los métodos. El pasaje de la tentación nos presenta a Jesús eligiendo de una vez para siempre el método con el que se proponía ganar a los hombres para Dios. Le vemos rechazando el camino del poder y la gloria, y aceptando el camino del sufrimiento y de la cruz.

Antes de entrar a considerar este relato en detalle hay dos puntos que debemos señalar.

(i) Esta es la más sagrada de las historias evangélicas, porque no puede proceder sino de los labios del mismo Jesús. En algún momento tiene que haberles contado a sus discípulos esta íntima experiencia de su alma.

(ii) Ya en este momento Jesús debe de haber sido consciente de poseer poderes extraordinarios. Todo el sentido de las tentaciones está en que no podían ocurrirle más que a un Hombre que podía hacer cosas maravillosas. No sería una tentación para nosotros el convertir las piedras en pan o el tirarnos desde el pináculo del templo, por la sencilla razón de que nos es imposible hacer tales cosas. Estas son tentaciones que sólo se le podían presentar a un Hombre que tenía poderes absolutamente únicos, y que tenía que decidir cómo usarlos.

En primer lugar vamos a considerar el escenario, es decir, el desierto. La parte deshabitada de Judasa estaba en la meseta central, que era la columna vertebral del Sur de Palestina. Entre ésta y el Mar Muerto se extendía un tremendo descampado de cincuenta por ochenta kilómetros, que se llamaba Yesimón, que quiere decir «Devastación»: las colinas eran como montones de polvo; las montañas calizas parecían abrasadas y en descomposición; las rocas, agudas y peladas; el suelo sonaba a hueco cuando lo pisaban los caballos; ardía como un horno inmenso, y se abría en precipicios de setecientos metros sobre el Mar Muerto. Fue en aquella horrible devastación donde Jesús fue tentado.

No debemos creer que las tres tentaciones empezaron y terminaron como las escenas de una comedia, sino más bien que Jesús se retiró conscientemente a este lugar solitario, y pasó cuarenta días debatiéndose con el problema de cómo ganar a los hombres para Dios. Fue una batalla larga que no terminó hasta la cruz, porque el relato termina diciéndonos que el tentador dejó a Jesús por algún tiempo.

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